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"No puedo concretar la hora, ni el sitio, ni la mirada, ni las palabras que pusieron los cimientos de mi amor

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"No puedo concretar la hora, ni el sitio, ni la mirada, ni las palabras que pusieron los cimientos de mi amor. Hace bastante tiempo. Estaba ya medio enamorado de ti antes de saber que te quería." Jane Austen.

Canción sugerida: She keeps me warm - Mary Lambert.

Annabelle.

Le di un par de golpecitos a la máquina expendedora, esperando a que me devolviera el cambio, pero jamás sucedió. — ¡Maldita maquina! — gruñí, enfadada.

Intenté que alguno de los encargados me ayudara, pero ninguno parecía dispuesto, por lo que, con impaciencia, giré sobre mis pies y me di media vuelta para volver a la sala de espera. Había conseguido un par de cosas, entre ellas unos muffins, cappucinos de vainilla y una botella con agua. Además, le llevaba una galleta de chispas de chocolate a Demetria, lo cual era una sorpresa especial para animarla un poco.

De camino, canturrié una canción de Lewis Capaldi, en un intento por despojarme de todo rastro de agotamiento. Una vez crucé las puertas, inhalé hondo y saqué mi sonrisa más reluciente, no obstante, esta murió al instante al observar a Bianca en medio del pasillo con una expresión afligida.

Antes de darme cuenta, estaba dando grandes zancadas en su dirección, sin embargo, antes de que pudiera preguntarle lo que estaba pasando, una de las puertas del fondo se abrió, desvelando su presencia y nuestros ojos se encontraron en la distancia.

Mi estómago se contrajo al percibir su estado. En un microsegundo, solté todo lo que tenía entre las manos y corrí hacia ella, prácticamente arrebatándosela al médico de las manos. Ella escondió su rostro en mi cuello y le di una mirada al sujeto, quien seguía de pie junto a nosotros. — Yo me encargo de ella.

— Les haré saber en caso de que suceda algún cambio. Por ahora, les recomiendo que vayan a casa a descansar.

No dije nada. Aunque una amarga sensación estuviera desgarrándome la calma, solo me quedé ahí para ser su ancla. No quería exponer mi angustia. No deseaba que ella me diera explicaciones de cómo se sentía o por qué. Lo único que verdaderamente quería era que ella supiera que no estaba sola. Anhelaba con todas mis fuerzas que Demetria Lovato se dejara caer, siendo consciente de que yo estaría ahí para sostenerla.

No supe exactamente cuánto tiempo pasó desde entonces. Ella aferrada a mí, mientras yo la apretujaba contra mi cuerpo. Por un momento, el caos se ralentizó y sólo existimos nosotras dos, en una burbuja temporal donde Demetria pudo permitirse ser vulnerable y donde yo, dejé de lado el mundo para ser su lugar seguro.

Hasta que se removió para separarse de mí y me vi en la obligación de darle espacio. Noté que su mirada rehuyó de la mía y la verdad, cruzó mi mente como un rayo.

«Está avergonzada».

— No te atrevas — le supliqué.

Ella no me miró, su vista estaba fija en algún punto en el suelo, confirmando mis sospechas. — Es tarde — murmura, con la voz ronca —. Vete a casa, Annabelle.

MY DANGEROUS PASSION. (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora