A lo largo de las semanas siguientes, la palabra cortejo adquirió un nuevo significado para Lisa. En lugar de conquistar a Jennie con palabras de amor dichas en susurros, hacía música, por llamarlo de alguna manera. En vez de escribirle poemas románticos, le dibujaba letras y hacía un gran esfuerzo para intentar enseñarle el alfabeto de signos. En lugar de entretenerla con conversaciones brillantes, le metía una trompetilla en el oído y gritaba; o clavaba los ojos en un libro y, mientras leía, intentaba torpemente hacer señas según las instrucciones.
Al principio, Jennie fue una alumna poco receptiva. A Lisa le devoraba la ansiedad tratando de hacer las señas perfectamente, pero al alzar la vista descubría que ella había desviado su atención hacia la ventana que se encontraba detrás de o que estaba mirando uno de sus «aparatos de ruido» con gran anhelo. De vez en cuando, la sorprendía incluso mirándola con aquel vivo deseo que le alteraba los nervios. Desde el día aquel en la habitación de los niños, Lisa no había vuelto a tratar de abrazarla, no porque no quisiese estrecharla entre sus brazos, sino porque temía perder el control si se excitaba demasiado.
Por lo visto, Jennie no tenía una preocupación semejante. Para ella, los juegos preliminares habían sido una experiencia sumamente placentera, y era evidente que no establecía relación alguna entre dichos juegos y el hecho de que Lisa quisiera hacer más. Lamentablemente, sí había una relación, y bastante fuerte. No obstante, Lisa estaba decidida a no tomar parte en actividades que pudiesen salirse de lo seguro, hasta que estuviera segura de que Jennie estaba lista para consumar el matrimonio.
Una mañana, mientras le daba una clase sobre la lengua de signos, Lisa alzó la vista de la guía de enseñanza y vio a Jennie apoyada sobre su escritorio. Su peso descansaba por partes iguales en los codos y en el hinchado vientre. La sonrisa picara y la mirada seductora hicieron que su corazón empezara a latir con fuerza.
-Jennie, se supone que deberíamos estar trabajando -dijo ella con voz severa.
Los hoyuelos de sus mejillas se hicieron más profundos y, mientras la mujer miraba fijamente su boca, a Lisa le dio la impresión de que estaba pensando en cosas que no tenían nada que ver con la lectura de los labios. Llevándose una mano al canesú de su vestido, ella empezó a juguetear con sus botones. Luego, alzó la mirada hacia la de ella. Su sonrisa le formulaba una inconfundible invitación. Lisa apartó la mirada enseguida y empezó a hojear desesperadamente las páginas del libro. La pequeña seductora se inclinó aún más hacia ella.
- Jennie -dijo, alzando la vista-. Baja, por favor, de mi escritorio. Vas a desparramar los papeles por...
Su mirada cayó como una roca para posarse en los delgados dedos de la joven, que habían pasado de los pequeños botones de su canesú a la cima de uno de sus senos. Ella se estaba acariciando suavemente a través de las capas de ropa. Lisa podía ver su pezón palpitando con fuerza contra la tela, y era una tentación que la atraía de manera irresistible.
-Jennie, no hagas eso. No es...
Ella sonrió y se mordió el labio inferior. Lisa se levantó de la silla y se dirigió hacia la ventana.
-No debes...
No podía apartar la mirada de su mano y de lo que ella estaba haciendo. Se le hizo un doloroso nudo en el estómago... y más abajo. Quiso decirle que aquel comportamiento era impropio de una dama, pero tenía que reconocer que, mientras ella hiciera aquellas cosas cuando estaban a solas, a ella no le parecía censurable. Todo lo contrario.
-Nunca hagas esto frente a otras personas -le dijo con voz ronca-. Ni en presencia de Antonia ni de nadie más. ¿Entiendes?
Ella asintió con la cabeza. Lisa tomó aire, temblorosa.
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La canción de Jennie // (G!P)
RomantizmLisa Manoban se queda horrorizada al descubrir que su hermano ha forzado a una muchacha indefensa. Atormentada por la culpa, Lisa se casa con ella y pretende criar al hijo que lleva en su vientre. Al poco tiempo de la boda, Lisa descubre que Jennie...