El Mirador de Alicia (Temporada 1) (Capítulo 9): reunión astral

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el decidido abandono con que yo me sueño

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el decidido abandono con que yo me sueño

-- de Roberto Juarroz - (1925 -1995)

El decidido abandono con que yo me sueño

no ha medido los árboles

ni calzado los ríos,

pero sabe su sombra y su corriente.

El obstinado empeño con que yo te sueño

no ha contado los pasos

ni ha partido los días,

pero sabe tu senda y tus cansancios.

El congregado gesto con que sueño

la cuota irremediable de mis miedos

sabe que el sueño suficiente de una cosa

es su único nombre verdadero.

Cuando Sara y Joel arribaron a las cabañas de madera, cargando sobre sus hombros el peso agotador de la jornada, Sara bostezó, llevando una mano a su boca en un gesto de fatiga. "Haaa... ya es muy tarde, mañana nos organizamos", murmuró con voz adormilada.

Joel esbozó una leve sonrisa, dirigiéndola a Sara. "Está bien, Sara. Mañana hablamos de eso", respondió, reconociendo el cansancio que compartían después de un día tan arduo.

Joel avanzaba con pasos fatigados hacia su cabaña de madera, cada movimiento resonando en el silencio de la noche. Uno a uno, se deshizo de cada prenda, desde los zapatos hasta la camiseta, hasta que quedó solo en la intimidad de su habitación. Se deslizó entre las sábanas y las mantas con un suspiro de alivio, buscando refugio en la calidez de su lecho, apoyando su espalda en la almohada mientras contemplaba el techo con la mente enredada en pensamientos fugaces.

Una sensación de necesidad se apoderó de él, un anhelo familiar que había estado ausente por mucho tiempo. "Hace mucho que no fumo nada...", murmuró para sí mismo, dejando que el deseo se apoderara de su ser. Se levantó con determinación, buscando su pantalón en la penumbra de la habitación, con la única intención de satisfacer ese impulso.

Al registrar los bolsillos, sus dedos tropezaron con algo: una caja de cigarrillos y un encendedor, como si estuvieran esperando su regreso. Sin dudarlo, tomó uno y lo encendió, dejando que el humo llenara el aire con su aroma familiar. Se sentó en el borde de la cama, observando la pared con la mente sumida en pensamientos distantes, mientras el humo se elevaba en espirales hacia el techo, disipándose en la oscuridad de la noche.

Al terminar su cigarrillo y extinguir lo último que quedaba con un soplo, Joel abrió la ventana y lo arrojó, siguiendo con su rutina habitual para ir a dormir. Se recostó, cerró los ojos y aguardó el amanecer del nuevo día.


Al despertar y abrir los ojos, Joel observó a su alrededor con una expresión de desconcierto. "¿Dónde estoy?", murmuró, escrutando detalladamente el entorno que lo rodeaba. Parecía encontrarse en un salón de baile, ubicado en el interior de un castillo victoriano en ruinas, donde cada detalle contaba una historia hermosa. Candelabros colgaban del techo, algunos yacían en el suelo, mesas cubiertas de polvo y sillas dispersas. Al fondo, unas escaleras ascendían hacia un piso más elevado, y sobre ellas se desplegaba una alfombra roja con detalles dorados, ahora oscurecida por el paso del tiempo y cubierta de polvo.

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