Manzaneros

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Esteban tenía un pincel de cerdas suaves en su mano derecha y la paleta de colores mezclados en la otra.
Había pasado mucho tiempo combinando los distintos tonos para conseguir los adecuados y luego de lograrlo se dispuso a dar pinceladas erráticas sobre el lienzo que, pese a haber recibido varios trazos, seguía sin forma.

él sentía la nuez de Adán raspando su garganta al tragar saliva de una forma nerviosa mientras intentaba controlar los nervios que estaban destrozando su estómago.

Era pintor desde hacía más de diez años y había hecho los mejores retratos hiper realistas de la época en varios reinos.
Había retratado a varios reyes, reinas y principes pero nunca le había sucedido lo que estaba sintiendo en ese momento.

La boina en su cabeza parecía encogerse haciendo que su cabello pareciera más húmedo y pegajoso,estaba transpirando tanto que su camisa de lino se pegaba a la espalda pese a llevarla remangada hasta los codos.

Tenía que calmarse, necesitaba hacer bien su trabajo, tenía que presentar un retrato impecable del principe Francisco y finalmente irse o perdería la cabeza, y sabía que perder la cabeza por esos sentimientos era algo factible.

-cuánto calor ¿no?-preguntó el príncipe sentado a metros suyos.

Esteban lo miró allí, derramando su joven belleza sobre un elegante sillón de terciopelo bordo.
el príncipe Francisco era el más joven de la familia real, y el más rebelde.
su cabello rubio casi por encima de los hombros destacaba del aquél color furioso del sillón y resaltaba ese par de penetrantes ojos verdes que parecían siempre estar a media asta.
tenía una sonrisa pícara que siempre sugería algo más de todo aquello que decía y su cuerpo, despreocupado, mantenía más o menos la pose que él, casi temblando, le había indicado.

"es solo un niño" pensó. no era del todo cierto, el príncipe Francisco acababa de cumplir sus veinte, pero él le llevaba más de una década y para esa época tener más de treinta era casi una sentencia, se sentía demasiado mayor para pensar de esa manera.

-puedo abrir alguna ventana si le parece bien, su alteza

El principe lo miró fijo, de arriba a abajo y después sonrío con tranquilidad

-me gusta el calor, en esta época del año se puede vivir, con las heladas es imposible

Esteban sonrío y limitó su mirada al lienzo casi en blanco que tenía delante, no había avanzado casi nada y sabía que el príncipe era conocido por carecer de paciencia; era muy caprichoso.

Empezó a pintar de nuevo sin levantar la vista de su pincel y rápidamente se sumergió en su obra que empezaba a tomar un poco más de forma.

-¿como es su gracia?-preguntó el príncipe arrastrandolo de su estado de relajación para ponerle nuevamente los nervios de punta

-soy Esteban Kukuriczka, su alteza

-Esteban ¿le gustan las manzanas? los árboles han empezado a florecer-dijo mirando el gran ventanal que reflectaba el campo de los manzaneros

-¿manzanas?

-manzanas-repitió él elevando sus cejas-¿no sabe lo que es una manzana, señor Kukuriczka?

-me...me gustan, príncipe Francisco, me gustan y las de su reino son...

-príncipe Francisco,su alteza...¿que edad tiene usted? puede decirme solo Francisco o Fran, aunque mi madre lo odie, dice que suena vulgar

las mejillas de Esteban se tornaron rojas, exactamente igual que las frutas de los árboles.

-no puedo hacerlo, su alteza, es una formalidad que...

-¿le parece que yo soy vulgar?

lo miró nuevamente al momento en que el príncipe abría sus piernas abarcando todo el sillón.
no era algo sexual, era algo simplemente descontracturado, pero Esteban tuvo que apartar la vista de inmediato

-no, no lo creo

-estoy aburrido, señor Kukuriczka

-lo lamento, su alteza, podemos seguir con esto mañana...

-¿puedo ver?

-no-respondió asustado, no podía aceptar que viera la absoluta nada que había hecho en esa hora juntos

-¿acaba de decirme que no?

-es que...

-soy el príncipe, no puede negarme nada

-lo siento, su alteza, es que no tiene tanta forma aún y...

el príncipe se puso de pie y caminó hacía él parándose a su lado.
Esteban observó las facciones de su rostro, el arco de su nariz y su mandíbula recta, casi podía sentir el roce de la barba creciente.

-crei que había pintado algo más...

-demasiado calor

el príncipe lo miró a los ojos y luego llevó su mirada hasta la boina que procedió a quitarle con suma suavidad

-debería venir menos vestido, con estas temperaturas...

-lo tendré en cuenta, su alteza

El principe sonrío y asistió con la cabeza dejando la boina sobre el taburete que Esteban usaba para apoyar sus pinturas

-¿mañana a la misma hora?

-a la misma hora,su alteza

Mientras el príncipe se iba, Esteban lo siguió con la mirada y se sorprendió con sus ojos cuándo él volteó a mirarlo

-mañana le traeré manzanas, señor Kukuriczka

No pudo agradecerle a tiempo porque el príncipe cerró las puertas a su espalda.

Esteban bajó la mirada a su entrepierna y se sintió tristemente avergonzado, necesitaba terminar la obra y nunca mirar atrás.

Alteza: 𝐞𝐬𝐭𝐞𝐛𝐚𝐧 𝐱 𝐟𝐫𝐚𝐧𝐜𝐢𝐬𝐜𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora