Chapter 1

22 2 0
                                    

Antes de que la luz del primer amanecer rompiera el horizonte de la existencia, antes de que las estrellas titilaran en el firmamento, antes de que la tierra se formara bajo el cielo infinito, en un vacío sin forma, sin luz, sin sombra, sin eco, estaba Ilúvatar. En el vacío primordial, donde ni siquiera el concepto de tiempo osaba existir, Ilúvatar, el Primero y el Último, el principio y el fin de todas las cosas, concibió en su mente solitaria un pensamiento sublime, una visión de un universo lleno de vida, luz y armonía.

Desde el corazón de la eternidad, Ilúvatar llamó a los Ainur, los primeros seres, nacidos de sus pensamientos más profundos y puros. Les enseñó una música divina, una sinfonía de posibilidades infinitas, cada nota una chispa de creación, cada acorde un pilar del ser. Los Ainur, con sus voces únicas, comenzaron a cantar juntos, tejiendo una melodía que resonaría a través de las edades.

La Música de los Ainur era más que una canción; era el lenguaje de la creación misma, una fuerza que daba forma a la realidad. A medida que la música se elevaba y se expandía, el vacío comenzó a llenarse con la luz de las estrellas recién nacidas, los mundos girando en la danza celestial, y la vida brotando en cada rincón de la vasta tela de Eä.


Los Ainur, movidos por la música de Ilúvatar, comenzaron a tejer sus propias melodías, añadiendo complejidad a la sinfonía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los Ainur, movidos por la música de Ilúvatar, comenzaron a tejer sus propias melodías, añadiendo complejidad a la sinfonía. Con cada nota, con cada armonía, el universo de Eä comenzó a tomar forma, un tapiz de estrellas y galaxias, de mundos y criaturas, de vientos y mares, de montañas y valles. La música se convirtió en materia, el ritmo en tiempo, la armonía en ley.

Pero en la música también había disonancia, pues Melkor, el más grande de los Ainur, deseaba que su voz dominara sobre las demás. Introdujo notas de poder y orgullo, sembrando las semillas de la discordia y el caos. A pesar de esto, Ilúvatar tomó la disonancia de Melkor y la tejió en la música, transformándola en parte de su grandioso diseño, permitiendo que la tensión y la resolución enriquecieran la complejidad de su obra.

 A pesar de esto, Ilúvatar tomó la disonancia de Melkor y la tejió en la música, transformándola en parte de su grandioso diseño, permitiendo que la tensión y la resolución enriquecieran la complejidad de su obra

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Y así, en medio de este tapiz cósmico, surgió Arda, el mundo que sería conocido como la Tierra Media. Un planeta de belleza inigualable, cuyas montañas, mares, bosques y ríos eran el eco de la gran sinfonía de Ilúvatar. En Arda, la música se hizo tangible, resonando a través de cada piedra y cada brizna de hierba, llevando en su seno los Ecos del Cosmos.

Ecos del cosmos(PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora