Capítulo 18

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Otro día más en que Alejandro insiste en ver a María, ella sigue sin querer recibirlo.

María en su habitación hablando con su hermana.

¡Mar, deberías intentar escucharlo! Se ve verdaderamente arrepentido y muy enamorado de ti – intentó alentar a su hermana para que hablara con Alejandro

¡No, Alondra! Ahora no quiero saber nada de él – respondió contundente – ¡me duele! ¡sabes cuanto lo amo! Y no puedo dejar de amarlo, pero me lastimó profundamente, lo que hizo me hirió mucho – expresó dolida

¡Quizá si lo escuchas...! – insistiendo Alondra

¡Alondra! – respondió con cansancio – ¡No, quiero! No quiero verlo por ahora, por favor entiéndelo. Tal vez después pueda, pero por ahora no – dijo con firmeza

¡Entiendo! – dijo con comprensión – ¡por ahora no insistiré más! – abrazando a María

Alejandro fue recibido por su suegra, Altair, quién no lo dejó entrar a la habitación de María, y pidió que entrarán al despacho para conversar con él.

¡Alejandro, toma asiento! – mientras entraban al despacho – sabes que Octavio está muy molesto, es mejor que por el momento lo evites.

No me importa toparme a Octavio – con firmeza – seguiré viniendo a esta hacienda hasta que María se enfade y termine por aceptar recibirme – mientras se sentaba en la silla, frente al escritorio de Altair

¿Así que quieres hablar con María con urgencia? – preguntó con el ceño fruncido

¡Claro que sí! – expresó él con los ánimos por el suelo

¿Para qué? Alejandro – cuestionó con rudeza - ¿Qué le vas a inventar para justificar, que tú hayas iniciado el divorcio cuando a mi hija le hacías creer que la amabas?

¡Por favor, suegra! Le suplico que me permita hablar e intentar arreglar esta situación con mi esposa – suplico con firmeza

¿Tu esposa? – con una sonrisa sarcástica

¡sí, ella sigue siendo mi ESPOSA! – afirmó Alejandro con molestia en su mirada

¿Después de que la lastimaste, la hiciste sufrir y la trataste como lo hiciste? – mirando a Alejandro a los ojos con determinación – ¡Cómo tienes el descaro de seguirla llamando esposa después de todo lo sucedido!

¡Porque María es mi mujer y lo va a ser para toda la mi vida! – dijo Alejandro con firmeza

Estás siendo muy sin vergüenza, Alejandro ¡después de cómo te has comportado, esperaba que dejaras tranquila a mi hija! – mientras se dirigía con notable molestia hacia él

¡Por favor, Altair! Lo único que estoy pidiendo son unos minutos con ella, quiero hablar con mi mujer y que ella sea quien decida – sentenció

¡Tú no te mereces ni un solo segundo de ella, no te mereces nada de mí hija! – exclamó con voz fuerte - ¡Nunca te mereciste su amor! Tanto tus padres como nosotros cometimos un grave error al obligarte a casar con María, ella no merecía lo que ha sufrido. Te ofrezco unas sinceras disculpas mías y en nombre de Octavio, pero te pedimos que dejes en paz a nuestra hija, ¡ya le destrozaste el corazón y lo mínimo que puedes hacer es dejarla tranquila!

¡Por supuesto que merezco su amor, porque yo la amo como no tiene una idea! – con frustración – ¡Y no puedo perderla, Altair!

Déjale el camino libre para que ella encuentre el amor y la felicidad con un nombre que la sepa valorar – exigió Altair con el ceño fruncido

¡Me duele esta situación, Altair! – expresó con tristeza en los ojos mientras se paraba de la silla – y aunque ahora ella no esté junto a mí, yo amaré a María hasta el último momento de mi vida – dando pasos firmes hacia la salida

Al salir de la hacienda "Rivero" Alejandro llamó por teléfono a su amigo Ernesto y ambos acordaron encontrarse en un bar, él quería desahogarse con alguien. Al llegar se dirigieron hacia una mesa y les llevaron una botella de tequila.

¡Estoy desesperado, Ernesto! – mientras se tomaba un trago de tequila – desde el día que se fue no he vuelto a verla, no ha querido recibirme y su familia no me deja verla, ya no sé qué hacer – frustrado mientras se pasaba una mano por el cabello

¡Lo siento, amigo! – respondió Ernesto relajado – pero te lo advertí, te dije que lo pensaras muy bien antes de firmar.

¡Ernesto! Ya sé que fui un maldito imbécil – contestó

¡Estás en lo cierto! Te comportaste como un idiota – exclamó su amigo mientras asentía con la cabeza

¡Basta! – exigió Alejandro – sé lo que hice y los errores que cometí, pero no sabes cuanto la amo ¡María, es el amor de mi vida!

Perdóname por lo que voy a decir, Alejandro – exclamó mientras se inclinaba sobre la mesa colocando los codos sobre ella – pero...eso decías también de Julia – Alejandro soltó un fuerte suspiro

Ahora verdaderamente sé lo que es amar tan intenso que sientes morir si no tienes a esa persona a tu lado – respondió mientras miraba su tequila – con Julia tenía un enamoramiento y estaba aferrado a ella, creía amarla fuertemente – explicaba con frustración – pero llegó María, aunque ya la conocía, nunca la vi más allá de lo que yo mismo me limite a ver, luego se fue metiendo en mi alma, en mi cuerpo y en mi corazón, ni todo el amor que sentí por Julia en algún momento, se puede comparar en lo más mínimo con el amor verdadero que siento por mi esposa – con notable amor en sus ojos

¡uf, amigo! Verdaderamente la amas – exclamó con sorpresa por lo que escuchó decir a Alejandro – pero tú mismo lo jodiste todo, la tenías junto a ti y la dejaste ir, le hiciste mucho daño

¡Me duele no estar con ella! – con desesperación en su mirada, tomó otro trago de su tequila - ¡la amo como nunca pensé amar a alguien! Y siento que muero lentamente sin ella – triste y derrotado

Dale tiempo, Alejandro – indicó con pena por ver a su amigo así – ella podrá escucharte con sensatez cuando esté menos herida y sin tanto coraje.

¡Espero que sea así, porque si no me volveré loco! – respondió Alejandro cabizbajo

¿Y de Julia, sabes algo? ¿la sigues viendo? – preguntó Ernesto

Ya regresó, me llamó para vernos, pero no acepté – explicó frustrado – no quiero verla

¡Alejandro, debes dejarle claro que ya no la amas! – expresó su amigo con prudencia

¡Ya lo sé! Sé que en cierto momento tendré que verla para hablar con ella, pero no quiero que sufra, sé que le haré daño al decirle que amo a mi esposa – respondió melancólico – aún le tengo cariño, pero te prometo que hablaré con ella para dejar las cosas en claro

¡Eso espero! – comentó Ernesto – no debes dejar que las cosas vuelvan a malinterpretarse, te lo digo por tu bien

¡Lo sé, lo sé! – tomando otro trago de tequila

Alejandro y Ernesto siguieron bebiendo y conversando, ambos terminaron ebrios, y Fernando tuvo que ir por su hijo y su amigo al bar en el que se encontraban.

El sendero del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora