Juntos

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Juanjo y Martin estaban desesperados.
La agencia de adopción les había llamado avisándoles de que ya podían pasarse para recoger a su hija.
Querían adoptar a un bebé, porque querían construir una vida nueva, y sentían que no sería lo mismo si fuera alguien más crecido, que probablemente tenga malos recuerdos de su pasado que no sabrían afrontar.

Por eso, en cuanto la trabajadora les presentó a Clara, una bebé de tan solo un mes, se enamoraron por completo de ella.

Acabó allí ya que su madre biológica creía que no se podía hacer cargo de ella, aunque ellos realmente no querían indagar mucho más en la historia que hubiera detrás de todo, solo les importaba que ya era oficialmente su hija. Suya.

La primera vez que la llevaron a casa, envuelta en una manta amarilla, como si estuviera recién salida del hospital, notaron las lágrimas brotar de sus ojos cuando se dieron cuenta de que, habían salido por la puerta de esta misma siendo dos, y ahora volvían a entrar siendo una familia, que tanto les había costado conseguir.
Y es que ese era el mayor sueño de los dos, empezar una nueva vida, juntos.

Su habitación era blanca con detalles rosas en los muebles, tonos pasteles por las paredes y decoraciones que habían sido regaladas por sus amigos y familiares. Le hicieron un pequeño recorrido por toda la casa, como si se percatara de algo, pero les hacía ilusión. Le señalaban los rincones del hogar, contando anécdotas graciosas aún con lágrimas cayendo de sus ojos. Era lo que siempre habían soñado. Juntos.

La bebé tenía dos meses cuando se dieron cuenta que valían para ser padres.
Las inseguridades parecían no irse de sus cuerpos cuando esta lloraba y no podían calmarla, cuando eran incapaces de dormirla o incluso cuando no calentaban bien su comida. Y es que alguien que ha nacido con el don parental tendría que saber de memoria cuántos minutos poner el biberón en el microondas, ¿no?

La primera vez que pudieron sonreír satisfechos fue cuando aprendieron a distinguir los deseos de Clara, si lloraba cualquier hora, seguramente habría que cambiarla el pañal, al mediodía, estaba hambrienta, y ya por la noche, la dejaban en su cuna. También fue la primera vez que consiguieron dormirla más o menos rápido, aunque luego el infierno sería para ellos, al no ser capaces de descansar nada y despertarse constantemente por la madrugada.

-Cariño, te toca a ti.- Dijo un Martin somnoliento.

Clara dormía en la habitación de sus padres al ser todavía tan pequeña, les resultaba mucho más fácil.

Aunque se levantaran por turnos, normalmente se quedaban despiertos los dos, ya que no eran capaces de conciliar el sueño, y no se quedaban tranquilos si su hija no había parado de llorar completamente.

En este caso, Juanjo se acercó a la cuna de su bebé y la cogió en brazos, meciéndola suavemente y susurrando palabras y frases reconfortantes, pero ella no parecía tener intención de acabar con su llanto pronto.

-Prueba a ver si tiene hambre.- Dijo el vasco desde su cama.

El mayor posó el dedo meñique sobre la boca de Clara, y esta comenzó a succionar rápidamente, este se rió ante la desesperación de su hija y elevó la cara para mirar a su marido, que también tenía una sonrisa en la suya. Iban mejorando poco a poco, y juntos.

A los seis meses Martin se sentía como una mierda, todas sus inseguridades habían vuelto. Seguía siendo padre primerizo, eso lo sabía, y tampoco podía culparse por no saber cómo actuar en ciertos casos. Pero parecía que Clara no podía tranquilizarse con otra persona que no fuera Juanjo, que había ido a grabar al estudio.
Esto al vasco le rompía el corazón en mil pedazos, ¿en serio no era capaz de cuidar a su propia hija?, ¿en serio tenía que depender de su marido para actuar?

La niña seguía llorando desconsoladamente, y él ya lo había probado todo.
Había calentado un biberón, que ella misma rechazó.
Había tocado su pañal, y estaba completamente seco.
Había intentado dormirla, pero se acababa de despertar de la siesta, no podría tener sueño.

Era incapaz de llamar a Juanjo, se había prometido no hacerlo, quería aprender a hacer las cosas solo, sin que el otro tuviera que estar ayudándolo en todo.

Por la noche, rondando las nueve, este llega a casa, encontrándose con la figura de su marido sollozando en el suelo, apoyado en la pared, con su hija, llorando mucho más fuerte, reposando en su pecho.
Se apresuró a rodear al pequeño y dejar suaves besos en su cabeza.

-Mi amor, mi vida, ¿qué pasa? Háblame por favor.-

-Yo...No puedo.-

-¿El qué no puedes?-

-No se me da bien esto, te has tenido que ir para comprobarlo. Lleva toda la tarde llorando y yo no he podido calmarla, es como si me odiara, como si solo te quisiera a ti.-

Algo dentro de Juanjo se rompió.

-Martin, cariño, no digas tonterías. Eres el mejor padre que Clara pudiera tener. No te preocupes, esto le puede pasar a cualquiera, estoy seguro de que simplemente se ha asustado ya que no me ha visto en todo el día, pero es normal.
Ella te ama, y sé que tu la amas a ella también. Sé que es lo mejor que te ha pasado en la
vida, muy empatada conmigo.- Este comentario hizo reír a su marido, y él solo pudo sonreír al ver esa carita que tanto le gustaba.

De repente, la expresión de Martin se tornó a una más calmada y exclamó:

-¡La están saliendo los dientes! Por eso ha estado llorando todo el día. No soy un mal padre, no me odia, solo la duelen las encías.-

Al maño le hizo gracia este cambio de actitud tan repentino.

-¿Ves? A mi se me hubiera olvidado revisarlo, eres un padre increíble, Clara tiene tanta suerte de tenerte.-

Se dieron cuenta de que su hija también había dejado de llorar. Y simplemente se quedaron los tres, en el suelo, abrazados, compartiendo besos y caricias.

A la mañana siguiente Martin se despertó, encontrándose a su bebé durmiendo sobre el pecho de Juanjo, se quedaría allí para toda la vida. Levantó a la niña, que se había empezado a revolver en su posición, y la llevó a la cocina para darla el desayuno, mientras él preparaba el suyo. Hasta que notó unos fuertes brazos rodearle la espalda, se dio la vuelta, sobresaltado.

-Primero se dice buenos días.-

La sala se llenó de risas y besos sonoros y llegaron a la conclusión de que esto era para toda la vida. Toda la vida. Juntos.

HOLAAAAAAAA, pues bueno, esta era la otra opción que tenía preparada. Me encanta el resultado, y espero que a vosotros también 🥹

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Besossss 💓

One Shots Juantin | KID FICSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora