(VI) Bestia dormilona.

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Enzo

Había logrado aprovecharme de la situación y la caprichosa se estaba frustrando ante mi impotencia.

Y, oh, si que estaba frustrada.

—¡Respóndeme!— me grita desesperada —¡¿Crees eso?!

—No lo sé— admito.

—¡Eso no es una respuesta! ¡¿CREES QUE NO ME IMPORTA MI FAMILIA SÍ O NO?!— dice y yo no sé que contestar.

—Supongo que no— bajando un poco mi voz, pero sin romper el contacto visual, le doy la respuesta que ella tanto deseaba.

—¡Vete!— me grita, pero yo me quedo intacto viendola. Ella empieza a empujarme, desesperada por que salga de ese lugar —¡QUE TE VAYAS! ¡NO TE SOPORTO! ¡NIÑERO DE LA MIERDA!— empieza a insultar y ya no puedo dejar pasar sus fuertes declaraciones de odio.

—A mí no me hablas así— interrumpo sus empujes dando un paso adelante, haciendo que ella retroceda.

—¡Te hablo como puta se me ocurra!— responde.

—No insultes tanto— empiezo, sintiéndome algo aguafiestas, pero ella ya estaba pasando la raya.

—¡Hago lo que quiero!— protesta ella.

—No, yo mando aquí, y si quiero puedo hacerte la vida más difícil de lo que ya la tienes, y mira que es difícil, no llevo ni una semana aquí y ya se que eres un desastre humanizado.

—¡Aghh! ¡Solo vete!


Y esta vez le hago caso, ya no tenía razón para seguir con sus caprichos de niña rica.

Me encierro en mi cuarto, no sin antes ir a hablar con mi jefe, Boris, y explicarle sobre el griterío. Claro, la explicación estaba mal, pues había evadido mi mala acción.

Me tiro en mi cama mientras escucho los gritos de Erica como música. Empiezo a hartarme, pero no podía decirle nada, ella no pararía.

—¡DIOSSS!— grita como por quinta vez la misma palabra.

Intento no prestar atención a sus armoniosos gritos, nótese el sarcasmo, pero me es imposible.

Hasta con auriculares y música al máximo seguía escuchando sus AHHH penosos del lado izquierdo a mi habitación, donde se encontraba la puerta.

Decido cerrar los ojos, pero dormir en un ambiente así no es fácil.

Solo espero a que la chica se cansé y duerma.

***

Despierto con dos bolsas negras colgando bajo mis ojos.

—Ough, ojeras— le gruño a mi espejo viendo mi reflejo.

Arreglo un poco mi pelo y paso una ancha sudadera por mi cabeza.

Hacía algo de frío, lo cual era poco sorprendente dado a las fechas en la las que estábamos.

Bajo las escaleras y me encuentro con la cocina. Boris está sentado en la barra con su mirada centrada en su computador. Erica no está, debe de seguir dormida.

—Buenos días, Boris— saludo mientras paso a su lado, yendo hacia donde el café.

—Hola, Enzo. ¿Puedes ir a levantar a Erica? Ya es algo tarde— me pide y yo acepto, queriendo matarme por dentro.

Mi niñero [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora