Parte 3: El Guerrero Nacido de la Montaña

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1

La mujer gordita mayor llamada Elizabeth servía todos una buena de ración de arroz blanco con un guiso con salsa roja en un plato llano, a lado del plato una cuchara y un vaso de Coca-Cola, Damián en ese momento no tenía hambre pero, comía, lo que vio le había quitado el apetito, todo era extraño el tren el conductor y ahora pensaba en la señora Elizabeth, que preparo un delicioso guiso en salsa roja, se preguntaba y si ella es cómplice del conductor, descarto esa idea cuando la vio, servir con ternura a la niña llamada Sofía una gelatina y le decía a su madre Andrea, que cocinar le calmaba los nervios, volvió a meterse ahora una cucharada de arroz y está vez le sentó mejor en el estómago, se empezaba a sentir bien, sus compañeros uno a un lado y otro frente a el comían en silencio.

2

El viajaba a toda velocidad por el páramo oscuro, una Dimensión donde solo había oscuridad y maldad, el tren seguía sus rieles mágicos, estaban por salir de el páramo, a lo lejos un agujero azul se abrió y comenzó a brillar, el Tren se se aproximaba a el rápidamente, y estaban a punto de entrar, se hizo un cambio rápido al entrar a la agujero azul y empezaron a bajar por el interior de una montaña rápidamente solo con la luz de las antorchas en los muros de roca, bajaban en forma de espiral rápidamente hasta la base de la montaña.

3

El conductor Alberto sonreía de felicidad, por fin habían llegado a su primer destino, puso una marca y dejó sobre la mesa el libro que estaba leyendo, vio como el tren bajaba por la montaña espiral, a todo velocidad con antorchas azules, un fuego que podría durar cien años ardiendo según el libro, se sentó en el asiento principal del conductor, y presionó el botón de los altavozes, tan pronto lo hizo anuncio.

4

Casi terminaban de comer cuando por los altavozes el conductor llamado Alberto anuncio.

- tin, tin, tin, próxima estación, las tierras antiguas -. Dijo mientras se abrían todas las ventanas que se encontraban cerradas en ese momento se abrieron en automático, dejando ver cómo bajaban a toda velocidad por un túnel con antorchas azules, se escuchaba como las llantas por fin tocaban algo sólido y no una simple vía de arcoíris.

- Por favor, por favor no se levanten de sus asientos, un amigo pasará a dejarles algo especial, quiero que se lo coloquen es su mano izquierda, esto le ayudará a cumplír con los objetivos que les pondré, gracias por su comprensión y tengan paciencia llegaremos en breve -. Termino de decir y todo se quedó el silencio un momento, de pronto una puerta del siguiente vagón después de el área de dormir se abrió y entro una máquina, un robot, no caminaba avanzaba con una rueda y se mantenía en perfecto equilibrio, era de color plata y tenía manos en forma de pinza que usaba de manera perfecta, tenía un ojo azul y otro rojo parecían dos luces led pero grandes y tenían forma circular, de su estómago saco unas pulceras y las fue entregando y avanzando, como si llevara mucho tiempo en un acto de circo, avanzo rápidamente hacia ellos y se detuvo en la persona mas cercana el en este caso era la señora Elizabeth que estaba en la pequeña cocina, y le entrego, una pulcera plateada.

- Gracias -. Le dijo ella pero este no respondió, solo fue entregando de persona en persona, a todos la pulcera igual, una vez terminado se poso frente a la puerta del anterior vagón, aquella que jamás se volverá abrir, en ese momento nadie se la colocó, Damián la observó y noto que no parecía tener nada que le fuera hacer daño, y el fue el primero en ponerla en su muñeca izquierda, esta se adapto perfectamente a ella, y una luz azul se encendió donde estaba una placa de metal plateada, justo después de eso, todos se la pusieron, y una vez que todos la tenian el robot por fin habló.

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