Hafefobia: Miedo irracional y persistente a tocar o ser tocado.
En este capítulo me voy a centrar principalmente en el miedo a ser tocado.
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Damian no siempre odio ser tocado.
Cuando era un niño de aproximadamente tres o cuatro años amaba que lo tocaran.
Le encantaban las caricias en la cabeza o los abrazos de su madre.
Diablos, incluso le gustaba ser besado en la frente.
Bueno, hasta que llego su cumpleaños número cinco.
Nunca le importo la falta de celebración en su cumpleaños, pero siempre amo el abrazo de su madre por la mañana junto con un “feliz cumpleaños, habibi”.
Pero ese día no hubo ningún abrazo o felicitación de su madre por la mañana.
El pequeño niño de cinco años decidió ignorarlo y prepararse para su día.
Cuando estuvo listo, una de las criadas llamó a la puerta informando que su madre lo necesitaba en la oficina de su abuelo.
Damian se dirigió con paso firme pero sigiloso y espalda recta a la oficina de su abuelo.
Desearía nunca haber seguido la petición de Thalía.
Entro a la habitación con ingenuidad creyendo que su madre lo llamó para disculparse por no estar ahí cuando él despertó.
No fue así.
Cuando ingreso a la oficina vio a su abuelo sentado en su escritorio mientras su madre se encontraba detrás de él como un centinela silencioso.
Ese día se le informó que comenzaría su entrenamiento para convertirse en un asesino digno del apellido Al Ghul.
Desde ese día comenzó su infierno.
Su madre lo obligo a entrenar hasta que su cuerpo colapso una y otra vez.
Fue sometido a diferentes pruebas por parte de su abuelo para probar su valía.
Entre muchas otras cosas también fue torturado de todas las maneras posibles para aumentar su resistencia al dolor.
Después de todo no se podía permitir revelar información sobre la liga si algún día era capturado.
Cuando cumplió los siete años su “madre” paso a ser Thalía en su mente y señora en su presencia.
Mientras que su “abuelo” paso a ser Ra’s y señor.
Después de cada sesión de tortura o entrenamiento el pequeño disgusto que Damian comenzó a tener por ser tocado aumento cada vez más.
Cada vez que Thalía terminaba de torturarlo se acercaba y acariciaba su cabello como si no lo estuviera golpeando hacía unos minutos.
Ella siempre decía lo mismo “Esto me duele más que a ti, Damian”.
Sinceramente, en su mente, Damian lo dudaba mucho.
Soportar todos los insultos, el cansancio, el dolor y el desprecio fue horrible, pero no fue lo peor.
Lo peor fue la perdida de gusto por el toque hacia él.
Cada que una mano se posara sobre él sentiría como si esa zona estuviera en llamas aunque supiera que no era así.
Como si el toque le ardiera.
