IL Imperium.

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 La audiencia rugía como si no hubiera un mañana dentro de la carnaza, todos vitoreaban sin cesar a los distintos gladiadores que combatían dentro de la arena más importante de todo el imperio a muerte sin ápice de descanso, la noche se mantenía sobre la capital en un manto negro el cual únicamente hacia resaltar las grandes antorchas que iluminaban el recinto junto con los lanzallamas que expulsaban grandes llamaradas hacia el cielo. Todos los asistentes vestían los típicos colores negro y rojo que simbolizaban el gran imperio en el que Vivian (eso sin contar las distintas etnias que se encontraban en dicha arena), de Shurima como del norte o de las grandes costas de los mares de aguas turbias todos compartían el mismo sentimiento de pertenecer a Noxus.

  Todos los gladiadores se enfrentaban entre sí para la diversión del público quienes únicamente abuchean cuando la cosa no era del todo sangrienta (lo cual era inusual en aquel lugar), en más de una ocasión se ordenó que estos detuvieran sus duelos para unirse codo a codo, al momento en el cual las enormes rejas de la arena comenzaban a abrirse para dar paso a una bestia de proporciones gigantescas provenientes de tierras las cuales únicamente las legiones de la trifarix habían recorrido, lo cual hacía que las gradas repletas de gente continuará con un rugido enorme que fácilmente podría escucharse por todo el territorio imperial. El espectáculo seguía su curso normalmente, en más de una ocasión un asistente arrojaba rozas como forma de admiración hacia un gladiador en concreto como también insultos en contra de uno para que fuera más agresivo o que matara al otro, pero el orden dentro de la pugna mantenía siempre su curso.

 En la zona más alta de la carnaza, en un sector completamente privado reservado únicamente para grandes capitanes y generales, o los propios patricios del imperio un hombre se encontraba observando directamente lo que sucedía en la arena, su arena. Todo alrededor de él era de lo más extravagante, un balcón decorado con distintas cortinas rojas como la sangre que reposaban en las esquinas superiores que daban la vista a la zona interior del coliseo, distintos muebles estaban repartidos por el balcón en medio de las sillas de piedra repartidas en una fila a lo largo del sitio que sostienen distintas bandejas con fruta o postres para el disfrute de los presentes como también más de una jarra de vino.

 Sentado en la parte central de los tres asientos que se encontraban en el balcón con una mirada completamente fija en lo que ocurría abajo en la arena y una copa de vino en su diestra se encontraba un hombre a inicios de sus cincuenta años con un cuerpo que todavía mostraba una musculatura imponente y para nada descuidada, un cabello que mantenía el color negro como el carbón únicamente mostrando algunas canas por aquí y por a ya que solo hacían resaltar mas el cabello del sujeto que se encontraba ahí sentado (al parecer le hacían ver como alguien mas sofisticado) su rostro mostraba algunas arrugas tanto en sus ojos como en sus mejillas pero aquello no hacia que se viera viejo, mas bien parecía como una persona marcada por la experiencia la cual le estaba ganando la pelea al tiempo, ya que en cuanto a su condición seguia manteniendo aquella fuerza y la actitud que le caracterizaba.

  Bebió un sorbo de su copa para después pasarse los dedos por el mostacho del mismo color de su cabello (solo con la diferencia de que esta tenia mas canas que en su cabeza),que orgullosamente rodeaba sus labios y bajaba más allá del mentón, para continuar observando el espectáculo. La vista le recordaba grandes momentos los cuales pasó luchando en la arena, combatiendo en contra de otros gladiadores y ejecutando a distintos prisioneros condenados a muerte.

- ¿Recordando viejas glorias, anciano? - se escuchó a su lado izquierdo lo cual le hizo sonreír orgullosamente. 

- ¿Me dices que no puedo hacerlo como antes?. "General Duk" - dijo Draven.

 El mencionado soltó un par de risas para después tomar su copa y llenarla de vino. Duk era un hombre de gran estatura, brazos, espalda pecho y abdomen formado para la batalla, un cabello tan negro como la noche en forma de cresta que le caía por uno de los lados rapados de su cabeza tapando una gran cicatriz que se marcaba en aquel lugar, y con una barba recortada en su rostro, vestía con un simple camisón sin mangas de color negro que dejaba ver sus brazos musculosos, con pantalones un tanto ajustados con algunas placas de hierro en la zona de sus rodillas y en la parte frontal de sus botas. Draven al momento de hablar le observo un poco, su vestimenta su aspecto físico y un tanto su actitud todos los detalles de él, como un noxiano hecho y derecho (pensando también en su rango en el ejército), atrás había quedado aquel niño flaco y asustadizo que conoció en aquella prisión de Demacia. 

Legados (Secuela Fuego y Agua)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora