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El poder de un Madax

"Un Cunex sí puede amar, pero no se le permite. Porque de perder al amor de su vida significa perder su razón de vivir, su alma, su felicidad y sumirse en el dolor eterno. Un dolor que te perseguirá por el resto de tu miserable vida."

Las palabras de Barq resonaban en mi mente como un eco incesante, cargando cada pensamiento con un peso insoportable sobre mis hombros. Era como cargar una cruz. Un peso moral y doloroso que se manifestaba en un puñal sobre mi pecho.

Los entrenamientos se habían visto interrumpidos inesperadamente por la necesidad de Barq de ausentarse por dos días, dejándome a solas con la tormenta de emociones que me consumía.

—¿Tú crees que se haya ido a la tumba de su esposa? —preguntó Camila, confundida, mirando al techo mientras descansaba sobre mis piernas.

Yo fingía ver la televisión, pero en realidad divagaba en mis propios pensamientos torturándome una y otra vez.

—Es lo más probable. —respondí, ignorándola. Camila solo me miró y suspiró.

—No debes agobiarte con todo esto...

—Camila somos los únicos que sabemos de esto. Los humanos viven en paz gracias a nosotros o pensamos eso hasta que Jonathan se le ocurrió atacarnos. —repliqué con mala gana, estresado y angustiado. —No logramos nada, no he podido teletransportarme más, no somos capaces de derribar a Barq. ¿Qué pasará cuando el imbécil ese llame a su ejército? Ni siquiera Barq podrá con tantos Cunex zombi.

Camila se levantó de mis piernas y abrazo.

—Encontraremos la forma de lograr detener todo esto. Tal vez Barq encuentre a otros Cunex que no son afectados por el chillido...

—Eres muy positiva. —respondí con desdén, apartándola de mi lado. Me fui de la sala de estar y subí a la segunda planta, donde me encerré en el baño.

Me estoy ahogando en un vaso de agua.

Uno gigante considerando todo lo que estamos pasando. ¿En realidad lograremos acabar con Jonathan?

—Tengo miedo. —susurre, dejándome caer a espaldas de la puerta del baño, abrazando mis piernas y escondiendo mi rostro en mis rodillas.

Nuestra especie estaba al borde del abismo, a un paso de la extinción. Si las cosas seguían así, solo había un final posible: los humanos descubrirían nuestra existencia, gracias a la traición de Jonathan. Si él gana, va a llevar a los humanos a la esclavitud y los Cunex como yo, aquellos que nunca se van a arrodillar ante ese imbécil, seremos asesinados sin piedad. Pero en el mejor de los casos, podremos matarlo y todo volverá a la normalidad.

Las cartas estaban sobre la mesa, era hora de jugar nuestra mejor mano.

En ese momento, sentí una oleada de energía recorriendo mi cuerpo, como un campo electromagnético que se expandía por toda la casa. No tuve tiempo de reaccionar para alertar a Camila, lo único que logre fue salir del baño para evidenciar como las bombillas explotaron en una lluvia de cristales, los aparatos electrónicos crepitaron y se apagaron, y un fuego voraz la casa se empezó a consumir, todo el pasillo se llenó de llamas y humo. Entre el caos y la oscuridad, figuras espectrales con ojos azules me atacaron por sorpresa. No tenía idea de cómo habían entrado, pero al ver a más Cunex emergiendo de los tomacorrientes, lo entendí todo.

—¡Mataremos a todos los que estén en contra de ella! —grito un Cunex en su forma monstruosa.

La criatura me lanzó una descarga eléctrica de un azul eléctrico cegador. El impacto contra mi pecho fue como un leve cosquilleo. Los Cunex observaban atónitos, incapaces de creer que su ataque no había surtido efecto. Era mi turno de demostrarles el verdadero poder del rayo.

CUNEX - DEVORADORES DEL DOLOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora