Lisa estaba desabrochando el camisón de su esposa y estaba buscando a tientas en la parte de abajo, cuando finalmente entró en razón y se dio cuenta de lo que estaba haciendo y con quién.
Con Jennie. Dejó de besarla. Con la cabeza febril de pasión y los pensamientos embrollados, parpadeó y miró a su alrededor. Poco a poco, volvió a la realidad. ¿En el suelo? ¡Por Dios!
Cuando vio lo que había estado a punto de hacer, un escalofrío le recorrió el cuerpo, sacudiéndola como si le hubieran echado un chorro de agua helada. Respiraba entrecortadamente y trató con todas sus fuerzas de recobrar el dominio de sí misma, tarea que en ese momento le parecía titánica. El deseo. Ardía en sus entrañas como un carbón caliente. En sus sienes, el pulso empezó a golpear como un martillo pilón Con cada latido, es decir cada martillazo, sentía un dolor detrás de los ojos parecido al de una puñalada. Parpadeó e intentó enfocar con claridad su pequeño rostro, concentrarse en ella y sólo en ella; una chica dulce, asustada y en avanzado estado de gestación, que no sólo se merecía que la trataran con suavidad, sino que también lo necesitaba.
De alguna manera, ella la había puesto sobre su regazo. Su rodilla levantada servía de apoyo a la espalda de Jennie. El brazo alrededor de su vientre hinchado era el ancla que la sujetaba con firmeza. Bajando la vista, vio que le había subido el camisón hasta las rodillas, que había estado peligrosamente cerca de tocar tesoros prohibidos. Tragó saliva y llevó una mano trémula al desgreñado cabello de Jennie. Bajo las yemas de sus dedos, el pelo de la muchacha parecía seda calentada por el sol. Sus ojos, grandes y recelosos, se apartaron rápidamente de la mano de Lisa para posarse en su rostro. Era evidente que ella temía lo que Lisa pudiera hacer después. Y con toda la razón, pensó Lisa. Un par de segundos más y la habría tumbado boca arriba para abrir las puertas de su maravillosa intimidad.
-Jennie -susurró Lisa con voz vibrante-, lo siento. No quería asustarte, cariño. Es sólo que...-Se interrumpió. No estaba muy segura de lo que debía decir; no sabía si tenía que ser brutalmente sincera o mentirle para no asustarla aún más. Al final, optó por la sinceridad. La joven había sido alejada de la realidad durante muchos años, y ella no podía seguir haciéndole lo mismo-Te deseo terriblemente. Hace ya varias semanas que te deseo. Cuando una mujer como yo está cerca de una mujer durante un período tan largo de tiempo, como yo lo he estado de ti, y nunca puede... -Su voz se fue apagando-. Lo siento. El deseo me dominó durante un momento, eso es todo, y casi pierdo el control.
Lisa estuvo a punto de prometerle que no permitiría que esto volviera a pasar, pero se contuvo. La verdad era que podría suceder de nuevo. Era muy placentero abrazarla. Todo en ella le tentaba, desde el rosa translúcido de las pequeñas uñas de sus dedos hasta la brillante humedad de su carnoso labio inferior. Nunca había deseado tanto a una mujer. Lentamente -demasiado lentamente para ella-, el miedo desapareció de sus bellos ojos. Lisa le sonrió, sintiéndose más que aliviada de que ella le devolviera la sonrisa. Jennie aún estaba insegura y algo alterada, pero parecía dispuesta a otorgarle el beneficio de la duda. Gracias a Dios.
Se sentía como una vil canalla. Le acarició la mejilla y la miró fijamente a los ojos.
-Sin ninguna duda, ha sido el beso más dulce que me han dado en la vida. Siento mucho haberte acosado de esa manera. No te he hecho daño, ¿verdad?
Con algo de vacilación, ella negó con la cabeza. Ella pudo ver que ella estaba temblando, y esta vez no podía echarle la culpa a Lucio. Acariciando su boca con extrema delicadeza, susurró:
-Sé muy bien que no me la merezco, pero ¿me darías otra oportunidad? Esta vez haré lo que es debido.
Los ojos de Jennie se ensombrecieron, por causa del miedo o de la incertidumbre, no estaba segura. Contuvo la respiración, esperando la respuesta. Cuando ella asintió con la cabeza de manera casi imperceptible, Lisa estuvo a punto de soltar un grito de alivio, lo cual no habría sido apropiado en absoluto, teniendo en cuenta que a ella no le ilusionaba mucho aquella promesa.
ESTÁS LEYENDO
La canción de Jennie // (G!P)
RomanceLisa Manoban se queda horrorizada al descubrir que su hermano ha forzado a una muchacha indefensa. Atormentada por la culpa, Lisa se casa con ella y pretende criar al hijo que lleva en su vientre. Al poco tiempo de la boda, Lisa descubre que Jennie...