3. Salty Omega: Se llama Turquesa, Tom

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Por Tom

Era bueno tener un compañero, nunca iba a estar tan enamorado como con Damián, definitivamente, pero era buena la idea de que alguien se alegrara por las mismas cosas que yo.

Yo no pensaba así, no era mi forma de pensar antes de... Ver a Matt, pero ahora si lo era.

Era un prodigio, no me podía creer que hubiese pasado tantos años desperdiciándose, hundiéndose así mismo en su propia autocompasión. No pensaba esas cosas de él, no creo que le gustara generar lástima, pero nos parecíamos, por causas distintas, pero también éramos dos personas a medias tratando de vivir sin avanzar ni un paso, así que irremediablemente había terminado diciendo lo que pensaba de mí mismo.

Yo iba a disculparme, lo pensaba hacer, hasta que lo vi con Santiago, sonriendo, charlando y coqueteando: Avanzando, quería avanzar, se inscribía en concursos, practicaba, venía a clases, solo le faltaba un empujón, alguien que le zamarreara lo suficiente para que tuviera que correr.

Lo espere, sabía que tarde o temprano llegaría al salón; pero aunque lo esperaba no pude evitar sentir un ligero remezón en mi interior al verlo. Era lindo, no se podía evitar, era un omega y estaban biológicamente programados para parecermelo, pero no era como los demás, yo sabía apreciar la belleza en otros alumnos: Kú, Simone, Edith, eran el tipo de omegas que todo el mundo volteaba a mirar, que tenían a un alfa comiendo de su mano en dos movimientos de cadera; pero Matt... Matt.

Matt tal como sus pinturas no se parecía a nada que se hubiese visto antes, era como si todos los pintores del renacimiento hubiesen hecho un boceto juntos, a carboncillo y luego dejaron que Van Gogh lo coloreara, como si hubiese inventado colores nuevos solo para el.

Había vuelto a pintar, en la comodidad de mi casa y con una amplia gama de azules y verdes, pero aún no podía encontrar ese color, el tono exacto que los maestros habían inventado para el.

Tenía un sin fin de bocetos, de siluetas, en mis cuadernos, en mis cuadros e incluso en exámenes que revisaba; pero ninguno tenía sus ojos, no podía dibujarlos, no entendía como.

"No me gustó" mencionó Matt mirando su caballete con un suspiro, le debía haber costado horrores decir esa frase, después de todo lo que me había peleado que si, que el sabía lo que hacía y que quedaría mejor.

Yo solo apreté mis labios "Quítaselo e intenta mañana, estás cansado ya" el negó con esa expresión tan ajena a este mundo, yo volví a mirar mi dibujo: No le hacía justicia "O practica en otra cosa, es tu tiempo tú sabes lo que haces"

Me obedeció, tomando su croquera y un lápiz, me miraba de reojo, como si yo fuera a espiar lo que hacía, yo solo estaba tratando de buscar un ángulo exacto— Profesor Copé —contesté con un quejido, sin levantar mi vista de la hoja— ¿Usted cree que algún día alguien realmente se interese en lo que hago? ¿Que lo entienda?

Le miré entonces, ya no me miraba, estaba absorto en su croquis; a su lado lo que llevaba de su proyecto— Si alguien no aprecia lo que haces, Matt, debe ser un ser vivo sin corazón y tú serías capaz de hacer sentir a Dorian Gray.

El me miró, me sentí feliz de que el entendiera esa referencia y pude ver un ligero sonrojo en sus mejillas.

Yo era Dorian Gray, aunque el no lo supiera, era un chiquillo apenas comenzando su vida, estába decidiendo que hacer e incluso podía jurar que se estaba enamorando por primera vez. Cada día cuando llegaba a mi casa, miraba el cuadro de Damián, el que me acompañaba en cada sesión en busca del azul verdoso que no tenía, me lo imaginaba riéndose de mí, burlándose de lo fácil que había caído enamorado esta vez y me reía también, porque ambos sabíamos que jamás me iba a acercar de esa forma a un mocoso, menos a uno tan roto, pero era agradable volver a sentir.

BitterSweet Omega/ Omega Agridulce (OMEGAVERSE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora