Capítulo VI

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Sus manos temblorosas se movían desordenadas palpando la tela a la vez que delineaba el bordado de la estola. En esta se podían apreciar las imágenes de una copa y ramas de olivo en el distintivo hilo dorado característico en las ornamentas religiosas, con torpeza dejó el cáliz sobre la credencia, esta era la mesa larga que se encontraba en el presbiterio, lugar adecuado para la celebración de la misa. Encima de esta se podía observar mas elementos, aquellos que eran utilizados a la hora de la ceremonia.

Acomodó cada uno con cuidado tratando de hacer con la misma agilidad que antes, el brindis y el mostrar la ostia para a continuación repartirla, esto lo había hecho en múltiples ocasiones sin embargo el nerviosismo ahora nublaba su juicio y le dificultaba actuar.

Las miradas de los feligreses se posaban sobre el manteniéndolo aterrado, creía que un falso movimiento le delataría. Se encontraba en una especie de trance del que difícilmente escaparía, no con esa mirada que seguía sus manos con atención.

Cada que levantaba la vista se encontraba de forma involuntaria con el, este lucía relajado que le provocaba molestia, puesto que el propio capellán no pudo cerrar los ojos el resto de la noche. Su mente solo podía recordar la peculiar sensación de la respiración caliente del portugués sobre su rostro, la suavidad de sus labios y la exquisitez de su fragancia impregnada sobre su ropa.

Al terminar el sermón lo observo ponerse de pie y acercarse con una determinación que le asustaba, afortunadamente este no llegó hasta el alemán. Se dirigió a donde se encontraba una gran caja destinada para las colectas. Ahí le observó depositar un pequeño sobre blanco y solo pudo pensar en la impresión que este buscaba dar.

Y es que era lo que merodeaba su cabeza desde lo ultimo ocurrido, no imaginaba como podría ser tan fascinante. Era el sueño para quien describiese a el hombre ideal.

Se preguntaba si aquel de piel bronceada sentiría culpa respecto a sus ultimas acciones, si se arrepentiría de haber corrompido a aquel joven, si pensaba en que le distraía, pues era lo que pasaba en su mentes desde que lo conocía, le daba curiosidad si este imaginaria si quiera que terminaba por hacerle sentir herido.

El corazón de Toni comenzaba a doler, por las decisiones que este había elegido ignorando a lo que la mente tuviese para aportar, en el sentido común. Deseó haberse obligado a ignorarlo.

Solo podía pensar en lo desafortunado que fue y sobre todo irresponsable al permitir que alguien se hiciera un camino. Permitió que su corazón comenzara a latir para alguien más.

El hormigueo en sus manos al verle, las mariposas en el estomago y la necesidad de formular sonrisas eran las sensaciones más satisfactorias que podría experimentar, sin embargo la ansiedad que le provocaba el verlo le hacia ver estrellas pero el obligarse a reprimirlas le había sumergido en un desafortunado calvario.

Cuando este se apareció frente a el, el propio alemán se convirtió en un desconocido para si mismo. La gran sonrisa que se coló en sus propios labios le sorprendió, la calidez del abrazo le hizo olvidar que algunos curiosos observaban la escena. Y sobre todo olvidó cualquier indicio de arrepentimiento, realmente le emocionaba verlo.

No pudo sentirse mas afortunado cuando el aroma del portugués entró por sus fosas nasales inundando sus pulmones. El mismo perfume que se quedó sobre la lana de aquel abrigo.

— Padre, buenas tardes. — El castaño logró percibir el nerviosismo en el contrario obligándole a sonreír con malicia, aprovechándose de la situación extendió su mano con normalidad tanteando su reacción.

Quería demostrarse que tan capaz era de redimir al capellán, odiaría seguir siendo el único participando en ese juego, pero era evidente que el contrario estaba implicado, este se encontraba coloreado de ambas mejillas apenado. Sonrió al saber que esto era por el evento de la noche anterior.

PECADO. [Cristiano Ronaldo x Toni Kroos.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora