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POV: Martin

Son las siete y cuarto y Juanjo y yo estamos en un taxi, sentados en la parte trasera, sin decirnos nada.

Aunque somos conscientes de que “no había otra opción”, la situación de los chupetones ha generado un poco de tensión entre ambos y cualquiera podría notarlo.

– tenemos que arreglar esto antes de llegar a tu casa. – digo yo, rompiendo el silencio.

– ¿Arreglar el que? – pregunta Juanjo haciéndose el loco.

– Esta tensión rara que hay entre ambos. – digo, sin dar rodeos – Hicimos lo que teníamos que hacer, hubo ciertas reacciones que no estaban bajo nuestro control y ahora hay tensión. Y no me lo niegues porque hasta el conductor lo ha notado.

– A mi no me metais, pero el bigotes tiene razón. – dice el taxista.

– Esta bien. Si, tienes razón. – dice el maño – Pasaron cosas. Pero, como tu has dicho, no estaban bajo nuestro control así que no le demos más importancia de la que tiene. Hacemos como si nada y ya. Y si mis padres notan algo les decimos que antes nos han cortado el rollo y que nos hemos quedado con las ganas. Y que se sientan incómodos un rato, que ya les va tocando. – dice, haciéndome reír.

– Esta bien. – digo, relajado, volviendo a respirar tranquilidad en el ambiente.

– Ya hemos llegado. – dice el taxista.

– Gracias por aguantarnos. – dice Juanjo, mientras ambos bajamos.

– Que bonita. – digo, observando la moderna casa a detalle.

– Pues fliparas cuando entremos. – dice, agarrándome de la mano, entrelazando nuestros dedos, antes de empezar a andar.

Juanjo saca una llave de su bolsillo y abre la puerta, encontrándonos a sus padres de pie, esperándonos.

– ¿No pensáis pasar la noche aquí? – pregunta Nieves, mirándonos de arriba a bajo.

– Si, ¿por? – contesta Juanjo.

– No, nada, como no llevais bolsa…

– Tengo ropa de sobra para los dos. – dice Juanjo – No sería la primera vez que compartimos armario.

– Ni será la última. – añado yo, con una sonrisa “inocente”.

– Venga, vamos a prepararnos para ir a la piscina. – dice Juanjo, tirando de mí – Esta es mi habitación. – dice, cuando entramos.

– Que… moderna. – digo, sin saber cómo describirla de otro modo.

– No es mi estilo, todo lo escogieron mis padres. Pero total, por un par de días que paso aquí al año, tampoco me voy a quejar.

– ¿Y cuál sería tu estilo? – pregunto, realmente interesado, mientras él saca un par de bañadores y un par de toallas grandes.

– No sé. Más íntimo, más rústico, supongo. – dice, encogiéndose de hombros – Más… como mi casa en Magallón. Una casa típica de pueblo de interior, ¿sabes lo que quiero decir?

– Lo puedo visualizar como si lo tuviera delante. – digo, imaginándome la casa con lujo de detalles.

– Puedes cambiarte en el baño, si quieres. 

– ¿Ahora te vas a poner vergonzoso, amor? – pregunto señalando con los ojos la puerta, que está medio abierta.

– No quiero ponerme cachono con mis padres en casa, cariño. – me sigue el juego.

– Está bien, me cambiare en el baño. – finjo un “tonto berrinche”, cojo el bañador que Juanjo ha sacado para mi y voy a cambiarme, saliendo del baño unicamente con el bañador puesto y encontrandome a Juanjo con el suyo y con una camisa.

– Ponte tu también una. Que se encuentren con las marcas de golpe, justo antes de saltar al agua. – me susurra y yo no puedo evitar reír ante sus ocurrencias.

Si mis padres fuesen tan “tocapelotas” como los suyos, seguramente yo sería muchísimo peor. 

La piscina interna es enorme. Igual o más grande que una piscina de gimnasio. Incluso hay otra piscina —más pequeña— de agua caliente.

– Esta parte sí que mola. – digo yo – ¿Nos quitamos la camisa ya? 

– Si, que nos están viendo sin ni siquiera disimular. – dice Juanjo, quitándose la parte de arriba y yo me pongo rojo, al ver todas las marcas que le he dejado este mediodía.

A lo mejor sí que me he pasado, con la mordida del hombro. Y la espalda… ¡madre mía! si parece que se haya peleado con toda una colonia de gatos.

– la próxima vez, recuérdame que me controle. – digo, suficientemente alto como para que sus padres me oigan.

– ¿Pero qué dices? Si a mí me encanta. – suelta él, mientras me quita la camisa, “admirando” todas las marcas que me ha dejado, que no son pocas – Venga, al agua. – dice, cogiéndome de la mano para saltar juntos.

Tras un par de horas haciendo “carreras cariñosas” y jugando a lanzarnos agua de forma “romántica”, decidimos cambiarnos a la piscina de agua caliente, donde nos sentamos en una especie de banco sumergido en la zona donde hay burbujas.

Miro de reojo y no veo a sus padres en el mismo sitio de antes, sino medio escondidos en el “pasillo/entrada” de la piscina. Para “volverles locos” —incluyendo a Juanjo también—, me siento a horcajadas en las piernas de mi “novio” de caras con él y empiezo a darle suaves besos en el cuello, mientras conduzco sus manos a mi trasero.

– ¿Qué haces? – me susurra Juanjo.

– Tus padres nos están espiando, escondidos, creyendo que no les vemos. – susurro en su oreja, antes de morder el lóbulo de esta. 

En respuesta, Juanjo me aprieta más el culo y me besa el hombro izquierdo, cerca de una de las marcas de antes.

– Estás jugando con fuego, Martin. – le oigo jadear, cuando empiezo a mover mis caderas.

– Tendremos que darles el espectáculo que están buscando, ¿o no? – pregunto en un susurro, antes de besar la marca de la mordida.

– Pues bésame. – dice él y, sin pensarlo, lo hago.

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Es un poco más cortito que los demás, lo sé, pero ya son las 2:10 y me estoy muriendo de sueño.

Seguramente, mañana habrá más capítulos —1, aunque sea—.

Buenas nocheeesss💕

Mi "novio" - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora