•III•

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- 03: ʙʟᴀᴄᴋ ᴛᴏᴡᴇʀ

- 03: ʙʟᴀᴄᴋ ᴛᴏᴡᴇʀ

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LAS OLAS GOLPEABAN LA COSTA, UNA ENORME SOMBRA DE CERNÍA sobre el pequeño e inconsciente de Naerys, en la colina más alta se podía ver una hermosa, grande e imponente fortaleza negra. Los vientos soplaban con fuerza, mientras un hombre se acercó a la niña, la observa y luego la carga caminando hacia la torre, el dragón solo demostró respeto hacia el hombre y siguió durmiendo.

Mientras tanto en todo Westeros se lamentaba la muerte de Naerys, Aemond al enterarse de la muerte de su sobrina, se sintió vacío, desolado, arrepentido. Tal vez si hubiera puesto más voluntad en conocerla, en consolarla, en acompañarla Naerys no se hubiera lanzado por la borda. Esa es la historia que Rhaenyra dijo cuando murió su hija, que la pobre Naerys no pudo con el dolor de ser deforme y se lanzó al agua pero Aemond no creía esa historia, pese a no haberse esperado mucho en conocer a Naerys sabía que su sobrina tenía la suficiente fuerza de voluntad como para soportar el dolor en su espalda y lo mas importante, su mirada, ella tenía una mirada tan feroz, tan decidida, tan fuerte en definitiva es la mirada de un dragon.

Era medianoche cuando Aemond entró a la que fue la habitacion de Naerys, observo absolutamente todo, cada mueble, cada esquina, cada telaraña, noto que Naerys tenía un pequeño y muy mal hecho peluche de un oso. Se podía sentir la soledad y la tristeza en esa habitación al igual que el el frío de la noche. Aemond se acercó a la cama y se sentó al borde de esta dándole la espalda a la puerta, mientras recordaba a su, ahora, difunta sobrina. Una pequeña lágrima cayó por su único ojo y se la limpio tan rápido como cayó.

-La difunta princesa hizo a mano ese muñeco -dijo Sir Errik desde el umbral de la puerta.

-¿Como lo sabes? -pregunto Aemond con seriedad.

-Soborne a unas criadas para que me den hilo, aguja y pedazos de tela -admitió y se sentó al lado de Aemond en el borde de la cama de Naerys- su sobrina lo admiraba -confesó.

Aemond soltó un bufido y negó con la cabeza, sin creer en las palabras del guardia.

-Era débil -dice serio Aemond aun mirando el muñeco.

-Era gentil con ella -contraataca Sir Erryk- Pese a que a veces ella decía que usted la ignoraba, la princesa Naerys lo adoraba, usted al menos le dirigía la palabra con más delicadeza que el resto de su familia -susurró.

Aemond no dijo nada, solo miro el muñeco pensando en lo idiota que fue por haber tratado tan mal a su sobrina, sabía que Naerys era un alma dulce y bondadosa como su hermana mayor Helaena, tal vez por eso ambas princesas se llevaban tan bien, se entendían mutuamente.

Pero los recuerdos de su risa se borraron y fueron opacado por aquellos donde Naerys solo sufría, haciendo que la sangre de Aemond hierba como el fuego.

-Ella no cayó -susurró Aemond y Erryk no dijo nada solo se tenso- ella no cayó de ese barco, a Naerys la empujaron, yo estoy seguro -declaró con ira reprimida- y se que fue... -Erryk lo interrumpe.

-Tenga cuidado mi príncipe -lo detiene de seguir hablando- se que esta en duelo, pero aquí hay muchos oídos y ojos -susurro- cuide sus palabras, sea más inteligente, aquí se comen a los débiles -susurró- la princesa Naerys entendía eso, por eso tuvo un plan de contingencia -declaró.

Erryk se acercó a un mueble en la esquina de la habitación con Aemond observándolo atentamente, Erryk luego de buscar detrás del mueble saca un pequeño cuaderno y se lo entrega a Aemond, quien sólo empieza a observar el contenido, descubriendo que no es más ni menos que secretos de lores, guardias, ladies, incluso del propio rey, así también como un mapa de la Fortaleza Roja y sus túneles secretos.

-La princesa era joven, pero no tonta -dijo Erryk- hubiera hecho cosas grandiosas -se lamento.

-Ella hizo la cosa más grandiosa de todas -dijo Aemond tomando el muñeco y el cuaderno para luego caminar hacia la puerta de la habitación- nacer -declaró y Aemond volvió a su habitación.

Esa noche se sintió tan fría, tan vacío, tan solitaria, Aemond estuvo toda la noche leyendo las páginas de aquel cuaderno, mientras al mismo tiempo abrazaba el muñeco de su difunta sobrina.

Los sentimientos eran confusos, Aemond quería a Naerys pero no sabía respetarla por su deformidad y ahora los dioses lo castigaron con una deformidad pero ver a Naerys defenderlo, verla tan segura, tan imponente, tan... Targaryen, solo le hizo ver a Aemond lo que no quería admitir. Él amaba a Naerys.

El dolor de su muerte fue olvidado rápidamente por los miembros de la familia Targaryen, como si Naerys no fuera nada, pero Aemond solo se corrompia más, la sed de venganza por su ojo y el asesinato de su sobrina solo crecía y crecía hasta estar a punto de explotar, pero todo sentimiento negativo se vio sacudido al recibir a un cuervo mensajero, que tenía un mensaje directo para Aemond.

"A veces solo necesitamos gritar, ve a la costa, grita tan alto como puedas, grita hasta que tus pulmones duelan, esa es la única manera.

-B."

Aemond estaba intrigado y confundido por esta carta, sobretodo porque no sabía quién era el remitente, pero por alguna razón no sintió peligro o amenaza solo paz y calma, casi le recordaba a Naerys, ella tenía esa aura tan tranquila y pacífica perl al mismo tiempo era peligrosa y misteriosa.

El joven decidió hacer caso y por ello se encaminó a la costa donde al llegar observo el horizonte, el mar, la arena, los árboles y grito, grito tan alto que su garganta le dolía, grito tan alto que hasta su dragón lo acompaño en la fosa de dragones, grito tanto que no noto cuando las lágrimas caían, los sentimientos emergían y se libero de aquello que retenía. Su dolor, su vergüenza, su tristeza, su amor, su oido, todo se libero en ese grito desgarrador pero liberador. Cuando sus cuerdas ya no pudieron gritar, Aemond tenía una sola cosa en mente.

Venganza.

𝘋eath in the family 𝐴𝑒𝑚𝑜𝑛𝑑 𝑇𝑎𝑟𝑔𝑎𝑟𝑦𝑒𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora