A la mañana siguiente, cuando bajaba las escaleras para dirigirse a la planta baja, Lisa se encontró con Yvonne, una de las criadas, que estaba frente a la habitación de los niños con un montón de ropa recién planchada en los brazos. Al verla, inclinó la cabeza y sonrió.
-Presumo que mi esposa está holgazaneando de nuevo esta mañana.
Yvonne negó con la cabeza.
-No, señora, ya se ha levantado, pero aún no está preparada para que le arreglen la cama.
Puesto que la puerta estaba entreabierta, Lisa no creyó que Jennie se estuviese vistiendo. Curiosa, asomó la cabeza por la puerta y vio a Antonia en el centro de la habitación, con las piernas ligeramente separadas y las manos en la cintura. Al ver a Lisa en la entrada, la saludó con la cabeza.
-Está buscando algo entre las sábanas de nuevo. -Se encogió de hombros para mostrar su desconcierto-. Hace lo mismo todas las mañanas sin falta. Se está convirtiendo en un ritual.
Lisa entró a la habitación.
-¿Le has preguntado qué está buscando?
-¿Que si se lo he preguntado? -Antonia negó con la cabeza-. No, no lo he hecho. Nunca se me ocurrió pensar que podría responder.
Contenta de tener una excusa, cualquiera que fuese, para quedarse, Lisa dirigió su mirada hacia Jennie, que estaba registrando con todo cuidado la arrugada ropa de cama. Como ya lo había notado antes, su camisón, si bien de corte recatado, era de tela muy delgada, y estaba tan gastado que se había vuelto casi transparente.
Tomó nota con el pensamiento de que era preciso añadir ropa de dormir a la lista de cosas que quería mandarle hacer. No es que tuviese nada en contra de los camisones de tela muy fina. Todo lo contrario. Pero...
Estaba sonriendo con satisfacción cuando se acercó a Jennie. Ella se sobresaltó al verla y dejó de dar palmaditas en las mantas.
Lisa señaló la cama.
-¿Qué estás buscando, Jennie? A lo mejor Antonia y yo podemos ayudarte.
Ella frunció el ceño, a todas luces inquieta, no sólo por la pregunta, sino también por el hecho de que Lisa estuviera esperando una respuesta. Lisa dejó escapar un suspiro. La paciencia nunca había sido una de sus virtudes, pero desde que se casó con Jennie estaba empezando a entender que éste era un atributo que tenía que adquirir. La habían obligado durante 16 años a obedecer reglas muy estrictas y le habían prohibido emitir sonido alguno o intentar comunicarse.
Sinceramente, Lisa no podía esperar que ella cambiara de la noche a la mañana.
- Jennie, responde la pregunta lo mejor que puedas. Nadie te va a castigar, te lo prometo.
Ella no pareció muy convencida de que eso fuese cierto. A Lisa no le gustaba presionarla, pero sabía que era esto o permitir que ella siguiera igual.
-¿Qué estás buscando? -Ahora empezó a adoptar una expresión severa que esperaba que la animara a responder, sin matarla del susto.
Ella tiró nerviosamente del canesú de su camisón, gesto que hizo que Lisa dejara de mirarle la cara y centrara toda la atención en su pecho. Ante la visión que apareció frente a sus ojos, apretó los dientes y enseguida volvió a dirigir la mirada hacia su rostro. De modo sorprendente, ella no pareció darse cuenta de que su centro de atención se había desviado por un instante. Después de lo que Lucio le había hecho, a ella le parecía que su ingenuidad era algo más que increíble. Pero la verdad era que estaba viendo las cosas desde su punto de vista, no desde el de Jennie. Era evidente que la violenta agresión de Lucio contra ella había sido sólo eso: violencia.
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La canción de Jennie // (G!P)
RomansaLisa Manoban se queda horrorizada al descubrir que su hermano ha forzado a una muchacha indefensa. Atormentada por la culpa, Lisa se casa con ella y pretende criar al hijo que lleva en su vientre. Al poco tiempo de la boda, Lisa descubre que Jennie...