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Chillido

—¿Encontraste algo? — pregunté a través del teléfono mientras ingresaba a la decimonovena calle que revisaba el día de hoy.

—Aún no. —respondió Camila, gritando a lo lejos a un oficial que la molestaba. —Detesto a los policías, no sé por qué me enviaste aquí.

—Eres la maestra de la seducción y convencimiento. Eres la mejor y la única capacitada para esa difícil tarea.

—¡Hay Gracias, Rayd! —exclamo alegre Camila.

—Además eres una "presa fácil" , para ellos, cuando en realidad tu eres la depredadora. —respondí riendo, lo que provocó que Camila me insulte y corte la llamada.

Guardé mi teléfono en mi bolsillo derecho y seguí mi camino.

No sé qué haría sin ella... Bueno, si lo sé, ser feliz.

La calle estaba llena de bolsas y algunos restos de basura que eran llevados por el viento. No poseía aceras ni tampoco pistas de concreto, solo era tierra endurecida con algunas rocas. Las casas eran pequeñas de material prefabricado y láminas de contrachapado (Triplay o como le conozcan). Fuera de ellas, estaban niños de entre 6 a 7 años jugando descalzos, con caras sucias y ropa rasgada o también decoloradas, producto del largo uso de las mismas prendas.

Así es, pobreza.

¿Qué esperaban? ¿Niños sobre camionetas o con trajes elegantes? Esta era la cruda realidad que los padres de estos niños hacían vivir.

Mis padres siempre dicen que no podemos decidir nacer en la pobreza, pero sí podemos salir de ella. Con esfuerzo, trabajo y mucho sacrificio.

Claro que las palabras eran mucho más bonitas que las acciones. Porque hay que ser realistas, muchos intentan salir de la pobreza y lo único que consiguen es hundirse más gracias a deudas, estrés y problemas.

Algunos padres de familia me observaban extrañados y preocupados, tal vez porque pensaban que era algún delincuente o porque era un extorsionador. Si era así, sabía que estaba en el lugar correcto, me dirigí a una señora de 40 años que estaba tendiendo ropa fuera de su casa para recolectar más información sobre el lugar.

—Buenos días, disculpe...

—Lo siento, no compro lo que sea que esté vendiendo. —exclamo la mujer ignorándome y dándome la espalda para seguir tendiendo la ropa.

—Solo buscaba información. No vendo nada. —respondí, volviendo a ser ignorado, pero sin darme por vencido. —¿Conoce a un grupo que se hace llamar "los lobos de la montaña" o sabe de alguien que ha estado siendo extorsionado?

—Somos gente pobre, vivimos del sueldo de nuestros esposos, nuestros hijos solo llegan al tercero de secundaria. ¿Cree que estoy interesada en un grupo musical o de drogas que se hace llamar los lobos del monte? Haga el favor de no quitarme el tiempo o haré que mi perro le arranque los testículos. —señalo al perro de raza pitbull que estaba encadenado por una desgastada cuerda.

Deje tranquila a la mujer y seguí mi camino. Esto era uno de los problemas que pasábamos cuando debíamos acabar con los invasores, muchas personas vivan encerradas en sus propios problemas y pese a poder brindar información importante, deciden callar y dejar que esos grupos sigan atormentándolos.

Saque mi teléfono de mi bolsillo y revise el mapa de Google Maps, para tener claro que en que otra calle debía investigar para conocer la expansión que ya tenían este grupo de pulgosos. De pronto una señal de emergencia llego a mi teléfono, proveniente del norte de la ciudad, cerca de donde me encontraba.

CUNEX - DEVORADORES DEL DOLOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora