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- 01: ʜɪᴊᴏs ᴅᴇʟ ғᴜᴇɢᴏ

- 01: ʜɪᴊᴏs ᴅᴇʟ ғᴜᴇɢᴏ

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TODO EL CASTILLO ESTABA ATENTO AL NACIMIENTO DEL CUARTO HIJO DE RHAENYRA, todos preguntándose si esta vez el niño se parecería a su " padre" Laenor Velaryon, pero como los tres casos anteriores esto no era así. Ojos marrones, cabello castaño oscuro, porta de Strong no de Velaryon pero nadie podía opinar libremente y el rey se negaba a creer en las habladurías que los siervos, nobles, maestres y sirvientes, ante sus ojos su hija mayor es una santa, alguien incapaz de cometer un error.

Mientras en la fosa de dragones se podía ver al primer hijo de la reina Alicent, Aegon y su hermano menor Aemond, asi tambien se podia ver a Jahaerys y a Lucerys, en las sombras, oculta tras una columna se encontraba Naerys, con su joroba, su mandíbula dislocada y sus ropas sucias y mal cocidas, no parecía una princesa, parecía un mendigo, pero a lo largo de los años se acostumbró a la soledad, el dolor de ser ignorada y a las burlas de sus hermanos y su tío Aegon, los únicos que eran buenos con ella eran Laenor, Helaena y, en algunas ocasiones, Aemond. Desde las sombras Naerys veía con fascinación al dragon Vermax perteneciente a su hermano menor, ella aparte de ser una princesa abandonada, también carecía de un dragon como su tio Aemond quien asistía a los entrenamientos y veía con dolor como él carecía de lo que hace especial a la casa Targaryen.

—Aemond, tenemos una sorpresa para ti —dijo Aegon con falso tono de suavidad, lo que despertó las alertas de Naerys.

—¿Que es? —pregunto Aemond con curiosidad.

—Algo muy especial —respondió Lucerys y salió corriendo hacia las escaleras que llevan a la fosa de los dragones.

Naerys conocía de ante mano la maldad de Aegon y los fácilmente manipulables que son sus hermanos, todos compartían la misma maldad, incluso Lucerys aunque a veces era "dulce" e "inocente", el Lucerys que Naerys y Aemond conocían era muy diferente a lo que la corte lo describe. Naerys quería intervenir pero una mirada peligrosa por parte de Jahaerys la hizo retroceder, su hermano mayor era el peor de todos a los ojos de Naerys y ella sabía que si se entrometía lo pagaría muy, muy caro.

—Eres el único que no tiene dragon —dijo Aegon guiando a su hermano menor al comienzo de las escaleras.

—Naerys tampoco tiene...—susurro Aemond.

—Esa jorobada no cuenta, ella es inútil, no merece un dragon —dijo burlonamente Jahaerys, hiriendo el corazón de Naerys quien los podía escuchar fuerte y claro.

—Y nos sentimos mal por eso —dijo Aegon volviendo al tema principal— así que encontramos uno para ti —dijo casual Aegon.

—¿Un dragón? ¿Como? —pregunto Aemond, quien miro de reojo a Naerys y esta negó con la cabeza en señal de que no les crea, pero Aemond no hizo caso.

—Los dioses proveen —respondió Aegon.

Se escuchaban "gruñidos" de dragón hasta que Lucerys llegó con la peor ofensa para Aemond. Era un puto cerdo con dos alas, su hermano y sus sobrinos reían, excepto Naerys que veía con asco y horror lo que le hacían a su tío, era una ofensa y una burla a un príncipe.

—¡Admiren al terror rosado! —exclamaron Lucerys y Aegon al mismo tiempo.

Las risas y las miradas burlonas no tardaron en llegar a oídos de Aemond, quien hervía de rabia y dolor, estaba bien que él no tenga dragón no es el primer príncipe en no tener uno, pero esta burla fue demasiado lejos y juro vengarse de quienes osaron burlarse y fallarle al respeto.

—Asegúrate de montarlo con cuidado —dijo Aegon— la primera vez es dura -se burlo y luego hizo un sonido de cerdo.

Lucerys y Jacaerys no tardaron en imitar a su tío y empezaron a imitar el sonido de un cerdo resoplando y riendo a carcajadas mientras Aemons se sentía humillado y enojado, su hermano y sobrinos se iban hasta que solo quedaron Aemond y Naerys.

—¿Tú también te burlaras? —pregunto con ira Aemond sin apartar la vista del cerdo.

Naerys salió de su escondite y se acercó lentamente a Aemond, soportando el dolor de su espalda, dolor con el que creció.

—Ellos no saben nada... —susurro timida y Aemond volteo a verla.

—Ellos... —empezó molesto.

—Van a morir —interrumpió Naerys— algún día, ellos serán meros caballeros, olvidados en el tiempo, pero tú... se que lograrás cosas gloriosas, tío —dijo timida— algún día, ellos morirán por dentro y te envidiaran —susurro.

Aemond entendía que Naerys era igual de extraña que su hermana mayor Helaena y en parte por eso ambas son tan unidas, son las únicas que se entienden entre sí, pero oír a alguien decir que cree en él lo hizo sentir feliz y cálido por dentro, lo hizo sentir amado.

—Pronto hará frío, vuelve al castillo —dijo más calmado Aemond— se que te duele cuando hace frío... —susurro y Naerys sonrió timida.

—Siempre duele, pero te haré caso esta vez —dijo timida— Tío, por favor, no bajes solo —le pidió y salió lentamente de la fosa de dragones.

Aemond camino hasta las escaleras y las bajo lentamente, sintiendo un poco de miedo ya que no está acostumbrado a ver a los dragones, mientras caminaba por la fosa podía oír la voz de Maerys en su cabeza suplicando que no baje solo pero aquí estaba él, en la fosa sin nadie a su lado. En una cueva se escucha el rugido de un dragón, Aemond se paraliza de miedo y antes de que el fuego del dragón lo toque sintió que lo empujaban hacia atrás y luego escucho un grito de dolor, Naerys se interpuso entre él y el fuego, Aemond ayudó a naerys a salir de la fosa y cuando un guardia los descubrió ordenó al guardia atender a Naerys, pero el guardia parecía reacio.

—¡Tu príncipe te lo ordena! —grito Aemond— ¡Te ordenó ir por los maestres y atender a la princesa Naerys —ordenó nuevamente mientras sentía las lágrimas de Naerys en su hombro.

El guardia a regaña dientes hizo caso y esa noche, pese al regaño de su madre, logró escabullirse al ala este de la Fortaleza Roja, un ala que está abandonado por todos, los reyes, los sirvientes, los príncipes, los guardias, todos excepto Naerys, allí residía ella sola y sin nadie. Aemond entró a la habitación de Naerys y la vio en la cama llorando en silencio de dolor, lo que sorprendió a Aemond es la habitación de Naerys que pese a estar algo abandonada con las paredes quebrajadas, la ventana rota, los muebles roto o a punto de romperse, se podía ver enredaderas de una flor blanca y pequeña, una flor muy bonita, también se colaba la luz de la luna por la ventana y las velas le daban un toque de paz a la habitación.

Aemond se acercó a la cama y se recostó al lado de Naerys quien sollozar tratando de calmarse.

—Gracias... —susurro Aemond.

Naerys solo le dio una pequeña sonrisa y luego de un rato ambos se quedaron dormidos tomados de las manos, una al lado del otro, haciendo compañía a sus corazones rotos y almas solitarias.































𝘋eath in the family 𝐴𝑒𝑚𝑜𝑛𝑑 𝑇𝑎𝑟𝑔𝑎𝑟𝑦𝑒𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora