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No sabía si las palabras habían sido un bálsamo momentáneo para su estrés, pero Sky sintió cómo su cuerpo se relajaba al cerrar los ojos, incluso mientras las figuras a su alrededor se desvanecían en la oscuridad. Sin embargo, pudo distinguir claramente la angustia en los ojos de Dark mientras ella caía en sus brazos y perdía el conocimiento.

Dark la sostuvo con ansiedad mientras miraba a su asistente. -Llama a un doctor-, ordenó mientras eran escoltados hacia la salida del parque de atracciones por sus guardaespaldas.

Subieron al auto y Dark condujo apresuradamente hacia su casa. Una vez allí, colocó a Sky en la cama y esperó con el corazón en un puño mientras el médico la examinaba. Su pie no dejaba de moverse, la ansiedad le apretaba el pecho con fuerza y temía que ella no volviera a despertar. Sostuvo su cabeza con desesperación mientras observaba al médico.

Cuando el médico finalmente terminó, Dark se levantó de golpe, sorprendiendo al doctor con su actitud acelerada. -¿Está bien?-, preguntó con angustia en su voz.

-Probablemente, solo necesita descansar. Tuvo un shock muy grande al experimentar algo similar nuevamente-, respondió el médico, intentando calmar a Dark.

-¿Eso quiere decir que despertará mañana?-, preguntó Dark con temor palpable en su voz.

-Sí, es lo más probable. Pero si algo sucede, debes llamarme-, dijo el médico antes de salir del cuarto.

Dark caminó hacia la cama con pesadumbre y tomó la mano de Sky entre las suyas. -Por favor, Sky, no me abandones. No sé cómo podré sobrevivir si vuelves a pasar por esto-, murmuró con un evidente desgarro en su voz, su rostro pálido y sus ojos sin vida reflejaban el miedo y la agonía que sentía. Se inclinó y le dio un beso en la frente antes de alejarse.

-Debes regresar a mí-, dijo antes de que la puerta se abriera y Robert, su asistente, lo interrumpiera.

-¿Señor?-, dijo Robert, pero Dark lo interrumpió.

-Espera afuera-, ordenó antes de salir del cuarto.

Los pasos de Dark resonaron en la casa mientras descendía las escaleras. Al llegar a la sala, su mirada oscura y sus ojos dorados hicieron temblar a los hombres reunidos allí.

-Debían estar alerta ante cualquier sospecha. ¿Dónde estaban?-, gruñó enojado, apretando los puños.

-Lo sentimos, señor-, murmuró uno de los hombres, inclinando la cabeza con pesar.

-No importa ahora. Díganme qué encontraron-, dijo Dark, acomodándose en el sofá.

Uno de los hombres le entregó una carpeta. Al abrirlo, Dark frunció el ceño con disgusto al leer su contenido. -¿Qué significa esto?-, preguntó, arrojando la carpeta sobre la mesa auxiliar frente al sofá.

-Es todo lo que pudimos averiguar. El hombre convulsionó cuando lo capturamos-, explicó uno de los guardaespaldas.

Los puños de Dark chocaron contra la mesa mientras apretaba los dientes con ira. Trató de controlar su respiración antes de erguirse nuevamente en el sofá, mirando a los hombres con una extraña tranquilidad que los llenó de temor.

Sus ojos dorados brillaron con un brillo siniestro mientras sonreía. -Esa persona debe ser muy poderosa si puede hacer esto-, dijo en voz baja, antes de entregar la carpeta a su asistente.

-Investiguen a todas las personas influyentes en esta ciudad-, ordenó Dark, con determinación.

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Los gritos resonaron en todo el vecindario, asustando a todos los vecinos, pero para el pequeño niño, eran una rutina desagradable. Apenas tenía siete años, pero ya estaba familiarizado con las rabietas violentas de su padre, alimentadas por el alcohol.

Mientras tanto, una pequeña niña asomaba la cabeza por la ventana de su habitación, sus ojos verdes destellaban con curiosidad en la oscura noche. Decidida, tomó un pequeño banco y se encaramó antes de subir por la ventana, dirigiéndose hacia la casa de al lado, de donde provenían los ruidos ensordecedores. Golpeó dos veces una de las ventanas del primer piso.

La ventana se abrió lentamente, revelando a un niño con cabello corto y despeinado. Su figura delgada denotaba una mala alimentación y desnutrición evidentes.

-Shhh, no hagas mucho ruido- susurró el niño, guiando a la niña hacia adentro.

Una vez dentro, la niña apenas se inmutó por las condiciones de la casa. Su atención se centraba en el niño y en los moretones que adornaban su rostro y brazos. Con tristeza, se acercó y tocó suavemente el moratón.

-¿Te duele mucho?- preguntó con voz suave e inocente.

El niño negó con la cabeza.

-No mucho, solo un poco- respondió con una risa suave, aunque la tensión en el aire no se disipaba, especialmente cuando los golpes en la puerta resonaban junto con la voz enfurecida de su padre al otro lado.

La niña tembló al escuchar los golpes, consciente de que la puerta podría ceder en cualquier momento, exponiéndolos a más violencia. Tomó al niño de la mano y lo llevó hacia el colchón, acostándose juntos. Se tomaron de las manos y se abrazaron en un intento de encontrar consuelo mutuo.

-¿Tus padres no han llegado a casa?- preguntó el niño, perdiéndose en los grandes ojos tiernos de la niña.

-No- respondió ella con un ligero temblor en su voz -Me gusta cuando no están en casa- admitió en un susurro, encogiéndose aún más en busca de protección en los brazos del niño. Los ojos dorados del niño brillaron antes de cerrarse, encontrando algo de paz en medio de la tormenta.

Mi Obsesivo VillanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora