Capítulo 22

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María llega a la hacienda "Rivero" en taxi, su madre intuye que algo sucedió para que ella haya decidido regresar sola a casa.

¿Y Gabriel? ¿Por qué no te trajo a casa, hija? – cuestionó Altair a su hija

¡No quiero verlo, mamá! Ese idiota, junto con Alejandro me armaron un espectáculo en la plaza – explicó con evidente molestia mientras caminaba hacia el interior de la casa – se iban a agarrar a golpes, les dejé las cosas claras, pero pasé un mal momento – decía con un semblante de malestar y debilidad

Hija ¿te sientes bien? ¡estás muy pálida y no te veo bien! – inquirió su madre con preocupación, mientras María se sentaba en el sillón de la sala

¡Me siento un poco mal! Pero no te preocupes mamá, son los mareos normarles del embarazo – explicó mientras tomaba un poco de agua – quizá el que me alterara de esa manera ocasionó que los malestares aumentaran, ya se me pasará

¡Debes dejar de tener esos disgustos, Mar! – exigió con frustración – le hará mal al bebé tanto estrés y mortificaciones que te hacen pasar esos hombres, tendré que pedirle a tu padre que les ponga un alto.

¡No, no! Yo les dejé las cosas claras – exclamó con angustia – si le dices a mi padre, él se molestará mucho con ellos y este problema jamás terminará, solo se hará más grande, ¡por favor, mamá! ¡no le digas nada a papá!

¡Está bien, por ahora no diré nada! – suspirando con resignación – pero si ellos siguen causándote esté tipo de disgustos, tendré que hablar sobre esta situación con tu padre.

¡mamá! – llamó María con una mirada un tanto sombría – he estado pensado, y necesito alejarme de aquí, quiero ir a vivir un tiempo con la tía Perla, ya he conversado con ella y está feliz de que vaya a pasar una buena temporada a su casa – explicó con cautela – y creo que es lo mejor, yo estoy harta y cansada de Gabriel, de Daniel y quiero tomar un poco de distancia de Alejandro, por ahora no quiero decirle que seremos padres

¡Alejandro, tiene el derecho de saber que estás embarazada! – dijo con seguridad Altair – en algún momento deberás decírselo

¡Lo sé, lo sé! Pero no quiero que lo sepa, si Alejandro se entera no querrá que me vaya a Monterrey con la tía – expresó frustrada – ¡te suplico que no le digas nada, mamá! Yo necesito alejarme, estar aquí me hace sentirme asfixiada

¡Te apoyo en lo que tu decidas, mi niña! – abrazando cariñosamente a María – y tu padre también lo hará

María tomó la firme decisión de irse a vivir unos meses con su tía Perla, el momento de marcharse había llegado y su hermana quiso ir con ella. María y Alondra se despedían de su familia.

¡Papá! ¡Mamá! – abrazándolos con cariño y amor – ¡Aldo, te quiero mucho! – mientras recibía un afectuoso abrazo de su parte – ¡Los amo! Pero necesito hacer esto.

¡Lo entendemos, mi niña! – respondió Altair con melancolía

¡No se preocupen! Yo no la dejaré ni un momento sola – prometió Alondra, despidiéndose con un abrazo de sus padres y hermano – ¡Los extrañaremos!

¡Cuídense, hijas! – dijo Octavio con cariño – ¡Y cuida a mi nieta! – dirigiéndose a María

¡Claro que sí, papá! – mientras se dirigía a la salida

María y Alondra subían a la camioneta, se despedían con un movimiento de manos.

Altair habló con Rebeca y le informó que María se había marchado de la hacienda, por más que la madre de Alejandro intentó averiguar a dónde se había ido, Altair no dijo absolutamente nada respecto a ello.

El sendero del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora