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Era de madrugada., En una tranquila noche de luna llena, en una gran casa, Max se encontraba acostado en su cama, con los ojos abiertos y la mente llena de pensamientos. Estaba embarazado, algo que nunca imaginó que experimentaría siendo un chico con vagina pero ahora estaba pasando. Sin embargo, estaba decidido a hacer lo mejor que pudiera.

De repente, un fuerte antojo lo golpeó. No podía resistirlo más. Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina en busca de algo para satisfacer su apetito nocturno. Miro a su esposo quien dormía satisfactoriamente en la cómoda cama, donde agarro la cobija y se escondió en ella.

En la nevera, sus ojos se posaron en un tarro de pepinillos. ¡Eso era exactamente lo que necesitaba! Abrió el tarro y comenzó a devorar los pepinillos uno por uno, disfrutando cada crujido y cada sabor.

─ Mierda, esto es ricamente sabroso─ , agarro otro pepinillo sintiendo la necesidad de comer algo más, mas que tan solo unos pepinillos.─ ¡Helado, sí!─ , camino descalzo, llegando a la nevera, abriendo la parte del congelador viendo una pequeña caja de helado de vainilla.

Mientras tanto, su esposo, Sergio, se despertó con el ruido de los pocos pasos de las piernas de Max. 

Bajó las escaleras, aún adormilado tallando sus ojos con pereza y sueño, y encontró a Max parado en la cocina con un tarro de pepinillos en la mano y la otra con una cuchara llena de helado de lo que suponía era su tarro de vainilla.

─ ¿Amor?─ , la voz ronca de su esposo llego a los oídos del menor quien se volteo y río al ver la cara de su esposo adormilado.─ ¿Que comes a estas horas de la madrugada?

─ Antojos nocturnos─ , respondió Max con una sonrisa mientras seguía comiendo pepinillos y helado juntos.─ ¿Quieres?─ , acerco la cuchara de helado, al sentir las grandes manos morenas de su marido en su cintura.

─ Claro, dame.─ , ordenó, abriendo la boca sintiendo como Max hacía típico avioncito.

─ Vamos, dí ahh─ , pidió gracioso el menor haciendo sonidos de un avión, mientras movía la cuchara de arriba a abajo.

─ Ahh.

Normalmente Sergio dormía con un camisón, que lo arropaba muy bien ya para mantener el frío en otras partes de su cuerpo, pero está vez, estaba tan solo con sudadera mientras dejaba descubierto su pecho no tan peludo, pero si  lleno de abdominales y pectorales muy desarrollados.

Mientras Max comía y sentía a su esposo durmiendo en su cuello, era una garrapata.

─  Leí en un libro que los antojos serán matutinos, me voy acostumbrar a no sentirte casi en las madrugadas, pero si sabré, que estarás aquí, comiendo en la cocina.─ , hablo bajo solo para que lo escuchara Max, quien se sonrojó.─ Sí quieres algo, dime, iré por el ya mismo.

𝐍𝐔𝐄𝐒𝐓𝐑𝐎 𝐋𝐈𝐍𝐃𝐎 𝐁𝐄𝐁𝐄́Donde viven las historias. Descúbrelo ahora