«He conocido la perdición en aquella piel y encontrado la salvación al reflejarme en esos ojos».
- Anne Leblanc.
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"Usted tiene que hacerme un juramento, de tener un solo pensamiento. Ser sólo mía hasta la muerte". – Vinicius de Moraes.
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Junio es el mes del orgullo. Por ahora estamos viviendo cosas más allá de lo comprensible como sociedad, seguramente apenas y podemos procesarlo todo, sin embargo, la idea nunca ha sido detenernos y no lo será jamás. Vivan, amen a otros, a ustedes mismos y respétense. No teman, después de la hora más oscuro siempre viene el amanecer.
Canción sugerida: No vaya a ser – Pablo Alborán.
Horas atrás.
Dallas.
Los rayos del sol comenzaron a hacerse más prominentes, de modo que el calor y la luz me hicieron removerme en mi cama. Aún no quería despertarme, estaba agradablemente cómoda allí acostada bajo el edredón y mi cobija afelpada. Un suave aroma a café se extendió por el ambiente y un peso extra le proporcionaba un calor especial a mi cuerpo. Inhale pausadamente y mi estómago gruñó, sabía que no duraría demasiado sin poder inspeccionar el lugar.
Finalmente, abrí los ojos y cuando estos lograron adaptarse a la luz, percibí a mi pequeño hijo recostado a mi lado, acurrucado completamente contra mí. Él sostiene con una mano su pequeño conejo favorito, mientras apoya su cabeza sobre mi abdomen. Lo miro con adoración y acarició suavemente sus cabellos castaños tan largos, enmarañados y húmedos a causa del sudor.
En aquel momento sentí un sonido proveniente de fuera de la habitación, indicándome que ya era hora de levantarme. Consecuente a eso, me removí despacio en un intento por librarme del agarre de mi pequeño hijo. Cuando me pude sentar en el borde de la cama, me estiré como un pequeño gatito, luego me coloqué mis pantuflas y extendí la mano para tomar mi bata de seda.
Caminé hacia el baño y comencé con mi aseo matutino, cepillándome el cabello, los dientes y lavándome la cara. Entonces me dirigí a la cocina y el olor a café hizo que mi estómago gruñera de hambre, pero no sonreí sino hasta encontrarme con la figura imponente de mi esposo, tan alto y esbelto, con su espalda ancha y sus lunares esparcidos.
Mi esposo estaba de pie, llevando puestos unos zapatos italianos y su pantalón de vestir. Todavía se encontraba sin camisa preparando el desayuno, estaba tan concentrado en su labor que no notó mi presencia mientras batía los huevos. Lo adoraba con locura, tanto que ni siquiera pude evitar abrazarlo por la espalda para buscar su contacto inmediato, odiaba despertarme sin él. Sentí el olor prominente de su colonia, además de la esencia masculina de su champú. Llevaba el cabello mojado y este le caía un poco por el rostro haciéndolo ver muy atractivo.
– No es legal que seas así de guapo – le hablé, pasando mis manos por su cabello -. Me gusta como hueles – fue mi saludo.
Él dejó de batir inmediatamente y se dio la vuelta para mirarme. – Si la mujer más bella de este mundo me dice algo así, entonces debe ser cierto – dice riendo con falsa arrogancia –. Buenos días, hermosa – me saluda y se inclinó para besarme con lentitud. Luego apoyo la cabeza en su pecho y sus leves vellos que allí yacen, me hacen cosquillear la piel –. ¿Dormiste bien? – pregunta -. Jer se pasó a mitad de la noche, estabas profunda y no quise despertarte para preguntarte si eso estaba bien, preferí dejarlo dormir con nosotros.
