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Antena activada

—¿No recuerdas otro detalle Enma? ¿Algún olor, ruido, luz o color? —, pregunte sin quitar la vista de pequeñas notas adhesivas pegadas a la pared del pequeño cuarto.

—Lo único que viene a mi mente es el sonido de un barco, engranajes y una trituradora. También un olor a humo, azufre y óxido. Solo eso Rayden. —respondió, colocándose a mi lado, observando también las notas.

Miré las notas adhesivas una última vez y suspiré, pasando una mano cansada por mi rostro antes de arrancarlas de la pared en un arrebato de ira. Enma retrocedió, asustada, al ver cómo las luces comenzaban a parpadear y mis ojos emitían ese brillo inconfundible.

—Solo se me ocurre la refinería, pero ya revisamos ese lugar. No hay nada ahí, está vacía gracias a ese malnacido ...

—Te recuerdo que estás hablando de mi hermano —dijo Enma, mirándome con reproche. Me disculpé, pero ella me ignoró y agregó—: ¿La extrañas?

La pregunta se había vuelto común durante estos días. No quise responder y solo me alejé. Salí del dormitorio y bajé hasta la cocina. Abrí el grifo del lavaplatos y me lavé el rostro varias veces, pero eso no funcionó. Mi cuerpo ardía, mis manos seguían temblando y un dolor en la parte trasera de la cabeza no me dejaba en paz.

—Los Cunex no tenemos sentimientos.­—pensé en voz alta, repitiéndolo una y otra vez hasta que sentí ese olor tan característico de Enma.

—¿Por qué te es tan difícil aceptar que tú sientes algo por ella? ¿No son pareja...?

—¡No! —espeté, girándome bruscamente. La agarré de los hombros, obligándola a mirarme fijamente a los ojos. —¡Los Cunex no tenemos sentimientos! ¡Los Cunex no amamos! ¡Los...! —mis palabras se detuvieron con mi reflejo dentro de los iris verde esmeralda de Enma.

Miedo, caos pánico, maltratos. Todo eso paso y está reflejado en sus ojos.

Yo soy otro monstruo en su vida.

Libere a Enma abruptamente. Pedí disculpas, con la voz temblorosa y con un nudo en la garganta, delatando mi preocupación por saber el paradero de Barq y Camila. Sumado al reciente encuentro con Jonathan, donde fui una basura indefensa que si no es salvada por ella, estaría muerto desde hace mucho.

¿Y como lo pago?

Atormentándola. ¡Muy bien Rayden!

En lugar de alejarse, Enma se acercó a mí y posó sus manos en mi rostro, obligándome a mirarla. La calidez de su piel contrastaba con mi frialdad, provocando una extraña sensación de bienestar y placer.

—No te dejes llevar por esa idea que les han impuesto a todos los Cunex. Ustedes sí son capaces de amar y no está mal que sientas algo por Camila... —La interrumpí, tomando y quitando sus manos de mi rostro.

—Lo sé, Barq. Amo a alguien. —Al ver su expresión de duda, tuve que contarle sobre él. —Barq es un Madax. Nos salvó a Camila y a mí de tu hermano en varias ocasiones e incluso intentó entrenarnos, aunque somos pésimos aprendices. —Intenté esbozar una sonrisa, pero no funcionó. —El caso es que él tuvo una familia humana, pero la perdió. Barq se culpó de lo sucedido, perdiendo así la cordura y destruyendo toda la ciudad para manifestar su dolor. Eso fue una razón más para reforzar esa idea. Debemos evitar los vínculos afectivos para preservar nuestra existencia y protegernos del dolor que conlleva perder a alguien querido.

Emma me observó en silencio unos segundos, sus ojos verdes brillando con una intensidad inusual. Se acercó lentamente, su cabello negro suelto enmarcando un rostro que, en ese instante. Me pareció más hermoso que nunca. Sus labios, ligeramente resecos, me invitaron a acercarme como un fruto prohibido.

CUNEX - DEVORADORES DEL DOLOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora