|Nuestros últimos días|

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Stolas y Asmodeo cruzaron el portal hacia el castillo, dejando atrás el frío y el cielo nublado. La mansión, majestuosa y opulenta, les recibió con un abrazo de calidez y familiaridad. Sin embargo, la mente de Stolas estaba lejos de la paz que su hogar le brindaba. Las palabras de Asmodeo resonaban en su cabeza como un eco incesante: la realidad se desmoronaba, y con ella, todo lo que había construido.

Su corazón se llenó de una mezcla de terror y desolación. La idea de perderlo todo, de tener que empezar de nuevo, era aterradora. Su amado Blitz, su familia, su vida tal como la conocía... todo se tambaleaba al borde del abismo.

Con un esfuerzo titánico, Stolas reprimió sus emociones. No podía permitir que su familia lo viera vulnerable, no en ese momento.

Asmodeo observaba a Stolas de reojo, captando la tristeza que se reflejaba en sus ojos. Un sentimiento de compasión lo invadió. Sabía que este era un momento difícil para su amigo, pero no había nada que se pudiese hacer.

-Stolas yo-...-

-No fue tu culpa... Si Blitz pregunta por mi... dile que fui a descansar- lo interrumpió Stolas serio para caminar en dirección contraria.

Se dirigió a su habitación, con la esperanza de encontrar un momento de soledad para digerir la terrible noticia.

Al entrar en su aposento, cerró la puerta y se dejó caer sobre la cama, abrumado por la impotencia. Las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos, pero las contuvo con fiereza.

-Mierda... mierda... mierda- susurraba mientras llevaba sus manos a su cabeza y cerraba las cortinas con sus poderes.

Sabía que este tal vez sería su último día en esta realidad, no lo sabía. Tal vez sería mañana o pasado, y la nostalgia lo inundaba.

Cada rincón, cada objeto, cada recuerdo le susurraba al oído, recordándole todo lo que estaba a punto de perder.

-Porque siempre que... que creo algo... se destruye...- susurró acostándose en su cama.

Un silencio sepulcral se apoderó de la habitación. La poca luz que había en la habitación iluminaba la figura desolada del Príncipe, acurrucado en la cama como un niño buscando consuelo.

De repente, un ruido sordo rompió el silencio. Un objeto, pesado y con tapa de cuero, había caído con un golpe seco. Su diario había caído al suelo.

Stolas estaba confuso... Su diario de sus aventuras estaba en una posición en la cuál era imposible que este se caiga.

Tal vez era una señal...

O tal vez tenía esquizofrenia...

Se levantó con un temblor en sus piernas y se dirigió a su escritorio. Tomó una pluma y comenzó a escribir.

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Querido diario

No sé si este sea el último día que escriba en tus páginas. Un presentimiento ineludible me invade, una sensación de que el tiempo se agota. Cada rincón de mi reino, cada objeto que toco, cada recuerdo que me asalta, me susurra al oído la posibilidad de una despedida.

Stolas del pasado, si estás leyendo esto, quiero decirte que...

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Un gemido ahogado se escapó de los labios de Stolas mientras apretaba el diario con más fuerza contra su pecho. Era como si al aferrarse a él, también pudiera aferrarse a los recuerdos felices, a la vida que se desmoronaba ante sus ojos. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras llenaba cinco hojas con sus palabras, desahogando su dolor y su angustia.

Just Look My Way |Stolitz|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora