«He conocido la perdición en aquella piel y encontrado la salvación al reflejarme en esos ojos».
- Anne Leblanc.
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"No podría imaginarse un mundo sin él. Incluso cuando estaba ausente, ella sabía que estaba ahí, compartiendo el mismo planeta con ella, caminando en la misma tierra". ― Julia Quinn.
Canción sugerida: One Last Time – Ariana Grande.
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Veinticuatro horas antes.
Londres, Reino Unido.
Narrador Omnisciente.
Carla se despertó debido al viento gélido de la mañana acariciando su piel desnuda. En medio de la oscuridad, estiró el brazo con la intención de abrazar el cuerpo cálido de su novia contra el suyo; sin embargo, se encontró con una maraña de sábanas frías. Espabiló un par de veces, levantó la cabeza para buscar a Demetria con la mirada y, al no encontrarla, un nudo de ansiedad se formó en su estómago y su corazón latió dolorosamente lento dentro de su pecho.
—¿Pequeña? — llamó en voz baja, pero solo el eco de su propia voz le respondió.
Carla se sentó de golpe, y las sábanas se acumularon alrededor de su cintura, dejándola expuesta al frío matutino londinense. Recogió rápidamente su cabello antes de ponerse de pie, sintiendo cómo su cuerpo satisfecho le recordaba agradablemente la pasada noche, lo que hacía la ausencia de su pareja aún más inexplicable.
Las ideas comenzaron a vagar por su mente a una velocidad apabullante, haciéndola sentir expuesta e insegura. Trató de controlar sus pensamientos, recordándose a sí misma que Demetria podría haberse levantado temprano o estar en otra parte de la casa. Sin embargo, la inquietud persistía, y la posibilidad de que Demetria estuviese utilizando sus viejas tácticas de evasión le dolía.
Desde aquella madrugada en el puente, no había habido ni un solo día en que Demetria dejara que Carla despertara a solas. Cada noche, se acurrucaban juntas en la cama, y cada mañana, Carla se despertaba entre sus brazos. Era como si existiera una promesa silenciosa y firme entre ellas que decía: "No pienso irme a ningún lado". Por lo tanto, la inesperada ausencia de Demetria despertó una tempestad de inseguridades y miedo en el corazón de la escritora.
Carla no creía poder soportar la indiferencia de Demetria nuevamente. No ahora. No después de todo lo que habían pasado juntas. Los recuerdos del pasado afloraron en su mente, haciendo que su corazón se retorciera miserablemente al recordar cómo Demetria solía dormir en habitaciones diferentes, en la sala de estar o incluso en una hamaca, como si prefiriera cualquier lugar antes que estar a su lado.
En aquel entonces, Carla se repetía una y otra vez que no había ninguna relación formal entre ellas, que Demetria no tenía ninguna obligación de quedarse y que estaba fuera de los límites pedirle que permaneciera en la cama después de haber compartido momentos íntimos durante horas. Temía parecer necesitada o insegura, especialmente porque era la mayor y se sentía obligada a mantener una imagen de fortaleza.
