•|10|•𝐌𝐢 𝐅𝐫𝐮𝐭𝐨 𝐏𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐨.(1/3)

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Sabrina salió molesta de la habitación de Sovieshu al cabo de unos minutos, azotando con gran fuerza la puerta al cerrarla. No podía creer que el Emperador se había atrevido a asignarle una tarea tan espantosa, o al menos no creía que iba a ser amenazada por él de una manera tan grotesca. No podía hacer nada, después de todo no tenía ni voz ni voto en aquel Imperio.

«Si tan solo fuera un hombre... » Apretó la mandíbula mientras caminaba apresurada hacía su alcoba.

En un mundo al revés. en el que Sovieshu hubiese sido una mujer y ella un hombre Sabrina estaba segura de que hubiera sido un gobernante completamente diferente al Emperador, sería compasivo pero firme a la vez, sería más amoroso, más sensible; más humano. Pero eran solo fantasías suyas, sabía muy en el fondo que ella jamás experimentaría tener el suficiente poder para estar al mando de todo un Imperio, no deseaba en lo absoluto el puesto de la Emperatriz ya que esta era solamente la mano derecha del Emperador; Sabrina quería ser la cabeza de todo el Imperio Oriental. La palabra "sí tan solo" se había convertido en su principal excusa para fantasear e imaginar que se encontraba en un lugar en el que ella era valorada por sus cualidades y que la elección de un gobernante era sometida mediante un examen en el que pudiera demostrar sus aptitudes para poder quedarse con aquel puesto, ya que se sentía lo suficientemente capaz. Lamentablemente eso nunca pasaría en un mundo como en el que estaba viviendo que era principalmente gobernado por los hombres, las pocas mujeres que tenían papeles importantes solo podrían actuar si el hombre se los permitía. Debían sobresalir, pero no más que ellos.

«Solo me queda resignarme... Situaciones que me hacen fallarle a mi moral es lo que me tiene preparado el destino, tendré que acoplarme... ¡Ahg, maldito seas Sovieshu Vikt! ¡Maldito seas! » Lo maldijo en sus pensamientos mientras sostenía un pequeño frasco de cristal.

Cada paso se sentía eterno, al cabo de un par de minutos logró llegar a su habitación. Dejó el frasco en la mesa de su tocador y se recostó en su cama de inmediato.

«¿Por qué debía aceptar algo así? Apuesto que Navier estaría en total desacuerdo... Pero si se lo cuento es capaz de juzgarme por no serle leal a Sovieshu, de igual forma estaré afectando a uno de los dos haga lo que haga... » Hacía muchos años que la pelicastaña no experimentaba una situación similar que le provocara tanto estrés al grado de que fuera incapaz para dejar de sobre pensar las cosas una y otra vez a pesar de que no poder hacer nada al respecto.

La antigua Emperatriz tenía razón.

"¡Pequeña mujer soberbia, jamás lograrás igualar a su Alteza! Eres débil, torpe, cobarde... El Imperio Oriental no necesita de personas mediocres y conformistas como tú, si sigues así pronto morirás sola al igual que como lo estás ahora. Tú y la libertina que tienes por madre no son dignas de estar en este Palacio lleno de personas de sangre pura y divina... ¿Cómo te atreviste a mancillar el honor de la familia Vikt naciendo primero que su Alteza...? Una vez que Sovieshu Vikt ascienda como Emperador todos se olvidarán de tí, serás un maldito fantasma en este Imperio... Que bueno que naciste siendo mujer, haz demostrado que serías ineficiente en un puesto tan importante como el de un gobernante... "

La antigua Emperatriz era recordada con amor por todos en el Imperio, a excepción de Sabrina. A pesar de ser hija legítima del antiguo Emperador era tratada como se le trataba a un hijo bastardo de aquél entonces. Recordar el pasado solo le servía para derrumbarse por completo y perder sus deseos de mejorar, en el presente todos parecían adorarla pero sabía en el fondo que no era así. A pesar de haber podido salir adelante y formar su propia fortuna la misma nobleza solo le sonreía hipócritamente mientras se burlaban de ella a sus espaldas.

" Igual que una pequeña hormiga tratando de alcanzar las nubes".

La pelicastaña cubrió su rostro con sus manos, sus mejillas comenzaron a calentarse y sus ojos se tornaron rojizos.

𝐌𝐢 𝐅𝐫𝐮𝐭𝐨 𝐏𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐨. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora