El Mirador de Alicia (Temporada 1) (Capítulo 8): dulce néctar

6 2 0
                                    

La noche los envolvía con su manto oscuro, y el susurro del viento parecía llevar consigo un eco de las palabras misteriosas que habían encontrado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La noche los envolvía con su manto oscuro, y el susurro del viento parecía llevar consigo un eco de las palabras misteriosas que habían encontrado. Con cada kilómetro que avanzaban, la sensación de intriga y peligro se acrecentaba en el interior de Joel y Sara, como una sombra alargada que se proyectaba sobre sus pensamientos.

El camino de regreso estaba impregnado de una atmósfera tensa. Joel. con la mirada fija en la carretera, navegaba por un mar de incertidumbre. Sara, por su parte, jugueteaba nerviosamente con sus dedos sobre el volante, tratando de despejar su mente de los oscuros sucesos que habían aterrorizado.

A medida que se acercaban a la civilización, el brillo de las luces de la ciudad parecía ofrecer un atisbo de seguridad en medio de la oscuridad. Un suspiro calmado escapó de los labios de Sara, y Joel, percibiendo su gesto, la miró con atención.

"¿Está todo bien?", preguntó con voz suave, tratando de aliviar la tensión que se había acumulado en el ambiente.

Sara, con una sonrisa cálida dirigida a Joel, intentaba calmar la situación tras un día largo y una noche aún más agotadora. "Por suerte, fue un día largo y la noche más. Ya quiero llegar y dormir algo", expresó con un suspiro de alivio.

Joel, mirando a Sara asintió con complicidad, compartiendo su anhelo de descanso. "Sí, yo también quiero descansar de este lío", respondió. "¿Te parece bien si comemos algo para despejarnos?"

Sara, entusiasmada por la idea, respondió con energía: "¡Claro! ¿Compramos unas cervezas y algo para picar?"

"¡Excelente idea!", exclamó Joel, contagiado por el entusiasmo de Sara.

Mientras se acercaban hacia el pueblo, Joel pensó en dónde podrían comprar lo que necesitaban. "¿Qué tal si vamos al centro? Debe haber una tienda allí", sugirió.

Sara estuvo de acuerdo y respondió: "¡Dale! Me dirijo hacia allá".

Entrando al pueblo, fueron recibidos por el típico cartel de bienvenida que adornaba la entrada. Mientras se dirigían al centro, continuaron conversando animadamente.

"Mira, estamos llegando", señaló Sara, emocionada por la idea de conseguir algo para comer y relajarse después de un largo día de trabajo.

La plaza central, donde las tiendas abrazan el espacio con un encanto que cambia con las horas del día, se despliega como un escenario pintoresco. Bajo el sol, el parque exhibe su verdor exuberante, mientras que al caer la noche, se transforma en un oasis de luces titilantes. Las majestuosas montañas, enmarcando el horizonte, añaden una nota de grandeza a este cuadro urbano.

Sara maniobró con habilidad para estacionar cerca de la tienda de víveres, justo en el corazón de la plaza. "Bueno, llegamos", anunció Joel mientras cortaba el motor del vehículo.

Sara asintió con una sonrisa cómplice. "¿Nos dividimos las cuentas?", sugirió, con un gesto amistoso.

Joel negó con la cabeza con determinación. "No, pago yo", respondió con generosidad.

EL MIRADOR DE ALICIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora