10: Sentimientos

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Blake

—¡Te juro por dios Seth, que si no te comportas te patearé el culo! —arrojé al celular.

Una carcajada no tardó en salir como respuesta.

—Tu sabes que me porto bien.

—Si, como digas. En quince minutos pasamos por ti, no me hagas retrasar.

No dejé que me contestara y corté.

—¡Culo!

—¡No Oliver, no digas eso!

—Culo, culo, culo —canturreo.

El pequeño me miraba divertido.

—Eso es una muy mala palabra, Oli.

La puerta del acompañante se abrió y Jules subió a la camioneta.

—Hola, Blake —me dejo un casto beso en la mejilla—. ¡Hola campeón!

—¡Culo!

Jules reprimió la risa.

—¡Mierda Oliver, tu padre me matara!

—¿Mieda? Mieda, mieda, mieda.

Golpeé mi frente contra el volante frustrado. Mi sobrino aplaudía festejando y Jules seguía reprimiendo una carcajada.

­—¿Qué te parece, Oli, si cambiamos esas palabras por unas más lindas? Como, por ejemplo, conejo y mariposa — trató de convencerlo.

—mmm conejo, madiposa... ¡Culo!

—Déjalo, es imposible como su padre. Por cierto, Hola.

Besé su frente. Si me hubiesen preguntado tiempo atrás, diría que un beso así me parecía demasiado para una simple amiga. Ahora al lado de ella todo me parecía insuficiente. Quería más, no me alcanzaba con solo desnudarla con la mirada.

Después de aquel episodio de aislamiento, no volvimos a tocar el tema. Todo era como antes. Desayunábamos juntos, la recogía para ir al trabajo y luego la dejaba. Tenía miedo de volverla a alejar, pero cada vez me resistía menos a tenerla enfrente sin poder tocarla como yo quería.

La mano en el volante me picaba. Me removí en el asiento nervioso, ella me miro de reojo. Parecía un adolescente ¿Qué demonios me sucedía? En realidad, lo sabía muy bien, me estaba debatiendo entre la línea de arriesgarme y la de cargarla.

Frené delante de la casa de Seth y pité dos veces la bocina. Se subió en la parte trasera, con Oliver.

—Amigo, Señora de —le di una mirada de advertencia por el espejo retrovisor—. Querida Jules.

—Hola Seth —saludó ella alegre.

Arranque nuevamente sin saludarlo. Ya era demasiado soportar sus burlas todos los días, y esa mañana me había despertado con un humor bastante horrible.

­—Blake —tarareó.

—Hazme el favor y cierra la boca hasta que lleguemos.

—¡Uf pero que humor! La verdad Jules, no sé cómo haces para soportarlo.

—¡Papá, culo!

Me toco a mi aguantar la risa al ver como la cara de Seth se transformaba en una de horror al escuchar a su hijo.

­—Blake William Mackein, ¿Qué le has enseñado a mi pequeño?

—¡Yo no le enseñe nada!

—¿A no? Oliver, ¿Quién ha dicho culo?

Once de OctubreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora