En medio de la madrugada, Agostina va a la casa de Romina para ayudarla a cuidar a sus hijas.
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02.48hs., domingo.
R: "Nina no para de levantar fiebre, no sé que hacer"
A: "Cuánto tiene ahora?"
R: "38.5 encima Feli está insoportable, no sé que le pasa"
A: "Tal vez es porque le estás dando más atención a Nina, es normal amor"
Romina suspiró viendo la pantalla de su celular. Realmente se estaba agobiando. En tan solo unas horas, sus hijas debían asistir al jardín y al colegio. Claramente no la mandaría a Nina sintiéndose así, pero las otras dos sí tenían ir.
—Feli, mi amor... —intentó decir, pero la niña se encontraba llorando.
A su vez, Nina se quejaba por la fiebre que tenía.
R: "Me estoy agobiando demasiado, te juro"
A: "Esperame ahí si? En un rato estoy allá"
R: "Eh? Estás loca? Es de noche ya"
R: "Y mañana no tenías que estar en lo de Georgina temprano??"
A: "Si y? Voy a ayudarte con las bebés"
A: "No te agobies amor, vos sos una excelente mamá ok? 😘"
La mujer sonrió al leer el mensaje.
R: "Por más que te diga que no vendrás igual no?"
A: "Obvio. Esperame con mates que será una noche larga ❤️"
Suspiró de amor, enternecida. Desde que había terminado con su ex marido, se sentía muy sola con respecto a sus hijas. Pensándolo bien, siempre estuvo algo sola. Pero estando él, la carga era más liviana. Lidiar con ese tipo de situaciones realmente la ponían mal. Principalmente porque quería ver a sus hijas bien y se sentía un fracaso al no conseguirlo.
Para su suerte, seis meses atrás, había comenzado una historia de amor con Agostina. Jamás creyó sentirse tan segura y completa al lado de una mujer, pero así estaba siendo. Y se hallaba feliz, sumamente feliz.
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03.31hs.
Romina abrió la puerta de su hogar con Feli en brazos.
—¡Hola, mi amor! —Agostina dijo al ver a la menor, quien sonrió ante su presencia.
La niña extendió sus brazos y la ex policía la tomó rápidamente.
—Estás loca —Romina habló—, pero gracias.
—Hola vos —se acercó a su pareja y la besó con suavidad—. ¿Nina?
—Igual... —suspiró— Ya le di algo para que le baje la fiebre, pero pareciera no funcionar.
—¡Agostina! —la niña gritó, buscando su atención.
—¿Qué, mi amor? —la miró— ¿Qué haces que no estás durmiendo? ¿Eh? —Felicitas sonrió como respuesta.
Se encaminaron hacia la habitación de las pequeñas.
—Acá estoy, amor. Acá estoy —Romina se acercó a su hija.
La mujer tomó un paño y lo mojó en la fuente de agua fría que había traído momentos atrás, apoyó el paño en la frente de su hija y se sentó a su lado, acariciándola.
—¿Le volviste a tomar?
—Sí, sigue igual —suspiró preocupada—. ¿Y si tiene algo grave?
—Tranquila, ¿Si? —se acercó— Ella estará bien, es algo estacional seguramente.