Capítulo 9

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Andaba últimamente atribulada por lo que acababa de descubrir, Lisa hizo una visita a los padres de Jennie a la mañana siguiente. Después de que la hicieran pasar al salón, se sentó en un sillón de orejas cerca de la chimenea, para quedar frente a Hana y Miguel, quienes se encontraban sentados en el sofá de crin de caballo. Sin saber muy bien ni cómo ni por dónde empezar, Lisa apretó los puños y observó atentamente la alfombrilla con estampados de rosas, para intentar poner en orden sus ideas, lo que en aquel momento parecía una misión casi imposible.

Al final, decidió que contárselo todo sin rodeos era lo mejor que podía hacer. Y les narró los acontecimientos de la noche anterior. Terminó su relato diciendo:

-Después de ver cómo Jennie se comunicaba con mi ama de llaves, estoy convencida de que ella puede ser mucho más inteligente de lo que todos nosotros pensábamos.

Al oír estas palabras, Hana se puso tan blanca como una hoja de papel. Después de un momento de silencio que pareció retumbar en los tímpanos de Lisa, estalló.

-Tonterías. Nuestra hija sufrió una fiebre muy alta que la convirtió en una discapacitada mental, señora Manoban. ¡Ya le hemos explicado eso detenidamente!

-Y es muy posible que ustedes tengan toda la razón. Pero la pregunta es: ¿en qué medida es grave su discapacidad mental? ¿Alguna vez han tratado de averiguarlo? La chica es capaz de razonar, de manejar conceptos, señora Kim; no es una idiota. -Se deslizó hasta el borde de la silla e hizo un gesto de cansancio-. Miguel, tú eres un hombre educado. Seguramente entiendes lo que estoy diciendo. Tu hija puede observar la relación entre dos acontecimientos que aparentemente no están relacionados entre sí. Si ella fuese tan débil mental como creéis, ¿podría hacerlo?

Hana se levantó como un resorte.

-Los dos entendemos lo que está usted diciendo. Simplemente no estamos de acuerdo.

-No es mi intención culpar a nadie -les aseguró Lisa en un tono más tranquilizador-. Por favor, no me malinterpretéis. Sólo estoy diciendo que es posible que el mal de Jennie no sea tan grave como pensábamos. Quisiera llevarla a Portland. Hacer que le hagan algunos exámenes. Allí hay médicos excelentes que podrían...

-¡No! -Gritó Hana con voz aguda, y lanzó una mirada de resentimiento a su esposo-. ¡Temía que esto pasara! Te rogué que la mandaras a otro pueblo hasta que naciera el bebé. ¡Ahora mira lo que está pasando! ¡Quiere que le hagan unos reconocimientos!

Dijo la palabra reconocimientos como si se tratase de una vulgaridad. Lisa soltó un suspiro:

-Sólo un examen de rutina, señora Kim. Nada exhaustivo. ¿Qué podemos perder?

-¿Qué podemos perder? -preguntó ella fríamente-. Ése es sólo el comienzo. Luego querrá usted que Jennie se quede en Manoban Hall y no le permitirá venir nunca a casa.

Miguel alargó el brazo para sujetar firmemente su mano.

- Hana. Lisa no ha dicho tal cosa. Te estás precipitando al sacar conclusiones. ¿No es verdad, Lisa?

Una sensación asfixiante se adueñó del pecho de Lisa.

-Bueno, Miguel, la verdad es que me gustaría hablar contigo acerca de...

-¡Lo sabía! - Hana soltó su mano de un tirón. Fulminó a Lisa con la mirada-. ¡Usted nos dio su palabra, señora! Dijo que era un acuerdo temporal. Sólo de nombre. ¡Usted lo prometió!

Lisa se frotó la cara con una mano.

-Dije eso antes de que me diera cuenta...

-¿Antes de que se diera cuenta de qué? -preguntó ella-. ¿Cómo se atreve? Tiene a la chica durante tres cortos días, ¿y ya cree que la conoce mejor que su propia madre? ¿Acaso está pensando hacer que ese matrimonio sea permanente? ¡Cómo se atreve!

La canción de Jennie // (G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora