capítulo cinco: Qin Shi Huang

249 19 1
                                    

Miedo, terror y pánico. Esas son las cosas que Eva ve pasar por los ojos de Qin cada vez que se quita sus oscuras gafas, pero la mujer aún no sabe el por qué de la reacción de su hijo. La rubia apenas es capaz de ver los ojos del pelinegro cuando se quita las gafas, pues es una acción muy rápida que normalmente solo hace para rascarse los ojos, ducharse o lavarse la cara.

Casualmente, esta mañana se las ha quitado para ducharse, y cuando ha vuelto a su habitación ya no estaban. Así llegan a esta situación, con Qin exigiendo que le diga dónde se encuentran sus anteojos, y con Eva diciéndole que no tiene ni idea de dónde se encuentran.

—¿Le has preguntado ya a tus hermanos?— pregunta la mujer, recibiendo una afirmación no verbal por parte de su hijo.

—Todos me han dicho que no tienen ni idea, y tú eres la única que suele entrar a mi habitación.

—Ying-
—Para tí soy Qin, ¿aún no lo captas?— responde de forma brusca el chico, que se niega a abrir los ojos sin sus gafas.

Es entonces cuando Adán entra al salón, un poco confundido por las expresiones de su familia. Qin tiene los ojos cerrados y una expresión de enfado en su cara, mientras que Eva tiene los ojos abiertos como platos y sorpresa en toda su cara.

—¿Qué se supone que-
—¡Cállate!— interrumpen los otros dos a la vez.

—Dime dónde están mis gafas— exige su hijo.
—Ya te he dicho que no las tengo, mira bien en tu habitación otra vez— responde Eva con el mismo genio del chico.

Adán mira la escena una vez más y decide retirarse por su propio bien.

—¿Por qué estás tan enfadado?— curiosea la rubia, acercándose aún más a su hijo.
—Necesito mis gafas.— contesta el chico, con la voz temblorosa.

Eva sabe que nunca le dirá el por qué, así que simplemente pone una mano detrás de la cabeza de su hijo y se acerca para abrazarlo. Qin, ahora más extrañado que enfadado, le devuelve el abrazo a su madre. Entonces suspira, mientras que el estrés que siente se hace aún más presente.

—No te preocupes, vamos a buscarlas, ¿sí?

La rubia se aparta de su hijo, que tan solo asiente, y le da la mano para llevarlo a su habitación. Una vez entran a la sala, Eva empieza a mirar en los cajones, mientras que Qin se limita a tocar las cosas para sentir si sus gafas se encuentran ahí.

Unos diez minutos después Eva es capaz de localizar los lentes de su hijo, llevándolos a su espalda con su mano y fingiendo que sigue buscando.

—¿Por qué quieres tanto esas gafas? Seguro que ni siquiera son cómodas.
—Me ayudan a no sufrir daños.
—¿Qué?
—Tengo sinestesia tacto-espejo, fui diagnosticado con ella a los siete años. Estas gafas tan oscuras me ayudan a apenas ver mis alrededores, así no siento lo que ellos hacen.

Entonces Eva conecta los cables. La sinestesia tacto-espejo de la que su hijo habla no es para nada común, y no tiene cura, por lo que en algunas situaciones puede ser algo incómoda.

La mujer, conmovida y triste por no haber prestado más atención a la ficha médica de su hijo, lo abraza con fuerza y amor. El abrazo, después de unos segundos, es correspondido.

—¿Puedo ver tus ojos?

Qin Shi Huang abre los ojos, y al principio parpadea un poco por la incomodidad de la luz, por lo que Eva no puede verlo. Pero cuando por fin se detiene lo que su madre ve es verdaderamente hermoso. Un profundo azul parecido a sus propios ojos con estrellas blancas en lugar de pupilas, con largas pestañas adornándolo. Después de analizar la belleza de sus ojos un poco más, sabiendo que no será capaz de volver a ver tal cosa, le devuelve sus gafas, que él alegremente acepta.

—Xièxiè māmā de bāngzhù— agradece el pelinegro en chino, confundiendo un poco a su madre. Después de ponerse los lentes aclara sus dudas, —Perdón, he dicho que gracias por la ayuda, mamá.

Eva sonríe y le da la mano a su hijo, llevándoselo de vuelta al salón con alegría.

—Espera, ¡yo me estaba preparando!— exclama el 'secuestrado' al acordarse el motivo por el que se había duchado con su jabón favorito.

—¿Tienes una cita o qué?— pregunta burlonamente Nostradamus, que simplemente acaba de aparecer al lado de su hermano, dándole un susto que podría llevarlo a la tumba del tirón.

—¿Y a tí qué, xiǎo nánhái?— le contesta. Nostradamus no sabe que ha dicho, pero sabe que es un insulto por el tono despectivo que ha usado.

—¿Qué me has dicho?
—Niñato

—No os peleeis, ¿ok?— interrumpe Eva, abrazando a los dos y luego yéndose hacia la cocina.

—Entonces, ¿quién es tu cita?
—Cállate.

—¿Qué os pasa?— cuestiona Kojiro, que acaba de entrar al salón para buscar algunas cosas. Los otros dos hermanos se miran entre ellos, dejando sus diferencias aparte para hacer varios chistes a su hermano.

—No te enteras ni del clima— acusa Qin, riéndose
—Al menos yo sé que necesito tiempo de antelación para prepararme para una cita.
—¡Serás-!
—¡Ya basta, oye!— exclama Eva desde la cocina, ganándose la atención de los presentes. —Sois peores que los niños pequeños, ¡y mira que ya tenéis una edad!
—Han empezado ellos-
—No, nada, iros todos de aquí— los echa su madre de la sala, castigandolos a cada uno en su habitación.

En fin, las tareas de una madre no se acaban cuando se tiene un hijo adolescente, y peor aún cuando se tiene trece de ellos.

✶﹑¡𝐌𝐀𝐌𝐈 𝐄𝐕𝐀! | SNVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora