•|5|• 𝐌𝐢 𝐅𝐫𝐮𝐭𝐨 𝐏𝐫𝐨𝐡𝐢𝐛𝐢𝐝𝐨. (2/2)

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El pelicastaño limpió sus lágrimas, se sentía extraño al estar expresando sus emociones con alguien más que su propia soledad.

" Emperatriz... ¿podría hacer algo por mí? " Preguntó temeroso.

" Claro, lo que necesite. "

" Quiero que se corte el cabello. "

La rubia al escuchar las palabras del Emperador quedó asombrada.

«¿Qué tiene de malo mi cabello? » Se preguntó.

" De acuerdo, podría cortarlo a esta altura... " Dobló un mechón de su resplandeciente cabello a la mitad.

" No. Así seguirá viendo como ella. " Dijo con incomodidad.

" ¿Cómo quién, su Majestad? "

Sovieshu guardó silencio, no tenía intención alguna de querer revelar la identidad de la mujer que tanto lo atormentaba. Era un secreto que planeaba llevarse a la mismísima tumba.

" ¿Podría ser más corto...? " Preguntó refiriéndose al cabello de la Emperatriz.

" Yo... " A punto de negarse levantó la mirada y observó con gran atención al Emperador.

Su rostro pálido, sus mejillas que tenían un leve rubor y sus cejas, esas dos líneas oscuras que hacían que se notara su gran tristeza.

Al final era solo cabello, solamente cabello.

" Está bien... " Aceptó a pesar de que no estaba completamente segura. Pero aún así quería hacerlo.

La idea de tener que deshacerse de una de las cosas que más la distinguían como una mujer elegante y sofisticada le fastidiaba por completo, por otro lado también quería complacerlo. Quería hacerle ver que él aún ocupaba un gran espacio en su corazón, demostrando su amor con obediencia; algo que jamás había hecho antes.

" ¿Lo dice en serio, Emperatriz? ¿Haría eso por mí? " Un pequeño brillo apareció en los ojos marrones del Emperador, cosa que logró convencer por completo a Navier de tomar tal decisión.

Deseaba su aprobación por más ridículo que pareciera, en lo más profundo de su corazón anhelaba que las cosas volvieran a ser como cuando ambos eran adolescentes. Tal vez si seguía a ese mismo ritmo pronto lo lograría.

" Sí, lo haré. " Respondió con la voz temblorosa mientras sentía vibraciones en su pecho.

" ¡Gracias, en verdad! ¡Muchísimas gracias! " Sonrió y se abalanzó contra ella para envolverla en sus brazos.

Ese abrazo se sentía más cálido de lo que la Emperatriz se esperaba, sentía reconfortante el simple hecho de estar tan cerca de él.

Cerró los ojos, levantó sus brazos y se encargó de tratar de aferrarse a la espalda del Emperador mientras en su mente no dejaban de sonar las palabras que ella en algún momento le había dicho a Heirey.

"Su corazón... Está envuelto en espinas. "

¿A caso eso en verdad era cierto? Era algo agobiante tener que pensar en ello...

¿Pues sería posible que unos brazos tan cálidos podrían pertenecerle a un hombre egoísta y cruel como lo era el Emperador Sovieshu?

¡Pff, por supuesto que no! Seguro que en ese momento estaba cegada por la rabia y dijo tales palabras sin pensar.

Sí, seguro que eso pasó realmente.

[...]

Heinrey se recostó al lado de la ventana de su habitación, recargando su cabeza en el marco de la ventana mientras se masturbaba con desesperación. Pero en esta ocasión como en las anteriores no estaba sintiendo el placer que esperaba, hasta que un recuerdo un tanto incómodo llegó a su mente.

"Bueno, he de admitir que fué sorprendente ver como de la noche a la mañana lograste hipnotizar a mi esposa. Debes ser terriblemente encantador a tal punto de poder conquistar fácilmente a una mujer tan complicada como la Emperatriz. " Comenzó una conversación informal.

Recordó que ese día el Emperador tenía el cabello perfectamente peinado a excepción de unos mechones castaños que se asomaban por su frente.

"¿Heinrey? ¿Qué rayos está haciendo? "

Un ligero rubor apareció en las mejillas del pelirubio al recordar la voz varonil del Emperador y como a pesar de estar completamente molesto lograba guardar la compostura. Y por supuesto pudo recordar cómo en aquél momento había decidido tocar los pectorales de Sovieshu por unos cuantos segundos.

" Uhg...~ " Jadeó para después soltar su miembro.

Recordó también la fragancia que enmanaba aquél hombre, un olor embriagador que de alguna manera lograba ser muy penetrante sin llegar a ser molesto para sus fosas nasales. Al igual recordó las manos del Emperador, tenía unos dedos largos y finos y las venas que se llegaban a asomar desde su muñeca hacían que se viera aún más atractivo.

Sin darse cuenta se estaba sintiendo excitado gracias al Emperador.

Comenzó a masajear su miembro el cuál ya estaba erecto. Era inevitable no tener pensamientos indecorosos relacionados con el Emperador. Poco a poco fueron subiendo de nivel, llegando al punto en el que empezó a fantasear con él.

Sus fantasías fueron la causa por la cual su miembro comenzó a derramar varios fluidos de un color blanco brillante que se encargaron de esparcirse por todo su miembro.

Colocó su mano izquierda en su boca, ya se había corrido pero eso no impidió que se siguiera masturbando. Cada vez aumentaba más la intensidad y así siguió consecutivamente por aproximadamente una hora hasta que su cuerpo no soportó más.

Sentado en en suelo comenzó a reflexionar sobre lo que le había acabado de pasar, pero por alguna razón que aún no comprendía se sentía extraño. Un pequeño cosquilleo en su estómago que llegaba hasta su pecho apareció en ese momento, no sabía si era debido a que había llegado a una clase de éxtasis o si era algo médico.

Lo único que sabía era que se había sentido bien, muy bien. No sería la última vez.

Una pequeña sonrisa se formó en su rostro, recordando con deseo al Emperador. Fué entonces cuando supo que jamás se sentiría tranquilo, no hasta lograr llegar a la cama con él.

 Fué entonces cuando supo que jamás se sentiría tranquilo, no hasta lograr llegar a la cama con él

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