Virus

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Martin está concentrado en intentar que toda la comida que está en la cuchara entre en la boca de Clara, sin éxito alguno.

—Venga, mi amor. Come porfi.

Juanjo, que está recogiendo el lavavajillas está atento a esta escena mientras se ríe silenciosamente.

—Clara, a ver, que viene el avión.

Martin probó todo tipo de juegos para conseguir distraer a Clara y que abriera la boca para comerse el potito, que ni siquiera estaba gastado por la mitad, y llevaba más de veinte minutos en frente de ella y su trona, pero no podía. Era como si algo dentro de su hija rechazara por completo cualquier tipo de alimento.

—Bueno, no comas más. Pero eso sí, luego no llores porque tienes hambre, que te conozco.

Días después descubrieron que la gastroenteritis por la que su hija estaba pasando era la culpable de su nulo apetito.

Esto lo supieron la noche que Clara no dejaba de llorar, la levantaron de su cuna con máximo cuidado, y aún así, vomitó todo lo que había comido ese día. Consiguieron calmarla como pudieron y se quedó dormida en el pecho de Martin, que la acariciaba la espalda y su cabecita mientras él intentaba recuperar el sueño poco a poco.

—Amor, ¿crees que le pasa algo?— preguntó un Juanjo genuinamente preocupado.

—Yo creo que es evidente, tendrá algún bicho en el estómago o algo, pero estos días ha estado comiendo súper poco. Hoy es el primer día que hemos conseguido que se meta algo al cuerpo y lo ha vomitado. Hay que llevarla al pediatra para que la mire.

Al día siguiente hicieron justo eso y la llevaron al médico a primera hora de la mañana, nada más despertarse, así no tendrían ninguna preocupación durante el día porque ya habrían resuelto todas sus dudas.

Entraron a la sala tras un rato de espera. Tuvieron una charla con el pediatra sobre las molestias que había estado teniendo su hija. El doctor hizo un breve estudio de sus síntomas y les dio la prescripción con sus medicamentos y su enfermedad.

Lo que se temían. Gastroenteritis.

Era la primera vez de ambos lidiando con un bebé y un virus estomacal, y no sabían como iban a sobrellevarlo. Se limitaron a respirar hondo y dirigirse a la farmacia a por los jarabes que les había recetado su pediatra.

Mientras Juanjo conducía, Martin iba en la parte de atrás del coche, calmándola, haciéndole cosquillas a Clara para intentar distraerla del dolor que estaba sintiendo. Ella se reía a carcajadas mientras las lágrimas aún estaban presentes y recientes en sus mejillas, su carita estaba roja y sus ojos todavía estaban cristalizados.

—A ver cómo se ríe mi chica. —decía el vasco mientras la hacía cosquillas en la tripa— Cómo me gusta esa sonrisa.— Dijo, dejando un beso en su frente y apartando todas esas lágrimas de su cara.

Juanjo miraba a través del retrovisor y aprovechaba varios semáforos en rojo para contemplar a su marido calmando exitosamente a su hija. Le partía el corazón oírla llorar y no poder abrazarla o besarla, ni siquiera acelerar el coche por su precaución.

Llegaron a casa y fue Martin el que bajó a la farmacia mientras Juanjo subía con Clara, que volvió a llorar.

—Mi niña, ¿te duele mucho verdad? —dijo el maño, con su característica voz de bebé, tumbando a su hija en sus rodillas— No te preocupes, que ya va a venir aita y te vamos a dar tu jarabe.

La cogió de donde estaba tumbada y la colocó en su torso, dejando que apoyara la cabeza en su hombro, mientras, Juanjo dejaba besitos en su mejilla. Una vez había dejado de llorar, el maño la veía como un angel, con los ojos cerrados, con su mano agarrando el cuello de su camiseta y una pequeña baba cayendo por los lados de su boca. Y es que ratos así merecían la pena después de la tormenta.

Martin abre la puerta de su casa y ve como su marido le hace una seña para que sea sigiloso y tenga cuidado, ya que por fin había podido dormir a su hija. El vasco propuso llevarla a su cuna, aunque Juanjo rápidamente se negó, le gustaba estar en esa posición. Martin sonrió y fue al sofá a tumbarse con sus dos amores, imitando la postura de su hija. Juanjo le rodeó la cintura con su brazo y besó sus labios. Pronto cayeron en un sueño profundo, acompasando sus respiraciones.

Pero la paz les duró cuestión de minutos, cuando Clara despertó con un llanto que resonó por toda la casa. Suponían que su dolor estaba siendo insoportable, y que esta pequeña siesta le había servido para calmarse un rato.

—Ya, mi niña ya.

Juanjo volvía a besar la cabeza de su hija mientras se mecía de delante hacia atrás. Martin se alertó y fue rápidamente a por el jarabe que había comprado.

—Tiene que tomar tres mililitros.— dijo el vasco, cogiendo una jeringuilla de un cajón y llenándola hasta ese límite.

La llevó a su boca y con cuidado vertió todo el líquido dentro de ella. Por la mueca que puso, supo que estaba completamente asqueroso, y que iba a ser complicado conseguir que se lo tomara en sus horas correspondientes.
El pediatra también les había recomendado que le hiciesen un masaje en la tripa cada vez que la diesen el jarabe, por lo que (sin tener ni idea de como hacerlo) Juanjo comenzó con movimientos circulares presionando ligeramente sus dedos en la piel de su hija. Se dieron cuenta de como el llanto iba cesando, el masaje estaba funcionando. El maño sonríe mientras Clara fija sus grandes ojos en su aita, que se acerca a su carita para dejar besos delicadamente sobre su cara, obligando a Clara a poner una mueca bastante divertida cuando el contacto del bigote de Martin le hace cosquillas. Lleva sus pequeñas manos a estas zonas y se restriega, cosa que roba unas cuantas carcajadas de parte de la pareja.

Vieron la tranquilidad reflejada en su cara y se permitieron relajarse. Continuaron jugando con ella como pudieron, solo querían compensarla por el mal rato que había pasado durante el día. Y lo consiguieron, realmente lo hicieron. El salón se llenó de risas y sus corazones latían con muchísima fuerza.

A la hora de la cena, calentaron el puré más ligero que encontraron en su despensa y la alimentaron muy lentamente, para procurar que no la sentara mal nada de la comida. Tardaron al rededor de una hora en darla un bote de potito, pero les dio igual.
La bañaron con agua más caliente de lo habitual, así no empeoraría.

Una vez seca y con un pijama limpio puesto, Martin la tuvo entre sus brazos y, ayudándose del silencio que había en su habitación, se sentó en la mecedora, esa tan "vintage" que les había regalado Violeta en el segundo mes después de adoptarla, y, con esos movimientos sutiles, Clara logró quedarse dormida.

La dejó en su cuna con máximo cuidado y se fue a su cama, donde su marido le esperaba con el móvil en sus manos.

—Ya está dormidita. Tu masaje ha sido un milagro.

—Si, espero que mañana se levante de mejor humor y se encuentre bien, no quiero tener que repetir ese masaje.

Al día siguiente, Juanjo se despierta con gastroenteritis, y es Martin el que tiene que masajear su estómago.

Aunque no lo hace igual de bien que él, no le dice nada y le deja con su ilusión de poder cuidar de él.

HOLAAAAAAAAAAAA, dios este capitulo es tan doméstico casi me dan como tres infartos escribiendolo.

POR CIERTO, LO BONITA QUE ES MIS TIAS??????? HOLA?????????

Lo de siempre, si os ha gustado decidmelo y votad muchoooo.

Os quiero 💗💗💗

One Shots Juantin | KID FICSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora