Joel y Sara, dos criminólogos con un pasado compartido en el apacible pueblo de Bellasperanza, se ven arrastrados de vuelta a sus raíces cuando un asesinato brutalmente violento sacude la tranquilidad de la comunidad. Con la sospecha de que pueda...
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El vehículo se detuvo frente al lugar donde se congregaba el funeral de Martín.
"Sí, hemos llegado", anunció Sara, observando la multitud congregada. "La concurrencia es notable, pero los padres están llegando hoy y se marcharán al finalizar. Realmente es una familia singular."
Joel reflexionó: "Resulta curioso que nunca vinieran a la casa de Martín después de su fallecimiento para recoger sus pertenencias. Suele ser algo común entre los familiares tras la pérdida de un ser querido".
Sara suspiró con pesar: "Residen bastante lejos. Resulta extraño, considerando que solían vivir aquí antes".
Joel asintió con comprensión: "Entiendo. Supongo que se mudaron y ahora han regresado para este triste acontecimiento".
"Es una posibilidad", concedió Sara. "Quizás por eso solo se presentaron al funeral. Bueno, voy a acercarme a hablar con los familiares y amigos".
"Si necesitas algo, no dudes en llamarme", ofreció Joel.
"Por supuesto, te avisaré si surge algo", respondió Sara, antes de adentrarse entre la multitud.
Sara observó cómo Joel se alejaba con el vehículo, su figura desvaneciéndose gradualmente en la distancia. Levantó la mano en un gesto de despedida, una leve sonrisa adornando su rostro mientras agitaba suavemente la mano en el aire en señal de adiós. Una sensación de miradas se posó sobre ella mientras contemplaba la partida de su compañero de trabajo y amigo. Con un suspiro, volvió su atención hacia el grupo reunido en el funeral.
Se acercó lentamente a una persona, extendiendo una mano en un gesto de cortesía. "Disculpa las molestias. Soy agente. ¿Te importaría responder algunas preguntas?"
La persona se volteó para enfrentarla. "Hola, no hay problema. ¿Qué sucede?"
Sara, con profesionalismo, comenzó su interrogatorio. "¿Sabes si Martín tenía problemas con alguien?"
La persona, frunciendo el ceño en un gesto de reflexión, respondió: "No lo sé con certeza. Tenía algunas deudas y cosas por el estilo. Eso es lo que mi madre me contó. Ella es la tía de Martín; yo soy su primo."
"Entiendo. ¿Sabes si sus padres están aquí?", preguntó Sara.
La persona señaló hacia una mujer elegantemente vestida cerca del ataúd. "Esa es la señora que va de gris", indicó.
"Ah, gracias", respondió Sara, despidiéndose cortésmente antes de dirigirse hacia la madre de Martín. No podía apartar de su mente el tema de las deudas. La casa era moderna y no parecía ser el hogar de alguien con problemas financieros.
Sara se aproximó con cautela a la mujer vestida de gris, quien permanecía cerca del féretro con una expresión grave pero serena. Se detuvo a unos pasos de distancia, mostrando respeto por el momento.
