Extra uno

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—Papi ¿Sabías que existe un planeta que babea?

Leah observaba con infantil atención el rostro de su padre por el espejo del retrovisor, en la espera de que la expresión de la cara del alfa demostrara lo contrario, para empezar hablar del tema. Por los golpes insistentes de sus pequeños zapatos contra el suelo del asiento, era fácil ver que se estaba conteniendo con demasiadas ansias sus ganas de soltarse a hablar.

Por su parte, Craig solo detuvo el auto en el primer semáforo que se le apareció en el camino, con el fin de darle un rápido vistazo a su hija con una sonrisa dibujada en sus labios.

—No bebé, ¿de qué trata?

—Es un planeta que babea, no sé que  babea, pero es demasiado, tanto que la baba se va al espacio y se vuelve hielo—recitó la pequeña azabache, como si estuviera recordando donde vio esa noticia. Quizá en la televisión. —Aunque eso no era lo asombroso, lo más genial es que se comió dos planetas, ¡dos!

Tweek se carcajeó al verla levantar cuatro dedos de su mano.

—¡Mamá, no te rías!—farfullo molesta.

—Lo lamento, Leah—se disculpó, golpeando su pierna suavemente para calmarse a sí mismo. — Qué planeta tan genial.

—¡Lo es!

Sonrió de regreso, contento de escuchar a sus cachorros parlotear, al menos por ahora. Después de todo, era un día especial.

Era su primer día de preescolar. Con cinco años de vida, era hora de que tomaran ese pasó, incluso podía decir que se habían retrasado demasiado, pero el tema de su dependencia a las feromonas de menta de su alfa, seguía haciendo eco en sus vidas.

Fue difícil explicarles que se separarían  de su padre por algunas horas, ya que tenían que salir a dar sus primeros pasos al mundo por su propia  cuenta. Las lágrimas no se hicieron esperar en cuanto Tweek y Craig se sentaron con ellos a explicarles el bien que les haría.

No era de gran apoyo de que desde su nacimiento, hasta hoy en día, Craig jamás se haya separado de su lado, incluso llevándoselos consigo a su trabajo de ser necesario, reforzando esa dependencia hacía él.

Que en automático se volvía la queja inicial de todas las consultas pediátricas con Gary Harrison.

Aunque, extrañamente, sus dos cachorros estaban en completa tranquilidad, sosteniendo sus mochilas diminutas, riendo y hablando, en tanto Craig conducía a ese destino.

Bueno, solo Leah hablaba sin parar, por el contrario, Matthias miraba entretenido el paisaje afuera del auto.

Talvez ya se habían resignado, o lo más probable es que no fueran plenamente conscientes de esta primera separación real con su papá.

Dejo de lado esa cuestión al sentir el tacto de una de las manos de Craig a la suya. Era claro que no dejaría pasar la oportunidad de entrelazar sus manos, percibiendo el roce de sus sortijas chocar.

—Estarán bien—le aseguró su alfa, sabiendo de inmediato aquellos pensamientos que pasaban por su mente. —Son nuestros cachorros, lo harán bien.

Le sonrió de vuelta, decidido a creerle.

—Cámbienle a eso. Ya va a empezar nuestro programa.

Mathias se había asomado entre los  asientos, aún incluso con el cinturón puesto. Tweek dirigió su vista a lo que llamaba la atención de su hijo; una  pequeña pantalla que tenía integrada el  automóvil al frente.

Y vaya que entendía a su hijo, a él tampoco le interesaba ver a políticos discutir, tal parece que las noticias a las que Craig había puesto en un inicio, se terminaron.

Operación: Ser madre...¿¡Y esposa!? [Creek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora