Blake
—¿Que te sucedió? —pregunta Seth divertido, al verme entrar todo mojado.
—Por si no lo has visto, está lloviendo —respondo sarcástico.
—Lo siento si no me di cuenta, pero tengo que ser padre y madre a la vez.
Sus palabras me pesaron como un camión de cemento. Pase por su lado dispuesto a ir a mi cuarto.
Abrí la ducha y dejé que el agua caliente me caiga sobre el cuerpo. Quería que me desarraigara de la culpa, del dolor, de la agonía, que sentía cada vez que llegaba y ella no me recibía con un abrazo y su amplia sonrisa.
Emily, no hubiese querido que me pase la vida lamentándome, y yo tampoco quería eso para mí. Sabía que si yo no estaba bien, nadie lo estaría por mí.
El golpe en la puerta me saco de mis pensamientos.
—Siento haber reaccionado así.
—Descuida, ¿mal día?
Seth se sentó en el borde de la cama y enterró la cabeza en las manos.
—Es tan difícil ver a tu hijo crecer y saber que no recordara los momentos con ella, solo tiene dos años.
Sus ojos estaban aguados y rojos. Me senté a su lado. El nudo que se había formado en mi garganta hacia que me doliera respirar.
—No hay día en que no piense en ello —murmuré.
—La extraño tanto —confesó con la voz quebrada.
—Lo sé y no sabes cuánto lo siento.
—No fue tu culpa, Blake.
Se pasó la mano por debajo de los ojos limpiando las lágrimas que se le habían escapado. Nos quedamos en silencio por un buen rato. Él seguía sentado en mi cama, mientras yo ordenaba la ropa que había dejado desparramada por la habitación en la mañana. Me recordaba cuando éramos adolecentes, Seth solía llegar a casa subía a mi habitación y se sentaba en silencio, mientras yo hacía algo, después jugábamos a la play, íbamos a andar en moto de nieve por la montaña o a esquiar.
—Quizá ahora si puedas contarme porque llegaste todo mojado —habló rompiendo con el silencio del lugar.
Recordé a Jules corriendo detrás de mí y la risa que se le escapó al llegar a la camioneta. Inconscientemente sonreí.
—Me encontré con Jules de casualidad, tomamos un café y al salir tuvimos que correr bajo la lluvia porque había dejado la camioneta en el lago.
—Que romántico, Blake.
—Algo esconde, estoy seguro.
Había algo en ella, un aura misteriosa, inexplicable. Tal vez, era el miedo que llevaba en los ojos, o la forma que tenia de evadir a las personas.
—¿Por qué lo dices?
—La vi en el lago, me acerqué a hablarle, y me dio un puñetazo en la nariz. Además ¿la has visto?, es como si todo el tiempo estuviera a alerta. Las miradas ladinas cuando alguien pasa por su lado, la forma que reacciona al hablarle cuando esta distraída.
Me miraba atónito.
—¿Te la quieres tirar o te gusta? porque no hay una explicación lógica para que la observes tanto.
—¡No! quiero saber porque es así.
—¿Estás seguro que es solo curiosidad?
¿Estaba seguro? ¡claro que no! La chica me ponía los pelos de punta, todo mi cuerpo reaccionaba como un imán a ella.
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Once de Octubre
RomanceOnce de octubre. Dos mil cuatrocientos kilómetros de distancia. Dos personas que no se conocen de nada. El sufrimiento que entrelazará el destino. Los fantasmas oscuros del pasado asechándolos. Dos corazones rotos. Aquel once de octubre... Jules se...