1: Distancia

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Un año después.

Once de octubre de 2023.

Jules.

Había conducido durante doce largas horas. Estaba extenuada, aunque la satisfacción y felicidad de ver ante mis ojos una nueva vida se encontraba muy presente.

Nunca imaginé tener que empezar de cero a mis veinticuatro años, lejos del lugar donde crecí, lejos de mi familia, era totalmente aterrador, pero necesario. Me estaba alejando lo suficiente como para pensar que podría olvidar lo ocurrido, porque la distancia a veces, se mostraba como la única forma de curar las heridas...

The Loneliest sonaba en el estéreo del auto, un cartel de madera un tanto descascarado, pero muy bonito me recibió. Rain Lake, alcance a leer. Suspiré al ver la postal ante mis ojos. Un hermoso lago rodeado de montañas, cipreses amarillentos a causa de la estación del año y otros árboles con tintes naranjas y rojizos. El lugar parecía realmente de película.

Frené en el muelle. Salí del auto buscando aire fresco para despejarme. Mi mirada viajó a un chico que amarraba una lancha a orillas del lago.

A medida que me acercaba pude notar que era joven, quizá tenía mi edad, o solo un par de años más. Llevaba un pantalón gris, el torso desnudo, tenía un cuerpo musculoso, y pelo rubio, que se volvía dorado al darle el sol.

Me miró de costado. Sus ojos turquesas parecían resaltar en su rostro bronceado. Me escaneó con una mirada tan profunda, que logró inquietarme, sus labios carnosos se torcieron en una sonrisa.

—Hola —saludó con simpatía—. ¿puedo ayudarte en algo? —preguntó incorporándose hacia mí.

Su altura me hizo sentir un tanto intimidada.

—Ehh...yo...bueno —titubee—. Solo paseo. Soy nueva aquí.

—Lo eh notado. Suelen haber caras nuevas todos los días. ¿Paso o permanencia?

—¿Disculpa? —cuestione con intención de que reformule su pregunta.

—¿Estas de paso o vienes a vivir?

—A vivir.

—¿Qué te trajo exactamente a vivir aquí?

La curiosidad con la que me hablo mientras terminaba de amarrar la lancha al muelle, era notable. Sus brazos bronceados y bastante trabajados se contraían con cada movimiento.

Le sensación de ahogo me invadió. No quería ser el centro de atención del lugar. Solo quería retirarme de ahí, pero al parecer el cuerpo no respondía a la alerta enviada por el cerebro.

—Locura de una chica de veinticuatro con ansias de encontrarse a ella misma —contesté simple.

Soltó una pequeña risa ronca—, veo que buscas algo importante.

—sí. ¿Podrías ayudarme con algo? es esto —señale, entregándole el pequeño papel arrugado donde la había anotado la dirección de mi nueva casa hacía ya un tiempo.

Lo tomó y examino, clavo le mirada en mí. Me removí incomoda.

—Tienes que seguir por la calle del bosque —indicó con la mano el camino, el cual mire y era el mismo por donde venía—. Luego comenzarás a ver las casas, como aquí indica—señalo el trozo de papel—. Tu casa es la cinco.

—Gracias...

—Blake —. termino por mí.

—Blake —repetí—. Jules —me presenté y estiré la mano, que parecía quedar pequeña cuando la envolvió completamente con la suya.

Once de OctubreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora