Capítulo 2/ Lo que deja el pasado.

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Summer.

– ¡Pero si llegó mi chica favorita! – trato de bloquear mis fosas nasales cuando mi encargo pasa su brazo por mis hombros. ¿Cómo alguien puede transpirar de una manera exagerada en invierno? Incluso su panza está mojada, dios, trato de contener mi arqueada.

– Hola – no le doy mucha charla; ya me sucedió y luego nunca pude sacarmelo de encima. Incluso me invitó a salir con él.

– ¡Eres tan simpática! – ríe y yo hago una mueca que trata ser una sonrisa. Me libera y salgo corriendo hacia la cocina. Mis compañeros de trabajo ya están allí ordenando todo.

– Lo tienes enamorado – la sonrisa de lado de Caleb me relaja. El fue la única persona que se apiadó de mí y me explicó cómo hacer todo y dónde estaba cada cosa. Es más alto que yo. En realidad, ¿Quién no lo es? Solo Abbie, pero la estatura de ella ya es otro tema.

– Ojalá no, mis fosas nasales no aguantan su amor – es tan tranquilo que hasta su risa me transmite paz. Su pelo siempre va desordenado y no hay manera que lo despegues de su remera manchada de pintura.

Al principio me hacía recordar mucho a una persona por su parecido. Sacudo mi cabeza y dejo mis cosas a un lado, quedando solo con el estúpido uniforme de mesera color negro.

Me paro sobre el mostrador y comienzo a atender a los clientes. Somos tres chicas trabajando aquí en total. Hoy me toca estar atendiendo a las personas que se sientan en la barra, pero por lo general estoy en las mesas. No diré las veces que se me cayó la bandeja llena de cosas porque incluso me faltarían dedos para hacerlo, por eso mi encargado prefiere que esté en la barra. Me ofende, no voy a mentir. Soy torpe, pero que no me hagan sentir así. Idiota.

– Hamburguesas y papas listas – Caleb me pasa a través de la pequeña ventana que separa el local y la cocina; lo miro divertida cuando lo veo con la cofia puesta, él la odia.

Le dejo su pedido a la persona que lo ordenó y comienzo a limpiar los lugares sucios que van dejando a medida que se van. 

Mi mano queda tiesa cuando lo veo por la tele colgada en la pared. Se ve igual, pero a la vez tan distinto. Ocho meses sin verlo en persona, pero siempre hay oportunidad para verlo en alguna otra parte. Diarios, celular, televisión, en cada parte aparece de repente, como ahora. Su postura intimida más a cuando lo conocí, su mirada penetra a cualquiera que lo vea a los ojos. Algo quedó de él en mí y no puedo sacarlo. Quedó incrustado, como si hubiera martillado un clavo en mi corazón poco a poco y con mucha fuerza, tanto que ahora es difícil sacarlo. Es un proceso complicado.

– Te quiero trabando, Summer – me da un escalofrío cuando veo al encargado pasar con su enorme panza y su barba roñosa.

Me desconecto de lo que por un momento me atrapó.

Masejeo mi cabeza ya que la cola alta que me hice está muy ajustada. Veo a mucha gente venir aquí, algunos son clientes fijos que vienen en un horario en específico y otros solo los veo una vez. Me he reído con algunos turistas y extranjeros; no estaré rodeada de libros, pero trabajar aquí me distrae mucho, y aprendo mucho. Uno no se imagina de lo mucho que se puede aprender gracias a las experiencias de otros, ya sea para recrearlas o jamás hacerlas.

Mi ojos se cierran solos cuando mi horario de trabajo está por finalizar. Tengo que acostumbrarme al nuevo horario ya que empecé la universidad.

– Última mesa – le digo a Caleb que siempre me espera a que termine de limpiar para irnos juntos –. Busco mis cosas y nos vamos.

Le informo a mi encargado que me voy y me apuro en salir antes de que se acerque a mi y me de un beso en la mejilla como le gusta hacer. Me gusta este lugar, pero tiene sus contras, por ejemplo, él.

Me despido de mis compañeros y con Caleb comenzamos a caminar hacia nuestra parada de colectivos.

– ¿Ya comenzaste a cursar? – él estudia arte. Un día llegué temprano y lo descubrí detrás de la cafetería dibujando. Su arte es hermoso, aunque le cueste admitirlo.

– Ya, por suerte no coincide con mis horarios de trabajo. Tengo una compañera que ya expuso su obra en un museo – dice con algo de esperanza.

– Pronto serás tú y espero que cuando ese día llegue no te olvides de tu querida amiga.

– Si eso sucede…

– Va a suceder – lo interrumpo.

– Cuando eso suceda, prometo que te invitaré para que veas todos mis cuadros expuestos en una galería.

– Estaré ahí… y también esa chica.

Me rio cuando me fulmina con la mirada. El dibujo que ví de él fue el retrato de una chica sentada en una cafetería. De ahí en adelante pude pillarlo pocas veces más dibujándola y siempre se sonroja y molesta cuando lo menciono. Seguimos conversando de cosas triviales mientras esperamos el transporte. Me ha costado que Caleb se soltara de esta manera conmigo, en verdad era muy tímido. Pero él es gracioso, amable y me encanta cuando habla de su arte porque lo dice con tanta pasión que es imposible no quedar atrapada.

Su colectivo llega primero que el mío y tuve que obligarlo a subirse y que no se preocupara por mí. Lo despido con la mano y me acurruco en mi campera por el frío.

Estoy nerviosan porque en éstos días mi abogado llamará y eso podría ser el gran cambio en mi vida, o el comienzo de ella.

Quiero que todo siga así, que nada lo arruine. Si todo sale bien seguiré con el sueño de mi madre y que en un punto se volvió mío, porque si me preguntan cómo me veo en unos años, sé exactamente qué responder. Sin complicaciones ni impedimentos, seguiré firme para lograrlo.








A no olvidarse de los nuevos personajes que van apareciendo....
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Hasta Que Lo Infinito Se Acabe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora