13: Despedidas

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Blake

Las manos se me entumecían con cada milímetro de nieve acumulado, que limpiaba de la lápida de Emily. A mi alrededor era todo gris, silencioso y húmedo. La pequeña brisa me calaba los huesos.

Odiaba el cementerio, tan lleno de lamentos y sufrimiento. Odiaba que fuera ese el único lugar donde podía visitarla.

El pecho se me anudó. Saqué el papel y el encendedor. Solía hacer aquello cuando me daban ganas de que esté a mi lado escuchándome. Le escribía una carta. Sabía de sobra que aquellas palabras se perderían en el viento y nadie más que yo mismo podría leerlas. Nunca.

Tenía miedo de olvidarme de ella, de su voz, de su risa.

21 de diciembre de 2023

Querida hermana:

Esta es la quinta carta que te escribo desde que ya no estás con nosotros, porque al hacerlo me hace sentir cerca de ti, como si las palabras tuvieran el poder de traerte un ratito conmigo. Aunque eso no hace más ameno el vacío que me dejó tu partida.

He conocido a una chica, y te juro Em que la hubieses amado. Es tan sencilla, tierna y hermosa. Desde la primera vez que la vi me quedé embobado, quizás tenías razón y el amor a primera vista si existía. Me gusta pensar, que aquel once de octubre tú la guiaste hacia mí.

¿Sabes? Le gusta el café (pero siempre deja un poco al fondo de la taza porque se le enfría y no le gusta) y hace muffins de chocolates, si, mis favoritos. En realidad, comenzaron como una disculpa porque me pegó un puñetazo en la nariz. Y ahora se ha vuelto nuestra pequeña costumbre desayunar con café y muffins.

Ama a Oliver y jugar con él. Eso me hace pensar en un futuro a su lado. ¡Mierda! Sé que es demasiado pronto y parezco un loco, pero quiero todo con ella. Si estuvieses aquí te reirías de mí para luego decir: "Es que no eras tú el tío solterón que salía con muchas, pero no le gustaba ninguna" y lo era, si, en tiempo pasado, porque, aunque sé que algo de su pasado la acecha, quiero pasar todo el tiempo a su lado. Su nombre es Jules.

Te extraño Em.

Tu hermano que te va a amar siempre. Blake.

Las pequeñas llamas cubrieron el papel y en cuestión de segundos ya no quedaba nada. La brisa levantó las esquirlas en el aire. ¿Me sentía mejor? No. Solo quería acostarme en mi cama y taparme hasta el cuello.

Salí del cementerio con el pecho estrujado. Apoyé la cabeza en el volante de mi camioneta. El torbellino de emociones que sentía dentro de mí, logró emerger con lágrimas escurridizas. Aún un año después, me parecía una terrible pesadilla de la cual no era capaz de despertar.

Manejé hacia mi casa, intentando concentrarme en las calles cubiertas de nieve, quizá en algún detalle del paisaje tan común para mí y que suelo ignorar.

Finalmente llegué a casa, y abrí la puerta sintiendo el alivio de estar en mi hogar, mi refugio. Dejé las llaves sobre la mesa. Me quité los borcegos con un suspiro de cansancio. El cuerpo me pesaba como toneladas de cemento. Divisé el sillón de la sala que parecía que me esperaba con los brazos abiertos. Me acerqué y dejé caer en allí. Cerré los ojos de manera voluntaria al ver que no lograba resistirme a la sensación abrumadora de agotamiento.

Mi celular indicó la llegada de una notificación que ignoré por completo antes de caer profundamente dormido.

Unos golpes violentos me hicieron levantar de un salto, espantado. No lograba conectar mis neuronas. Estaba tan confundido, que tardé un par de segundos en recordar que dormía en el sillón de mi casa.

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⏰ Última actualización: Aug 06 ⏰

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