Narrador omniscienteLa suave brisa matutina despeina pequeños cabellos de Martina, una acogedora melodía de pájaros cantores se distingue entre el bullicio de la ciudad, y el sol ilumina los ojos marrones de la chica. Estas son las pequeñas cosas que llenan de serenidad su alma. Son estas las cosas que le dan las fuerzas para levantarse.
Últimamente ha estado muy ansiosa, está comiendo muchos dulces, y eso en vez de calmar su inquietud la fortalece, nunca tuvo problemas graves con la comida, solo pequeños atracones cuando era una adolescente y su vida era una mierda. Pero ahora por primera vez se cuestiona si debería comer cualquier cosa antes de hacerlo. La culpa ha estado invadiendo la tranquilidad de Martina cada vez que come, así que para su calma prefiere no hacerlo, su dieta se ha estado basando en una fruta a la mañana, almuerzo y un yougurt; y cuando algo que no sea su dieta invade su estómago la carga de lidiar con su cuerpo ahora lleno de comida la carcome.
Pensamientos intrusivos llegan a la mente de Martina mientras contempla la vista desde la comodidad de su balcón, una manzana acompaña su mañana como en los últimos días. Matías la nota extraña, más cansada, y aveces le cuesta mantenerse de pie, o si muy rápido se levanta muy rapido se marea. Ha tratado de averiguar qué pasa, pero su respuesta siempre es un "nada", Martina la verdad no le toma peso a lo que hace, y tampoco sabe que le pasa, así que otra respuesta no le podría brindar, pero el joven castaño decidido está en descubrir el origen de este cambio repentino.
Cambiando de tema, es momento de tener una profunda charla entre la pareja multicultural, a decir verdad, ninguno sabe que les depara el destino, pero ahora deben enfocarse en hacer durar su relación y no salir a decir que terminaron a la semana.
Un beso helado se posa en el cuello de la morocha y está sonríe inconscientemente por el acto, el contrario toma una silla de dentro y la coloca al lado de su chica para acompañarla, acaricia suavemente su muslo, cerca de aquella zona sensible. Desde que descubrió las cicatrices de la rulienta se ha convertido en su lugar favorito. Las palabras no hacen falta, solo disfrutan de su compañía en silencio, la paz invade sus corazones y sus almas destinadas se saludan en un cálido abrazo que llena en estos un pedazo de aquel hueco que ambos tienen desde su memoria.
Por un instante el bullicio cesa y lo unico que se escuchan son sus corazones que laten desesperados con la presencia del otro, una sonrisa se posa en ambos labios y los mimos llegan desde la mano el castaño hasta el cabello de la mulata.
Conversaciones en vano llegan y se van con el aire, Matías sabe que algo pasa pero no logra distinguir el que, solo desea sacar esta angustia del corazón de su preciada compañera.
- Eu Marti - Dice calmado y con una voz amorosa el chico de tez blanca
- ¿mmh? -
ESTÁS LEYENDO
𝐌𝐢 𝐬𝐚𝐥𝐯𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 || Matias Recalt
Fiksi Penggemar• La vida es cruel, y la muerte egoísta •