Clarisse nos matara

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- ¡Están metidos en un gran problema! - nos dijo Clarisse.

Acabábamos de terminar un pequeño tour por el barco, que habíamos hecho sin ningunas ganas a través de una serie de camarotes sombríos, atestados de marineros muertos. Habíamos visto el depósito de carbón, las calderas y máquinas, que resoplaban y crujían como si estuvieran a punto de explotar. Habíamos visto la cabina del piloto, la santabárbara y las torretas de artillería (los sitios preferidos de Clarisse): dos cañones Dahlgren a babor y estribor, dos cañones Brooke a proa y popa, todos preparados para disparar balas de bronce celestial.

Allá donde íbamos, los marineros confederados nos miraban fijamente, con aquellas caras fantasmales y barbudas que relucían bajo sus cráneos. Annie les cayó bien en cuanto les dijo que era de Virginia. Al principio también se interesaron por Percy y por mí, por el hecho de llamarnos Jackson, como el famoso general sudista, pero mi hermano estropeó al decirles que éramos de Nueva York. Todos se pusieron a silbar y maldecir a los yanquis.

Tyson les tenía verdadero pánico. Durante todo el paseo insistió en que Percy le diera la mano, que quedó azul a penas la soltó.

Por fin, nos llevaron a cenar. El camarote del capitán del CSS Birmingham venía a tener el tamaño de una despensa, pero, aun así, era mucho mayor que los demás camarotes del barco. La mesa estaba preparada con manteles de lino y vajilla de porcelana; había mantequilla de cacahuate, sándwiches de gelatina, patatas fritas y SevenUp, todo ello servido por esqueléticos miembros de la tripulación. A mí no me apetecía nada ponerme a comer rodeada de fantasmas, pero el hambre acabó venciendo mis escrúpulos.

-Tántalo los ha expulsado para toda la eternidad-nos dijo Clarisse con un tono presuntuoso-. El señor D añadió que, si se les ocurre asomarse otra vez por el campamento, los convertirá en ardillas y luego los atropellará con su deportivo.

- ¿Han sido ellos los que te han dado este barco? -preguntó Perce.

-Por supuesto que no. Me lo dio mi padre.

Me atragante con un pedazo de patata frita.

- ¿Ares? -pregunté, preguntándome si el malnacido andaba cerca. ¡Demonios, no afile mi espada!

Clarisse nos miró con desdén.

- ¿O es que te creen que su papi es el único con potencia naval? Los espíritus del bando derrotado de cada guerra le deben tributo a Ares. Es la maldición por haber sido vencidos. Le pedí a mi padre un transporte naval... y aquí está. Estos tipos harán cualquier cosa que yo les diga. ¿No es así, capitán?

El capitán permanecía detrás, tieso y airado. Sus ardientes ojos verdes se clavaron en nosotros con expresión ávida.

-Si eso significa poner fin a esta guerra infernal, señora, y lograr la paz por fin, haremos lo que sea. Destruiremos a quien sea.

Clarisse sonrió.

-Destruir a quién sea. Eso me gusta.

Percy y yo tragamos saliva.

-Clarisse -dijo Annabeth-. Luke quizá vaya también tras el vellocino. Lo hemos visto; conoce las coordenadas y se dirige al sur. Tiene un crucero lleno de monstruos.

- ¡Perfecto! Lo volaré por los aires, lo sacaré del mar a cañonazos.

-No lo entiendes -dijo Annie-. Tenemos que unir nuestras fuerzas. Deja que te ayudemos...

- ¡No! -Clarisse dio un puñetazo a la mesa-. ¡Esta misión es mía, listilla! Por fin logró ser yo la heroína, y ustedes tres no van a privarme de una oportunidad así.

- ¿Y tus compañeros de cabaña? -pregunto Percy-. Te dieron permiso para llevar a dos amigos contigo, ¿no?

-Pero... los dejé quedarse para proteger el campamento.

Los Gemelos Jackson y el Mar de los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora