꧁༻- Eɭ Hiɭ๏ R๏ʝ๏ -༺꧂ || ✎ℒackadaisy ꜰᴀɴꜰɪᴄᴛ [Reescritura Leve]

꧁༻- Capítuɭ๏ Treinta y Cinc๏| pesadilla - ༺꧂

Aurora dirigió su mirada hacia Mordecai mientras caminaban, quien observaba con notable molestia como Nicodeme llevaba a Tn en sus brazos a la habitación que ella había estado utilizando para dormir.

Serafine abrió la puerta y encendió la luz, luego procediendo a descubrir la cama moviendo las sábanas a un lado. Un momento después, su hermano colocó a la soviética-francesa en el colchón, apoyando su cabeza en la almohada, cubriendo su cuerpo con la ropa de cama y quitándole con cuidado los aretes y el collar para dejarlos en la mesita de noche a su lado.

Nicodeme: Que descanses, Cherié.

Susurró, acariciando su hombro levemente, saliendo de la habitación mientras hacía señas con las manos para avisar que se estaría alejando de la casa para llevar a Aurora con su madre, Mallory.

Serafine sonrió y Mordecai asintió, ambos comprendiendo el mensaje.

Serafine: Duerme bien, Jolie.

Habló en voz baja, luego de haberla desmaquillado con cuidado y casi en silencio. Un momento después, le desabotonó el primer botón de su blusa, saliendo del oscuro lugar iluminado por la luz de la luna, viendo a Heller por encima del hombro con una pequeña pero traviesa sonrisa. Se estaba divirtiendo desde hace ya un buen tiempo; molestarlo de cualquier forma posible para hacerlo enojar, sin lugar a dudas, se había convertido en uno de sus pasatiempos favoritos junto a Nicodeme, más si tenían que involucrar a Tn.

Mordecai: Serafine, ¿qué demonios estás-?

Antes de que él pudiera terminar su pregunta, Serafine ya se había ido de la habitación de Tn, cerrando la puerta con suavidad.
El gatillero suspiró molesto. No le gustaba que los hermanos Savoy lo dejasen a media pregunta siempre que pudieran.

Desvió su mirada molesta hacia la ladrona, suavizando su expresión lentamente al notarla dormir tan pacíficamente.
Se acercó a ella, observando su rostro de manera detallada mientras la luz de la luna los iluminaba.
Sus ojos detrás de los quevedos pasearon lentos, casi perezosos por sus facciones, viendo con claridad cada detalle. No pasó por alto su corto pelaje azulado, los bigotes blancos en sus mejillas, las oscuras pestañas desmaquilladas de rímmel, las dos pequeñas motas negras, una de mayor tamaño que la otra, debajo de sus dos ojos cerrados, casi en sus pómulos, su nariz de un color rosa pálido, la forma de sus orejas, sus cejas levemente despeinadas, su cabello (ahora corto) ondulado negro con mechones grises y blancos, su cerquillo plateado a los lados, cayéndole sobre la frente, sus ojos heterocromáticos brillantes y alegres, y esos labios limpios de lápiz labial entre rosa intenso y rojo que ella suele usar. Esos labios rosa claro entreabiertos, como si…

Mordecai se alejó rápidamente al notar lo cerca que él estaba de ella, de…

Negó con la cabeza, tratando de no ver a Tn.

«El Diablo tienta a quién lo necesita», recordó una frase que Serafine le había dicho cuando, en una ocasión, él estaba mirando a la soviética-francesa por un poco más del tiempo usual.

Su mirada volvió accidentalmente a su rostro, y luego a su blusa, dudando si abotonarle o no el botón que Serafine había abierto antes de irse de la habitación.

Con manos levemente temblorosas, se acercó a Tn, reabotonando el botón, acción que él sintió que le había tomado una eternidad, por cierto.

Se alejó despacio, tratando de no despertarla.

Abrió casi en silencio la puerta, saliendo de la habitación con un extraño peso en el cuerpo.

Tn: No te vayas… Por favor…

Susurró Tn, consciente mientras dormía, al parecer, de la presencia de Heller en su habitación.

Pero ya era tarde. Mordecai ya había cerrado la puerta para cuando ella habló. Él se había ido a su cuarto a dormir.