10

3K 103 13
                                    

POV: Martin

Por segundo domingo consecutivo, me despierto casi desnudo, abrazando a un Juanjo también casi desnudo. Aunque esta vez los calzoncillos que llevo son míos y acabar abrazados no ha sido intencionado, sino un acto inconsciente de nuestros cuerpos. Al menos, esta vez no estamos empalmados.

Salgo de la cama sin importarme si se despierta o no y entro al baño a mear, que por cierto, es enorme y precioso, con una ducha pequeña, una gran bañera y un tocador doble con sus respectivos armarios y cajones debajo.

– Buenos días. – me saluda Juanjo, cuando vuelvo a la habitación para vestirme.

– Buenos días. – digo yo, aguantandome la risa, al ver su cara de recién levantado.

– Riete, si quieres. Estoy demasiado dormido como para que me importe. – dice y esta vez sí que me rió, mientras me subo los pantalones.

– Venga vistete. – digo, aun riendo, mientras le tiro la ropa.

– No vas a prepararle el desayuno a tu prometido. – bromea el.

– No tenemos ni para desayunar, “amor”. – digo yo – Por eso te tienes que levantar.

– Cierto, que la nevera está vacía. – dice él, saltando de la cama.

– Mientras te vistes le pediré dinero a mis padres para las compras de hoy, que sino no tendré para la comida del resto del mes. – digo, antes de salir de la habitación, enviando el mensaje a mi madre.

******

– He hecho una lista. – dice Juanjo, mientras nos tomamos un café en la primera cafetería abierta que hemos encontrado – De cosas que podríamos necesitar para el piso: comida básica como arroz o pasta, por si nos entra hambre estando allí, linternas y velas por si hay un apagón, cerillas y mecheros, un kit básico de herramientas, un botiquín de primeros auxilios, productos de limpieza del hogar, productos de limpieza personal, platos, cubiertos y vasos, aunque creo que ya tenemos alguno y ropa, por supuesto. Y luego ya si queremos coger alguna cosa para decorar… – dice, leyendo la lista que se ha hecho en el móvil. ¿Cuándo? No lo sé.

– Si no te molesta, el lunes dejaré los “juguetitos” que nos dio tu madre en el piso, qu eno me hace mucha gracia, tenerlos en la resi.

– Por mi no hay problema. – dice él – Así no tendré que buscar en tu habitación, si me apetece probarlos.

– Faltaria mas. Son de los dos,

– Aun así, también nos pasaremos por un sexshop que hay en este centro comercial, para tener más variedad de “juguetes”.  – dice, con un poco de vergüenza.

– En estas cosas, cuanto más, mejor. – digo yo, haciéndole reír un poco.

Al acabar los cafés empezamos nuestra ruta de compra, por orden de prioridad y volviendo al piso —que está al lado del centro comercial al que hemos ido— un par de veces para dejar lo que ya teníamos y no ir tan cargados.

– Última parada. – digo yo, cuando llegamos a las puertas del sexshop – No me digas que ahora te pondrás vergonzoso. – digo, viendo a un Juanjo totalmente rojo.

– Es que… Nunca he entrado en uno. – dice, rascándose la nuca, con nerviosismo.

– Anda, vamos, que tampoco es para tanto. – digo yo, cogiéndole de la mano, para hacerle entrar.

Una vez dentro, la dependienta nos pregunta si necesitamos ayuda y yo le contesto que de momento no, que primero queremos cotillear con tranquilidad.

– ¿Qué es esto? – me pregunta Juanjo, señalando unos productos.

– Son huevos. – digo – Son masturbadores de pene, hechos con silicona elástica. Cada uno tiene un patrón distinto, para dar distintas sensaciones.

– ¿Tu los has probado?

– Si. Y están bien para iniciarte en el mundo de los estimulantes “masculinos”, pero sin más. Y se rompen bastante rápido.

– ¿Y no será que la tienes muy grande? – pregunta, como si nada.

– También podría ser eso. – digo riéndome al ver como el abre los ojos de golpe.

– ¿Lo he preguntado en voz alta? – susurra y yo asiento con la cabeza – Que vergüenza, por dios, lo siento.

– Tranquilo, amor. – digo, antes de darle un beso en la mejilla – Ni que no me la hubieras visto. – digo, mirando disimuladamente a la dependienta, dándole a entender que seguramente ella se habrá dado cuenta de nuestros anillos – Este es más bueno. – digo, señalando otro masturbador – Y puedes ponerlo en el congelador o en el microondas, para experimentar con distintas temperaturas.

– ¿Pero tú cuántas cosas has probado? – me pregunta, sorprendido.

– Como he dicho antes, en el tema del placer, cuanto más, mejor.

******

Salimos del sexshop con unos cuantos juguetes, un par de potes grandes de lubricante —que eso siempre va bien— y algunos aceites corporales que otros —por si alguno se ponía romántico consigo mismo, estando solo—.

Subimos a nuestro ático y guardamos todo lo que hemos comprado a lo largo del día —que básicamente es todo lo que Juanjo tenía en su lista—.

– Hoy si que dormimos en la resi, sino llegaremos tarde a clase. – dice el.

– Por mi perfecto. – digo – ¿Subiras para cocinarle algo a tu prometido? – bromeo, cuando volvemos al ascensor. Aunque si él quiere, no es broma. Me da mucha pereza cocinar ahora.

– Depende, ¿qué te apetece comer? – me pregunta.

A ti. ¿Que? Martin, ¿en qué estás pensando?

– Con tal de no cocinar yo, lo que sea.

**********************

Capitulo corto, lo se, pero el proximo (que si no lo subo antes de irme a dormir, sera mañana), va a ser... hot.

Mi "novio" - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora