Andy se arregla el cabello

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Me desperté cuando alguien en el agua me arrastró, abrí mis ojos y vi que era Percy, quien me arrastraba a un bote salvavidas, donde visualicé una cabeza rubia, mirándonos.

En cuanto estuvimos en el bote, intenté incorporarme, pero me mareé.

-Descansa-dijo Annie-Vas a necesitarlo.

- ¿Y Tyson...?

Perce no dijo nada, pero noté su mirada triste. Annabeth meneó la cabeza.

- Lo siento mucho, chicos.

Guardamos silencio mientras las olas nos sacudían.

- Quizás haya sobrevivido – dijo, aunque no muy convencida -. Ya lo saben, el fuego no puede matarlo.

Asentimos, pero no tenía ningún motivo para albergar esperanzas, ni siquiera yo tenía ánimos. Había visto cómo aquella explosión destrozaba el hierro blindado. Si Tyson estaba junto a las calderas en aquel momento, era imposible que hubiera sobrevivido. Había dado su vida por nosotros, y yo no podía dejar de recordar todas las veces en que me había avergonzado de él y había negado que estuviéramos emparentados. Fue cuando me derrumbé y comencé a sollozar con mi cabeza enterrada en mis piernas, no deje que Perce abrazara, no me merecía eso después de lo que había hecho.

Las olas rompían contra el bote. Annabeth y Percy me enseñaron algunas cosas que habían logrado salvar del naufragio: el termo de Hermes (ahora vacío), una bolsa hermética llena de ambrosía, un par de camisas de marinero y una botella de SevenUp. Cuando Percy me había sacado del agua y también encontró mi mochila, aunque los dientes de Escila la habían desgarrado por la mitad. La mayor parte de mis cosas se habían perdido en el agua (podía compartir ropa con Percy), pero todavía tenía el bote de vitaminas de Hermes. Y también mi espada Swirl, desde luego. No importaba dónde perdiera aquel bolígrafo: siempre volvía a aparecer en mi bolsillo.

Navegamos durante horas. Ahora que estábamos en el Mar de los Monstruos, el agua relucía con un verde todavía más brillante, como el ácido de la hidra. El aire era fresco y salado, pero tenía además un raro aroma metálico, como si se aproximara una tormenta eléctrica, o algo aún más peligroso. Percy y yo sabíamos en qué dirección debíamos seguir. Y sabíamos que nos hallábamos exactamente a ciento trece millas náuticas de nuestro destino, en dirección oeste noroeste. Pero no por eso lográbamos sentirnos menos perdidos.

Sin importar en qué dirección viraramos, el sol siempre nos daba en la cara. Compartimos unos sorbos de SevenUp y utilizamos la vela por turnos para tener un poco de su sombra. También hablamos de mi último sueño con Grover.

Según Annabeth, teníamos menos de veinticuatro horas para encontrarlo, y eso dando por supuesto que mi sueño fuese confiable y que Polifemo no cambiara de idea e intentara casarse antes.

- Si – dijo Percy amargamente -. Nunca puedes confiar de un cíclope.

Mire el suelo como si fuera lo más interesante del mundo. Annabeth fijó la vista en el agua.

- Lo siento. Me equivoqué con Tyson, ¿vale? Ojalá pudiera decírselo.

Me mordí el labio, si Annabeth había sido mucho más mala con Ty que yo. Pero... a quien engaño, ella era una de las mejores amigas que teníamos, y está aprendiendo a aceptar que puede equivocarse.

Percy y yo asentimos.

Bajé la vista para examinar nuestras escasas pertenencias: el termo vacío, el bote de vitaminas. Me acordé de la mirada rabiosa de Luke cuando mi hermano intentó hablarle de su padre

- Annabeth, ¿cuál es la profecía de Quirón? -le pregunté.

Ella frunció los labios.

- Andy, no...

Los Gemelos Jackson y el Mar de los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora