Las fiestas reales no dejaban nunca de ser excesivas, excéntricas y ruidosas.
Invitados de algunos reinos iban llegando de a poco y sumándose a la sala de eventos importantes dentro del palacio.Damas con vestidos elegantes y máscaras, en su mayoría venecianas.
caballeros que no se quedaban atrás en elegancia; litros del más fino alcohol y aperitivos exóticos servidos por los sirvientes mientras los músicos reales reproducían piezas exquisitas a medida que la noche se volvia más oscura.El príncipe Salvador, cómo el vanidoso que siempre había sido, disfrutaba de los obsequios, los halagos y las miradas furtivas de las damiselas que parecían invitarlo a otro lugar.
Todos bailaban, reían y la pasaban bien.
todos, excepto Francisco.él se aburría como siempre en ese tipo de eventos.
había saludado a los primeros invitados junto a su família pero con el correr de las horas y las bebidas burbujeantes fue perdiendo el interés; se quedó a un lado, con su traje impecable y elegante,y su máscara de medio rostro blanca colgada del cuello poniéndose cada vez más ebrio gracias a la cantidad de ese vino que no dejaba de probar saboreando en detalle las notas de uva y algarrobo.Buscaba, con mucha discreción,la presencia de Esteban en la fiesta.
había entre los invitados no solo reyes, reinas, príncipes, princesas, senadores y gobernadores, si no también algunos trabajores externos pero de confianza del reino; sabía que Esteban iba a ir, él era uno de esos, pero además se lo había prometido y por alguna razón creía mucho en su palabra.-me alegra que tu hermano haya vuelto,Francisco-le dijo muy de cerca una voz bastante familiar.
Juan, hijo de un gobernador, estaba allí con su madre desde temprano.
Fran lo había visto y lo venía esquivando desde entonces, se habían llevado demasiado bien en alguna época pero ahora prefería mantenerse lejos por sus propias razones.Al parecer, Juan no opinaba igual.
lo había buscado entre la multitud y ahora ahi estaba, vestido como solo él podía hacerlo y su máscara azul brillante aún puesta.-gracias, te lo agradezco-dijo segundos antes de inclinar nuevamente su larga copa de vino rojo
Juan se quedó allí a su lado, mirandolo.
le gustaba cómo le quedaban sus labios bordo luego de cada trago, como su cabello sobre sus hombros parecía despeinado y como su largo cuello reflectaba las luces cálidas de los candelabros.Pasaron algunos minutos en silencio sin moverse, hasta que Juan, casi como siempre, tomó la iniciativa.
-¿salimos un momento? quisiera que hablemos, hace años que nunca te puedo encontrar
-¿que? no, espero a alguien-respondió el príncipe de inmediato volviendo a buscar con la mirada a su pintor que seguía sin llegar.
-¿alguien?
-si, alguien
-¿que tipo de alguien?
-Juan...-murmuró, el problema con el hijo del gobernador siempre era el mismo, él quería más, se rehusaba a dejar ir el pasado
-¿no te cansas de rechazarme?
-no lo hago, pero eramos niños, ni siquiera sabíamos bien porque hacíamos lo que hacíamos, deberías olvidarlo
-no me puedo olvidar, guardo buenos recuerdos juntos
-deberias esforzarte más, entonces-dijo mientras hacía un gesto para llamar la atención de un sirviente que tenía una bandeja con más copas llenas
-¿porque pretendes que no te gustaba? ¿tengo que recordarte los detalles?
-justamente te estoy pidiendo que los olvides