Chapoteando como patos

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Hoy era un día caluroso y soleado. Además era muy especial, era la primera vez de Clara en Getxo, con dos años, todavía no había conocido el lugar natal de su padre, y aunque no fuera a recordar nada, era bastante emotivo para este pasear por sus calles con su pequeña familia. Le explotaba el corazón.

Martin decidió comprar una casita allí, para no tener que quedarse en la de sus padres cada vez que fuesen. Esta se encontraba a veinte minutos en coche de una cala muy poco visitada. Lo sabía porque siempre iba ahí cada vez que quería estar solo, y en Las Arenas  siempre había demasiada gente.

-Juanjo, amor.-

El vasco acariciaba el cabello de su marido, que recostaba la cabeza en su pecho desnudo.

-¿Por qué no vamos a la playa? Clarita hace mucho que no va, y hoy encima hace un calor.-

-Pero si tenemos aquí una piscina, y no es nada pequeña, la tenemos que aprovechar.-

-Ya, pero me hace ilusión que vayamos los tres.-

-Ya lo sé amor, pero, la gente-

Martin cortó al chico para hablar él.

-Aquí cerquita hay una cala preciosa, nunca hay nadie, hazme caso. A mi también me preocupa la privacidad de Clara, pero, apenas salimos juntos a sitios públicos. Ahora tenemos la oportunidad. Hazlo aunque sea por mí, porfi.-

Juanjo levantó la mirada para encontrarse con sus ojos, suplicantes. Hizo un puchero, no podía resistirse a la cara de su marido. Diez años después le seguía siendo imposible.

-Bueno, vale, que yo también tengo ganas de playa. Pero prométeme, que si empieza a venir mucha gente nos vamos rápido, antes de que nos puedan reconocer.-

-Te lo prometo.-

Sellaron aquella promesa con un beso en los labios, que se volvió más profundo cuando Martin llevó su mano a la nuca de Juanjo y este sujetaba sus mejillas.

-Sino nos levantamos ya no nos vamos a ir nunca.-

El maño rodó los ojos y le robó un último pico a su marido antes de dirigirse a despertar a su hija con máximo cuidado, ya que podía tener un poco de mal humor. Pero en cuanto este le dijo a  dónde se dirigían, su mueca de enfado y tristeza cambió a una de felicidad.
Mientras, Martin preparaba su bolsa de la playa, con un bañador de repuesto para Clara, y otros dos para ellos mismos, una toalla grande para los tres, pues la niña tenía un poncho para secarse, (de lo más adorable, por cierto) crema solar y el típico kit de juguetes playeros de niños; un cubo, una pala, vasos para hacer castillos, etc.

Una vez ya estaban todos vestidos y dispuestos a salir de casa, metieron todas las cosas al maletero del coche, colocaron a Clara en su sillita en la parte trasera de este y se dirigieron a la cala de la que Martin hablaba.
El trayecto no fue muy largo, tal y como había dicho el vasco, en menos de media hora habían ya aparcado.

En lo que tampoco mentía este era en la tranquilidad con la que se iban a encontrar, y es que estaba todo vacío; no había nadie que les molestara.
Además, el lugar era verdaderamente precioso. El agua era casi cristalina y estaba bastante limpia en general. Qué paz.

Se instalaron en un lugar no muy alejado de la orilla para poder tener buena visión de toda la playa en cualquier caso. Sacaron todo lo que habían guardado anteriormente y sin preámbulo alguno se dirigieron al agua.
Cada uno cogía una de las diminutas manos de su hija, y creían que se morían cuando de repente venía una ola y esta empezaba a correr mientras se reía, sus pequeñas coletas que colgaban a los lados de su cabeza rebotando ligeramente.

Cuando se iban adentrando poco a poco en el agua, sintiendo el frescor de ésta misma azotándoles sus cuerpos, escuchando las carcajadas de su hija, que estaba siendo sujetada por Martin, no podían estar más felices.
En un momento Juanjo se limitó a cerrar los ojos, disfrutar del suave sonido del oleaje mezclado con los chapoteos de Clara, todo era perfecto para él, no necesitaba más que su familia y tranquilidad para disfrutar del momento.
Cuando los volvió a abrir se encontró a su marido, con la sonrisa más grande posible, sumergido hasta la cintura, agachándose un poco para que la niña pudiera estar también bajo el agua, simplemente admiraban lo feliz que podía llegar a ser su hija.

Cuando notaron que esta ya comenzaba a temblar por el frío, se salieron los tres y rodearon a Clara con su poncho, le pusieron la capucha y le hicieron una foto, no se podía ser más mona.

Se quedaron solo un rato más, el sol estaba a punto de caerse para abrirle paso a la luna.

Y ahí estaban, admirando el atardecer, el cielo que tenía tonos naranjas, rosas y amarillos. Parecía que hoy se había arreglado más para que ellos pudieran disfrutar de él.
Se lanzaban miradas tímidas y todo se sentía como si tuviesen veinte años de nuevo, se agarraban de la mano y de inmediato volvían a estar en esa clase de Abril, cuando solo podían rozar sus meñiques, cuando aún ni sabían lo que sentían por el otro, cuando todo era confuso. Sentían descargas eléctricas cuando observaban el paisaje y luego al contrario, como si el tiempo no hubiera pasado.

Salvo que sí lo hizo, y ahora tenían que cargar con todo de vuelta, más una hija dormida a la que iba a ser más difícil de lo que creían llevar al coche sin despertar.


Holaaaaaaa, me encanta este capítulo 🥹

RIP BIGOTE DE MARTIN, SIEMPRE TE RECORDAREMOS ETC ETC.
Hablando de eso, ya tengo pensado cual va a ser el proximo capitulo, creo que os va a gustar.

Como sieeeeempreee
Votad, comentad y disfrutad 🫶🏻

Gracias por las 3k lecturas, sois increíbles.
Os quiero ❤️‍🩹

One Shots Juantin | KID FICSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora