Capítulo cuarenta y nueve

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—Qué lindos bebés. Son los dos pequeñitos más hermosos que he visto... Oh, de verdad son lindos. Su abuelo está muy feliz de conocerlos.

Ver al gran e imponente Thomas Tucker mimar de forma tan asquerosamente dulce a sus mellizos, le hizo cuestionarse si se veía igual de ridículo al también hacerlo. O talvez solo eran sus celos propios de un alfa territorial sobre quienes cargaban a sus cachorros.

—Ya deja de hacerles eso—susurro en un gruñido. Molesto por como el alfa mayor llevó su nariz para olisquear el cabello de los bebés en sus brazos. En cambio, Thomas lo ignoró por completo, continuando hablándoles cercas de sus pequeños oídos.

Lejos de eso, lo más sorprendente, es que ninguno de los dos cachorros lloraba al estar en brazos ajenos y rodeados de otras feromonas que no fueran las de sus padres. Lo que normalmente los pondría inquietos, pero contrario a todo eso, se acurrucaban en el pecho de su abuelo.

Aunque tampoco podía decir si el mayor liberaba de sus feromonas o si se estaba aguantando a soltarlas, porque ya había perdido la habilidad de sentirlas. El único aroma que podía detectar era el fragante olor dulce de fresa, cuyo dueño era su precioso omega.

Suspiro con agonía. Ya quería regresar a casa y verlo.

—Así que ya lo marcaste—menciono el mayor después de mucho tiempo. —Ya no puedo sentir tu feromona, Craig.

No era una pregunta, era una afirmación. Aquello lo regreso a su conversación, más no lo asombró, ni tampoco eliminó su postura lamentable por no estar con su omega. Ya esperaba que el hombre lo notará en cualquier momento, y ciertamente, se había preparado para posibles quejas, las cuales no se molestaría en refutar.

Sin embargo, estas nunca llegaron, su padre se encontraba más ocupado en seguir explorando su nueva faceta como abuelo, arrullando a sus primeros nietos.

—Lo bueno es que Tweek y tú son jóvenes todavía.

—¿Qué con eso? —levantó una ceja en duda.

—Que aún pueden tener más cachorros, y con suerte, alguno sea un omega—sugirió el peli naranja. Aún no le daba ni una mirada. —También quiero un nieto o nieta omega.

No contestó, pese a que su reacción natural sería replicar lo dicho por el hombre, ya que no le gustaba ser mandado. Porque muy en el fondo, incluso él veía en visto bueno esa posibilidad de agrandar su pequeña familia. Claro, primero junto con Tweek, se dedicarían a cuidar a los hijos que ya tenían y después pensar si era buena idea el tener uno más en el futuro.

Daba igual, había mucho tiempo de sobra con la vida compartida que les esperaba en los próximos años. No era una prioridad pensar eso por ahora.

—Pero no me quejó, Leah y Matthias son muy lindos—terminó por aclarar.

—Te acabas de quejar de su casta—espetó el azabache. —Con el hecho de que estén sanos, es suficiente para mí.

—No lo hice. Aunque bueno, no diré nada más de ese tema, porque eres un padre primerizo y todo lo relacionado con que se diga de ellos lo vas a ver como una posible amenaza.

Con un resoplido irritado, se levantó de la silla donde estaba. Acercándose al hombre, con el fin de que captará en que le entregará a sus bebés, ya tuvo suficiente.

—¿No te lo acabo de decir? Dios, cálmate Craig. Asustarás a los pequeños, porque de seguro debes estar soltado tus feromonas inútilmente—acuno más a los cachorros en sus brazos. —Ya eres un hombre enlazado, compórtate.

Chasqueo la lengua, volviendo a caer en su asiento. Era cierto, de vez en cuando olvidaba que perdió esa habilidad de dominio que podía ejercer sobre los demás.

Operación: Ser madre...¿¡Y esposa!? [Creek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora