Capítulo 16/ Confiar de nuevo.

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Summer.

- Con razón te hacía conocida – dice Abbie atando clavos.

Le doy un trago a mi agua. Después de aquel día en el que Teo vino con todas esas flores fui la noticia del momento en mi facultad y curso. Ya no pude evitar el tema y terminé contándoles todo a Carter y Abbie, aunque él no parece muy sorprendido.

- Yo lo apoyo – dice Carter con la boca llena de ensalada de frutas –. Ustedes deben estar juntos – y creí que los amigos estaban de nuestra parte y no del enemigo.

- Aún no se sabe eso. Le dije que le daría una oportunidad, si veo que en verdad nada queda entre nosotros es obvio lo que sucederá.

- ¿Qué? ¿Que tú y él terminen casados?

- ¿Carter, de qué lado estás?

- En cualquiera de los dos, si eso dice que terminarán juntos yo ayudaré en lo que sea posible.

Lo miro sospechosa. Este algo tiene metido entre manos.

Me despido de ellos y saco un paquete de galleta, estoy muerta de hambre. Además, dudo que cuando llegue coma algo, tengo más sueño acumulado que necesito dormir una semana entera para disminuir mis ojeras.

Estaba tan centrada en sacar la última galleta que se quedó atorada que me olvidé de concentrarme en mirar la calle.

Me cubro el rostro con mis brazos como si de algo me protegiera y espero el impacto de aquel auto que tocó bocina. Como nada sucede (o creo que no morí), bajo mis brazos. Teo saca su cabeza por la ventanilla.

- No pierdes tu costumbre – dice entre divertido, pero un poco molesto.

- Ya es parte de mi esencia – respondo.

- ¿Te llevo a tu casa?

Me encojo de hombros, tengo que esperar treinta minutos para que mi colectivo llegue y con él tendré transporte gratis.

Me subo al asiento de copiloto y me pongo el cinturón.

- ¿Cómo adivinaste que salía temprano? – no responde ni hace ningún gesto. Entrecierro mis ojos, ¿a quién le habrá preguntado?

- ¿Qué comerás? – pregunta en su lugar.

- Creo que nada. Tengo mucho sueño, llegaré y dormiré hasta que... ¿Qué? – me mira con su ceño fruncido y vuelve a mirar la carretera.

- Debes comer.

- Lo hice en la universidad.

- Eso fue el desayuno.

Me quedo callada sabiendo que es lo mejor para mí; me discutirá que lo que comí no es alimentarse.

Llegamos a mi departamento y él baja primero que yo. Sube las escaleras y queda parado frente a la puerta. Salgo del auto perdida por su comportamiento.

- ¿Qué haces? – pregunto.

- Asegurarme que comas algo.

- ¿Entrarás conmigo? – asiente como si fuera obvio.

Ambos nos ponemos en una absurda pelea de miradas, pero pierdo y suspiro rogando que esté todo ordenado.

Mira todo con un poco de desagrado. Que él tenga la suerte de heredar una empresa no significa que los demás también cargamos con su misma suerte.

Abro la puerta y se queda ahí parado analizando todo. O lo poquito que tengo.

- Es muy chiquito – dice despacio.

Hasta Que Lo Infinito Se Acabe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora